miércoles, 20 de junio de 2018

00728 Las Navajas

LONGUEIRONES, MUERGOS, MORGUERAS

En entrada precedente traje hasta este caleidoscopio vital uno de mis últimos descubrimientos culinarios y que me fascinó: las navajas en tempura. Deliciosas. Y aprovechando una solitaria fotografía que tengo de un espléndido plato de navajas y antes de proceder a su archivo, quiero que no tarde ya más en formar parte de las diez mil cosas que me gustan.

Cuando veo este molusco no puedo dejar de acordarme de aquellos días en los que llegué a pescarlos. No había tantas prohibiciones. No recuerdo muy bien la playa vizcaína donde me ejercité en su captura. Era muy divertido. Solo eran necesarios un cubo, un kilo de sal y algo de pericia.

Son animales que se esconden bajo las arenas de los litorales y muy confiados, por cierto. Me explico. Al introducirse en la arena dejan "su puerta abierta". Se olvidan de tapar el agujero que han hecho y eso les delata. Solo hay que introducir un poco de sal en el orificio y a esperar a que salgan. Cuando asomen, nuestros dedos índice y pulgar los capturarán. Luego está la versión más industrial, que a mí particularmente no me gusta aunque reconozco que es más efectiva, que consiste en introducir por el orificio una varilla con un pequeño arpón en el extremo y una vez atravesado el molusco, sacarlo a la superficie. No hay que inclinarse ni esperar. Solo introducir la varilla y capturar una y otra vez.

Hasta que descubrí las navajas en tempura siempre las había comido a la plancha. Así me parecen exquisitas, aunque también las he probado en arroz, con patatas y con tomate. Están bien, pero me da la impresión de que pierden sabor y su tersa textura. Cuestión de gustos.



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