POR DECIR ALGO
No llevarse a equívoco. Pescar, lo que se dice pescar, ni me gusta ni me disgusta. Creo que habré echado la caña al río en media docena de ocasiones. Y puede que hasta esté exagerando.
Me refiero a otro tipo de pesca. A esa pesca sin muerte que alimenta a la imaginación cuando esta no tiene nada que hacer.
Me gusta pescar imágenes que algún día me harán recordar y casi con toda seguridad, emocionar. Pescar alguna palabra amable y sosegada entre el vocerío y las prisas. Pescar una conversación por el mero placer de conversar. Pescar alivios que calmen temores, miedos y heridas. Fragancias y aromas que transporten y devuelvan la dicha.
Me gusta pescar la nada en el estanque del aire que se hace todo bajo la luz radiante. Pescar en los bolsillos un olvido y en el forro del abrigo un bolígrafo querido que creía perdido. Pescar sonrisas y ojos brillantes en el caminar errante. Pescar, pescar y pescar. Tal es mi afición a pescar, que hasta un día pesqué en el mar una luz que quería ser farola.
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