miércoles, 27 de junio de 2018

00734 Las Escenas Pastoriles

SUMA PLACIDEZ

Hubo un tiempo en el que dedicábamos especial atención a escenas inhabituales de nuestra cotidianidad. Las niñas eran pequeñas. Tan pronto era un barco, como un tren, un avión, unos caballos, unas vacas pastando, el mar, unos peces de colores, un estanco con patos o un rebaño de ovejas. Era curioso ver sus caras de asombro y embeleso, como curioso era comprobar que el tiempo parecía no haber pasado; sí los protagonistas de esa mirar.

Ha pasado el tiempo y parece que ahora ya casi nada sorprende en esa cotidianidad del mirar y del asombro. Las inquietudes y los intereses por el conocimiento son otros. Es lo normal. Se han hecho y nos han hecho mayores. Aunque tampoco es del todo cierto. Todavía queda en algún lugar de mi ser, ese niño con capacidad de asombro, que enseñó, tal y como aprendió.

Ahora, el mirar y el pensar es otro. Ya no hay trenes, ni barcos, ni peces de colores; pero sí rebaños, escenas pastoriles que todavía embelesan al niño que por algún sitio anda suelto en busca de cobijo entretenido. Rebaños de suma placidez en pleno pastoreo. Imágenes anónimas que parecen dibujadas en un caprichoso paisaje de pastos, sierras, árboles y atardeceres. Piedras animadas, que como el niño, buscan entretenidas su sustento en el melancólico caminar de cada día. Y es entonces cuando el mirar se siente agradecido del pasto, del rebaño y de un sonido acompasado que parece salir de la nada para decirlo todo. Un fuerte olor a sol y a tierra te regresa de nuevo a un lugar entre el cielo y la tierra. Sonoros balidos para satisfactoria escena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario