jueves, 29 de junio de 2023

01149 El Salteado de Ternera y Verduras

AL ESTILO CHINO


Recientemente llegaba a casa un wok, un tipo de sartén empleada en Extremo Oriente y el Sudeste Asiático. Todavía no tiene sitio asignado en la cocina, pero ya se lo encontraremos. Será cuestión de encajar de nuevo el “tetris” del menaje de cocina. Alguna idea, aunque no definitiva, ya hay.

Y para su estreno, qué mejor que intentarlo con uno de los clásicos platos de la cocina china; el salteado de ternera con verduras. Se trata de uno de los platos que habitualmente forma parte de los menús de los restaurantes chinos y que, junto al arroz tres delicias, los rollitos de primavera y el cerdo agridulce, por poner un ejemplo, permanecen en el recuerdo de aquella primera vez que, con gran curiosidad, conocías sabores hasta entonces inhabituales.

Para elaborar este salteado, lo primordial es contar con una ternera muy tierna y tener mucha cautela con las salsas a emplear. Con estas premisas, se obtiene un plato sabroso y ligero.

Ingredientes para 4 personas: 500 gramos de carne de ternera, 1 cucharada sopera de aceite de girasol, 1 diente de ajo, 1 pimiento verde, 1 pimiento rojo, 2 brotes de bambú, 12 champiñones, 1 cucharada de postre de jengibre en polvo, 1 cucharada de postre de salsa de ostras, 1 cucharada de postre de salsa de soja, 2 cucharadas de postre de aceite de sésamo y sal. Y para el marinado, 1 cucharada sopera de salsa de soja, 1 cucharada sopera de sake y 1 cucharada de postre de azúcar.

Elaboración: Marinar en un bol la carne de ternera, cortada a tiras de unos 4 centímetros de largo o a trozos no muy grandes, con los ingredientes ya indicados para el marinado. Cortar, una vez lavados, los pimientos, los tallos de bambú y los champiñones en tiras de unos 3 centímetros tanto de largo como de ancho. Calentar el wok con el aceite de girasol y añadir el ajo muy picado. Añadir la carne marinada exenta de líquidos y saltear durante unos tres minutos a fuego alto. Incorporar los pimientos y los champiñones. Saltear durante un par de minutos. Añadir el jengibre, la salsa de ostras, la salsa de soja y el aceite de sésamo. Mezclar bien y probar de sal. Comprobar que las verduras están hechas, aunque un poco al dente. Retirar el wok del fuego y servir.

 

 






miércoles, 28 de junio de 2023

01148 Los Judiones de la Granja

 CON LANGOSTINOS


Mi gusto y afición por los platos de cuchara no tienen límites, tal y como ha quedado recogido en reiteradas ocasiones en este caleidoscopio vital. Dentro de este apartado gastronómico, las judías, en cualquiera que sea su versión, forma y color, me tienen el estómago y el corazón ganados. Y si hablamos ya de judiones y, además, son de La Granja, para qué contar cómo se me queda el cuerpo de animado.

Ahora es más fácil acceder a cualquier tipo de producto a través del comercio on line. No como hace algunos años, que tenías que comer, según qué alimentos, en origen y vivir de su recuerdo hasta que se presentara de nuevo la oportunidad. Siempre quedaba la posibilidad, y en lo concerniente a las alubias con nombre propio, casi una obligación, de comprarlas envasadas al vacío, o en su defecto, a granel, y llevarlas a casa para cocinarlas en un día especial o para alguien, también muy especial.

La alubia a la que en esta ocasión hago referencia, es una de las joyas de la gastronomía segoviana, y toma su nombre del municipio de la Granja de San Ildefonso. Se trata de una judía, también conocida como “blanco de España” o “judía de España”, que por su gran tamaño es popularmente conocida como judión. A pesar de su gran calibre, esta legumbre sorprende por ser muy tierna, suave y sabrosa.

Leo que su origen “está asociado a la construcción del palacio de La Granja. La compra por parte de Felipe V de las edificaciones que en estos parajes tenían los Jerónimos, así como las nuevas construcciones realizadas por el monarca a partir de 1721 para acondicionar lo que sería su ‘sitio» de retiro veraniego, trajeron a este lugar a gentes que provenían de distintos lugares de Europa para participar en los trabajos. Parece que fueron los jardineros franceses los que introdujeron en este Real Sitio unas judías procedentes de Sudamérica, cuya principal característica era su tamaño, con el objeto de aclimatarlas y que sirvieran de base para la alimentación del ganado”. “Las huertas del palacio y posteriormente el espacio dedicado a vivero para los jardines, sirvieron de base para la siembra de un judión que se segaba en verde y era consumido como forraje por caballos y faisanes. Esos espacios posteriormente fueron parcelados, convertidos en huertas y entregados a los sirvientes de palacio con el objeto de compensar sus rentas y facilitar la producción de hortalizas de estación. En sus manos, la progresiva selección del judión, dio lugar a ese famoso proceso de «aclareamiento», pues estas legumbres primero fueron de un color morado negruzco, más tarde morado claro con pintas negras, para pasar después a morado suave, hasta que, finalmente, adquirieron la característica albura que presentan en la actualidad”.

El judión de la Granja lo he comido en distintos guisos, pero hay uno que me hace especial tilín y que no es otro, que acompañado de langostinos. Sencillo cocinado y delicioso sabor. La receta que a continuación comparto, está sacada de un libro de cocina, cuyo recetario está íntegramente dedicado a la cuchara.

Ingredientes para 4 personas: 350 gramos de judiones de La Granja, 400 gramos de langostinos, 1 cebolla pequeña, 2 tomates. Para elaborar el fumet, cabezas y pieles de los langostinos, 3 dientes de ajos, 1 hoja de laurel, aceite de oliva virgen extra, agua y sal.

Elaboración: Comenzar por el fumet. Para ello, poner en una olla un poco de aceite de oliva y cuando esté caliente, sofreír los ajos enteros con la hoja de laurel. Cuando los dientes de ajo comiencen a dorarse, añadir las cabezas y pieles de los langostinos. Conviene aplastar bien las cabezas para que suelten todo su jugo. Sofreír durante unos diez minutos a fuego medio y añadir agua hasta cubrir y sal al gusto. Dejar cocer durante 15 minutos. Sacar la olla del fuego y triturar el caldo con la batidora. Colar el caldo y reservar.

Dejar los judiones en remojo durante toda la noche. Poner en una olla un poco de aceite y sofreír la cebolla bien picada. Cuando comience a pocharse, añadir los tomates rallados. Cocinar durante unos cinco minutos. Añadir los judiones y cubrir con el caldo del marisco. Dejar cocer, desde que comience a hervir, durante una hora. Durante la cocción, añadir un vaso de agua fría para cortar el hervor. Repetir esta operación en dos ocasiones. Pasada la hora, comprobar que los judiones están tiernos. Si no es así, dejar cocer unos minutos más. Incorporar los langostinos, añadir sal al gusto, tapar la olla y retirar del fuego. Dejar reposar durante unos 15 minutos. Servir.

 

 




01147 El Pandoro Italiano

 PAN DE ORO


Aunque sabía de su existencia, no fue hasta estas pasadas navidades cuando conocí su dulce sabor. Hasta entonces, era tradición en casa obsequiarnos por estas fechas con deliciosos panettones, grandes competidores del pandoro en la Navidad italiana. Salvando las diferencias, se podría decir que preguntar a un italiano si prefiere uno u otro, es como demandarle a un español si prefiere la tortilla de patata con cebolla o sin ella. El debate siempre está abierto.

Lo probamos el 6 de enero para desayunar. Tranquilos, que fiel a nuestras tradiciones y que tanto me gustan, sí, que tanto me complacen, el Roscón de Reyes lo comimos de postre para comer. Ese día fue completo en dulce. El caso es que tenía curiosidad por conocer a qué sabía este sugerente, llamativo, laborioso y “nevado” dulce originario de la localidad italiana de Verona. Y no me decepcionó. Me gustó su dulce, esponjosa y densa masa, como lo demuestra el hecho de que me puse las botas de pandoro. Y eso que, como ya he comentado en alguna que otra ocasión, soy de los que se desayuna con un café americano y a correr. No sé qué me da, que el pandoro tiene todos los números para acompañarnos, junto a nuestro ya tradicional panettone, en nuestras familiares navidades.

El dulce en cuestión es como una estrella, habitualmente de 8 puntas, con forma troncocónica y elaborado con harina, mantequilla, manteca de cacao, levadura, huevos, azúcar, miel y vainilla, y rematado, una vez finalizado, con azúcar glas.

Por lo que he podido leer, el pandoro, “pan de oro”, surge en Verona, en la Edad Media, algo más tarde que el panettone y cuando solo los nobles podían permitirse el pan blanco y el pan dulce. No obstante, hay una fecha concreta para ubicar el nacimiento del pandoro: el 14 de octubre de 1894, cuando Doménico Melegatti, pastelero de la ciudad, entregó en el Ministerio de Industria italiano la patente de esta receta. Receta, por cierto, muy compleja y que requiere un gran trabajo. De hecho, los italianos prefieren comprarlos ya hechos, con la única aportación personal de espolvorear el azúcar glas sobre el dulce antes de servir.

Como ya he comentado, y según he podido ver en algún reportaje televisivo, la elaboración del pandoro es algo laboriosa y compleja. Yo, como los italianos, lo seguiré comprando antes de meterme en harinas. Por si hay algún valiente, que no es mi caso, traslado la receta sacada de la web mantequijazz.com, para que os hagáis una idea de su arduo proceso de su manufactura.

Ingredientes: 285 gramos de harina de trigo de fuerza, 40 gramos de agua fría, 13 gramos de levadura comercial, 5 gramos de sal, 100 gramos de huevos, 60 gramos de azúcar, 100 gramos de mantequilla y 140 gramos de mantequilla en bloque.

Elaboración:

1.                  El primer paso, es trabajar los 140 gramos de mantequilla bien fría, la cubrimos con papel de horno y empezamos a golpearla poco a poco hasta conseguir un cuadrado aproximadamente de 10 x 10 centímetros, una vez conseguido esto guardamos en la nevera.

2.                  Ahora pesamos todos los ingredientes por separado, Mezclamos en un recipiente los 13 gramos de levadura, los 40 gramos de agua fría y los 100 de huevo batido.

3.                  En otro bol unimos la harina de trigo y la sal para luego agregar los líquidos y mezclarlos hasta conseguir una textura de masa.

4.                  Agregamos la mantequilla y el azúcar. Este proceso es muy largo y tedioso. Hay que ser muy pacientes ya que la masa va a perder fuerza y prácticamente estamos empezando desde cero, no es necesario agregar más harina, solo hay que amasar con muchas ganas.

5.                  Cuando obtenemos ya una bola de masa homogénea, debemos dejarla tapada para que realice su fermentación inicial que durara 120 minutos.

6.                  A la mitad de la fermentación, y como es ya costumbre en los panes, vamos a desgasificar. Ya terminada la fermentación inicial, introducimos la masa en un recipiente con su tapa y lo introducimos en la nevera por un tiempo de 720 minutos.

7.                  Sacamos de la cámara luego de la fermentación retardada y trabajamos un poco para recuperar la elasticidad.

8.                  Colocamos la masa en la mesa y espolvoreamos un poco de harina, solo un poco. Vamos a estirar los extremos de la esfera de la masa, de tal manera que vamos a conseguir un "cuadrado" con una barriga pronunciada en el centro, este proceso es el mismo que se usa cuando se hace un hojaldre desde cero.

9.                  Cuando conseguimos que la masa este como queremos, vamos a colocar encima de la barriga el cuadrado de mantequilla que teníamos en la cámara refrigeradora. Los bordes van a servir para cubrir y cerrar muy bien la mantequilla. En este paso y los siguientes vamos a necesitar que la masa este bien fría, para así, evitar que la mantequilla se funda.

10.              Ya con la mantequilla cerrada, vamos a estirar con la ayuda de un rodillo dando pequeños golpes. Si estiramos como solemos hacerlo, la masa se va a estresar y romperá dejando salir el bloque de mantequilla.

11.              Con paciencia y muchos golpecitos vamos a obtener el tamaño que necesitamos para realizar la primera doblada sencilla, cubrimos con papel film y dejamos enfriar en la nevera, este proceso hay que repetirlo como mínimo tres veces más.

12.              Una vez terminado el proceso de "hojaldrado" boleamos nuestra masa y metemos en el molde previamente engrasado, cubrimos y dejamos fermentar por un tiempo mínimo de 120 minutos.

13.              Calentamos el horno a 185 grados centígrados y horneamos por 45 minutos.

 





martes, 27 de junio de 2023

01146 La Carta

 TODO SIGUE IGUAL


Al recibo de esta,
espero que estés bien
y después, también.

Por aquí,
todo sigue igual.

Lo más significativo,
es tu ausencia.
Con frecuencia acudo
para asomarme a nuestra ventana
con las manos en los bolsillos,
como a ti te gustaba.

Intento comprender qué nos pasó
en aquel entonces,
cuando todo nos parecía hermoso y deseado.
No alcanzo la respuesta,
si la hay,
porque el silencio todo lo enmudece.
Te pediría perdón, 
si mis recuerdos me trajeran el motivo.
Pero sólo llegan en volandas
momentos de placer y ningún castigo.
Te pediría audiencia,
si tu ignoto paradero
lo visitara con frecuencia.

Instalado en nuestro hermoso paisaje,
fijo en la sierra mi mirada,
hoy nevada, 
y a sus pies,
el jardín de frescos y evocadores olores,
                                                                                    que de tanto viajarlos, 
se hicieron cómplices de nuestros alivios de amores.

Ha pasado mucho tiempo.
Sí, lo sé,
aunque no tanto,
como para que desaparezcas de mis sueños.

Sin otro particular, 
se despide este que los es,
un pobre diablo que sigue enamorado.

domingo, 25 de junio de 2023

01145 Los Embutidos Catalanes

UN RECUERDO MUY ESPECIAL


Sabía que me encantaban. Por eso, cuando íbamos con mi madre a su casa a pasar unos días, primero a San Feliu de Saserra, pequeña localidad próxima a Manresa, y después a la Seo de Urgell, o años más tarde con Gloria y las niñas, siempre tenía dispuestos “para mí” una buena selección de embutidos catalanes. O si venía a casa, rara era la vez que no se acordara de mí y trajera unas secallonas, fuet, butifarra… con la reiterada frase de “esto para Fernando”.

Eran años en los que mi apetito no tenía límites y una pieza de algunos de los mencionados embutidos podía finiquitarla en un abrir y cerrar de ojos. “Te pondrás malo”, me decían. A lo que yo respondía: “Es imposible que estas delicias puedan sentar mal”.

Si había una cena con la que disfrutaba lo que no está escrito, era cuando mi cuñada Montse, esposa de mi hermano Manolo, sacaba a la mesa un surtido de estos embutidos. Además de los ya mencionados, no podían faltar la llonganissa, el bull negre y también el blanc, y alguno más que no alcanzo a recordar. Y todo, acompañado con pa de pagès amb tumaca. Vamos, un auténtico festival y loa al colesterol.

Tanto a mi hermano, a Montse, como a mí, nos gustaba jugar a las cartas. Nos podíamos pasar horas y horas jugando a la canasta o al rabino. Tanto nos gustaba, que podíamos empalmar la sobremesa de comer con la hora de cenar, jugando sin parar. Llegada la hora de cenar, nadie tenía hambre. Pero Montse, que se las sabía todas, en un visto y no visto, aparecía de la cocina al salón, con una buena bandeja de embutidos y el consabido pan con tomate. Huelga decir que, aun “sin apetito”, la bandeja se quedaba temblando. ¡Qué días tan hermosos para recordar!

Mi cuñada, mi hermana Montse, a la que tanto quise, por ser como era, por tan gratos momentos que compartimos y por todo el bien que me hizo, falleció hace algo más de dos décadas. La tengo muy presente en diversos escenarios y situaciones de mi vida. Era una gran mujer.

Ha pasado ya mucho tiempo desde que nos dejara y sigo lamentando su ausencia. Fue una mujer que dejó huella en mí, y es por ello que “te traigo, Montse, hasta mi caleidoscopio vital. Como en otros aspectos, cuando veo una bandeja de embutidos de tu tierra, Cataluña, te me representas con tus grandes y hermosos ojos negros, tu sonrisa de niña traviesa, tu forma tan especial de vivir y sentir la vida, y con tu corazón que no te cabía en el pecho. Tu sabes que te quería. Y lo dejo escrito por si algún día mis recuerdos caen en el olvido.

Ahora, tu hijo Jordi, cuando nos juntamos la familia para Nochevieja, se presenta con un par de fuets de un metro cada uno, que dejamos colgados en la puerta de la cocina. Creo que ningún año, los embutidos en cuestión, han llegado a tomar las uvas con nosotros. Pero esto es otra historia”.

 




sábado, 24 de junio de 2023

01144 Las Berenjenas a la Parmesana

MELANZANE ALLA PARMIGIANA


A tenor del número de entradas que hasta la fecha le he dedicado a la berenjena, y lo que te rondaré, queda claro que no es que me gusten, sino que me encantan. Me fascina de cualquier manera. A la plancha, frita, en tempura, rellena, como pastel salado o en lasaña… Me da exactamente igual. Soy un auténtico fan de esta baya. Tanto es así que este año, en mi humilde huerto, me he venido arriba y he plantado dos docenas de matas. Será por berenjenas.

Traigo en esta ocasión hasta este caleidoscopio vital un plato, para mi gusto, excepcional: Berenjenas a la parmesana. No tiene mucha complicación su elaboración, aunque hay que dedicarle algo de tiempo, y el resultado es francamente sabroso.

Se trata de un plato típico de Nápoles, al sur de Italia. En su origen, la parmigiana di melanzane o melanzane alla parmigiana, lleva como ingredientes básicos, berenjenas (melanzane), queso parmesano, mozzarella, salsa de tomate y albahaca. No obstante, a partir de aquí, han surgido numerosas variantes.

Las imágenes que ilustran esta entrada corresponden a un plato de berenjenas a la parmesana, que tuve la oportunidad de disfrutar en el restaurante que Matteo di Filippo regenta en el madrileño Mercado de la Paz. Me pareció algo excepcional, como todo lo que he llegado a probar de su cocina. Conocí a este chef italiano en el televisivo Canal Cocina, el del huevo frito, y me quedé prendado tanto de sus propuestas como de su saber hacer en los fogones. Estas berenjenas en cuestión, las recuerdo, suaves, cremosas y con un intenso sabor a Italia. Todo un deleite y, por supuesto, con ganas de repetir.

He intentado sin éxito dar con su receta. Así que, he tenido que recurrir a uno de mis libros sobre cocina italiana para dejar constancia de esta delicia napolitana.

Ingredientes para 4 personas: 2 berenjenas grandes, una lata de ½ kilo de tomate frito triturado, 2 bolas de mozzarella de búfala, 175 gramos de queso parmesano, albahaca fresca, sal y aceite de oliva virgen extra.

Elaboración: Lavar las berenjenas y cortarlas en rodajas transversales de medio centímetro de grosor aproximadamente. Salar y dejar reposar unos 15 minutos. Disponer las rodajas en una fuente de horno con unas gotas de aceite de oliva y hornear a 180 grados centígrados hasta que estén tiernas. En lugar de hornearlas, se pueden rebozar y freír, pero resultarán algo más pesadas a la hora de comer. Rehogar en una sartén a fuego fuerte y no más de cinco minutos, el tomate frito triturado con unas gotas de aceite de oliva, media docena de hojas de albahaca fresca, una pizca de azúcar y sal al gusto. Rallar el queso parmesano y cortar en finas lonchas la mozzarella. Reservar. En una fuente de horno, untar su base con tomate, y disponer una cama de berenjenas ya horneadas. Espolvorear queso parmesano, añadir unas lonchas de mozzarella y acabar con una capa de tomate. Repetir la operación hasta acabar con las láminas de berenjenas. Finalizar el plato con rodajas de berenjenas, cubiertas de tomate, parmesano y mozzarella. Introducir la fuente en el horno precalentado a 180 grados centígrados y en modo grill durante una media hora. Pasado este tiempo, y siempre y cuando la superficie esté dorada, sacar la fuente del horno. A la hora de servir, espolvorear queso parmesano sobre cada ración.

 

 




viernes, 23 de junio de 2023

01143 El Tartar de Atún

SI ME LO LLEGAN A DECIR HACE UNOS AÑOS


Revisando mis archivos fotográficos en busca de imágenes para mantener viva esta aventura de las diez mil cosas que me gustan, me he topado con un tartar de atún rojo que nos ofrecieron a Gloria y a mí, nuestros entrañables amigos José Luis y Julia, en la última cena que mantuvimos en su casa. Estoy pensando que su amistad y las largas veladas en torno a una mesa en su domicilio, algún día formarán parte de este caleidoscopio vital, por lo tanto que me gustan.

Cuando he visto las imágenes del delicioso tartar, elaborado por José Luis, lo primero que he pensado ha sido: “Si hace unos años me dicen que acabaría por gustarme el pescado crudo, no hubiese dado crédito”. Yo que soy de los de “un poco más que al punto”.

La primera vez que lo probé, no hará muchos años, fue en Huelva. A mis sobrinos, casi hermanos por edad y por relación personal, les encanta. En una ocasión, lo pidieron para picar, como aperitivo. Me invitaron a probar y rechacé la invitación, aduciendo que no me gustaba el pescado crudo. Recuerdo que hicieron una buena defensa de esta exquisitez y tal fue la insistencia, que finalmente lo probé. Tengo que confesar que me lo llevé a la boca con muchos reparos. E igual que digo una cosa, digo la otra; me encantó. Tanto es así, que, desde aquel día, siempre que tengo oportunidad, pido tartar de atún o lo hacemos en casa.

Lo cierto es que el tartar de atún rojo es un plato muy vistoso y muy potente de sabor, gracias al cítrico, especias y salsas con las que se condimenta, como cualquier otro tartar, ya sea de carne o pescado crudo, picados muy finos. A pesar de su apariencia, se trata de un plato muy sencillo de elaborar. Se puede presentar sobre tostadas de pan, en cucharitas o en forma de timbal.

La mayoría de los platos presentan numerosas versiones y el tartar de atún rojo no es una excepción. La receta que a continuación detallo la saqué de un libro de cocina asiática, de cuando adquiría libros de cocina, y me parece lo más cercano a cuantos he llegado a probar. Es la que ponemos en casa en práctica cuando se tercia.  El que nos brindaron mis queridos José Luis y Julia lleva tomate en la base y ya no sé que más. Inmersos en el fragor de la dialéctica, como es habitual cuando nos reunimos, se me olvidó aquel día preguntarle cómo lo había elaborado. Solo sé que estaba realmente fresco y delicioso. Me gustó.

Ingredientes para 4 personas: 300 gramos de atún rojo fresco (para prevenir problemas con el anisakis, es aconsejable congelar el atún durante 24-48 horas. Una vez congelado, tendremos que descongelar dentro del frigorífico para luego poder elaborar el tartar), 2 aguacates ni muy verdes ni muy maduros, ½ cebolla, ½ lima o en su defecto limón, 3 cucharadas soperas de salsa de soja, 1 cucharada sopera de aceite de sésamo, aceite de oliva virgen extra y sal. (Si te gusta el picante, se puede incluir una cucharilla de postre de wasabi y otra de jengibre rallado)

Elaboración: Picar la cebolla muy fina. Reservar. Cortar en pequeños dados el atún. Reservar. Mezclar en un bol la salsa de soja, el aceite de sésamo y un poco de sal. Es el momento también, si se desea, de incorporar el wasabi y el jengibre. Incorporar a la mezcla el atún y la cebolla. Remover bien y dejar reposar durante una media hora. Cortar el aguacate en dados también muy pequeños, ponerlos en otro bol y rociar por encima el zumo de lima, un poco de sal y una cucharada de aceite de oliva. Remover bien.

Para emplatar: En un molde de emplatado, colocar en primer lugar una capa de aguacate y aplasta con una cuchara ligeramente. A continuación, disponer el atún y aplastar también ligeramente. Repetir la operación hasta cubrir todo el molde, o poner la mitad de aguacate y la otra mitad de atún. 

Dejar en el frigorífico por lo menos durante un par de horas. Desmoldar y servir. Acompañar de pan tostado. El tartar de atún rojo se puede elaborar de un día para otro.

 




miércoles, 21 de junio de 2023

01142 No Amarréis Mis Sueños

 A ELLOS, JAMÁS


No amarréis mis sueños e ilusiones.
Dejad que naveguen en el entusiasmo
de un piélago palpitante de deseos.
Permitid que se enreden en el arco iris
para encontrar la palabra aliviada
y contemplar la sonrisa del mar
que se mece en cada onda. 

No, 
no amarréis a mis necesarios aliados.
Aquellos con los que imagino cada día
imposibles fantasías, 
lejos de tormentos y mentiras.
No es casualidad
que se adentren, 
seducidos, 
en las tentadoras aguas
de confortable mirar.
Ahora,
más que nunca, 
en los días de estrofas de olvidadas canciones, 
les necesito libres para volar.

Amarrad, 
si queréis,
todo lo demás,
pero no mis sueños e ilusiones.
A ellos, jamás. 


 





domingo, 18 de junio de 2023

01141 El Chorizo Encebollado

 CON VINO BLANCO


Nunca pensé en tan sencilla combinación, -chorizo, cebolla y vino blanco-, hasta que hace no muchos años tuve la oportunidad de degustarla en tierras almerienses. No recuerdo el nombre del restaurante donde comí por primera vez el chorizo encebollado con vino blanco, pero me pareció muy resultón.

Fue mi hermano Pepe quien lo pidió, a modo de degustación, en una comida familiar. Y si lo pidió él, era porque ya lo conocía y contaba con su aprobación. En casa, mi hermano siempre ha tenido fama de tener buena boca y en este caso, una vez más, volvía a acertar.

Se trata de una propuesta muy interesante, de sencilla elaboración y muy gustosa. Ideal para un aperitivo, una merienda en compañía o para cuando a uno le plazca. Fundamental, y aquí es donde este plato me pierde, tener un buen pan a mano, pues es de las elaboraciones de untar. Frente a lo que pudiera parecer, no resulta excesivamente graso, tal y como indicaré más adelante. Se puede cocinar en versión dulce o  picante, según el chorizo elegido. Traslado a continuación la primera. A pesar de que me chifla el picante, para esta ocasión me seduce más la primera opción. 

Ingredientes para 4 personas: 6 chorizos tiernos dulces en ristra, un par de cebollas amarillas, un vaso de vino blanco, aceite de oliva virgen y sal.

Elaboración: En una sartén con un poco de aceite y a fuego medio, marcamos los chorizos a los que previamente les habremos hecho unos cortes transversales con un cuchillo. Reservar. Eliminar de la sartén el aceite y la grasa que hayan podido soltar los embutidos. Cortar las cebollas en láminas finas, sazonar y pochar en una sartén a fuego medio. Una vez pochadas las cebollas, añadir el vaso de vino blanco y los chorizos. Tapar la sartén y cocinar durante unos veinte minutos a fuego medio. Servir a continuación. 












sábado, 17 de junio de 2023

01140 El Atún a la Plancha

 CON AJO Y PEREJIL


El atún me gusta de cualquier manera. Me satisface en crudo, guisado, en tapa, como plato, en conserva… Todo me está bien. Pero hay una forma de cocinarlo cuyo resultado me entusiasma y que no es otra que a la plancha con ajo y perejil. Suma sencillez para un pleno e intenso sabor.

Para cocinarlo de esta guisa es necesario que sea una buena pieza de atún fresco. Con esta premisa, sólo restará que la sartén esté bien caliente, un chorrito de un buen aceite de oliva virgen extra y tener mucho cuidado en no pasarnos de cocción, pues podría quedar seco y fastidiar el invento.

Me estoy acordando ahora, que uno de mis muchos pequeños placeres en mis otrora días de vacaciones en Huelva, era, precisamente, ir al mercado onubense del Carmen y comprar atún. Según la parte del pez seleccionada, unos trozos iban para guisos, otros para albóndigas y las piezas más “nobles”, directamente a la plancha. ¡Qué manera de disfrutar!

El atún a la plancha no tiene ningún misterio, pero sí alguna que otra consideración para sacarle el máximo sabor. Consideraciones que he ido aprendiendo, bien del boca-oído, o de profesionales de la restauración.

Así, por ejemplo, es conveniente secar las piezas de atún con un papel de cocina para que a la hora de cocinarlo no suelte excesiva agua. Como he comentado con anterioridad, la plancha o sartén donde se vaya a cocinar, tiene que estar bien caliente. Una vez que hayamos puesto las piezas de atún en la sartén, se deben presionar ligeramente con una espátula o tenedor para que se marquen mejor. Fundamental, controlar el punto de cocción; no más de tres minutos por cada cara. Incluso, según sea el grosor del lomo, será más que suficiente un par de minutos.

Para completar esta obra del sabor, realizaremos una buena y abundante picada de ajo y perejil, que rociaremos con aceite hasta cubrir la picada, salpimentaremos al gusto y dejaremos que repose durante unos quince minutos. Si se desea, se puede añadir el jugo de medio limón. A la hora de servir, dispondremos sobre el atún este aliño. 






01139 ¡Marchando una de Color!

ENSALADA PARA LOS DÍAS GRISES


Como buen "climeopático" que soy, -palabra todavía no reconocida por la RAE, pero que viene a significar algo así como, "persona a la que le afecta anímicamente el estado del tiempo"-, con los días grises y lluviosos me vengo abajo, y con los días de sol y luminosos, estoy que me salgo.

No obstante, lo dicho con anterioridad no hay que tomarlo al pie de la letra. No todos los días grises me afectan. Si son muy seguidos sí, e incluso en ocasiones hasta me gustan. Lo mismo que los días de luz, tampoco todos son para echar cohetes. 

El caso es que estos días atrás de tanta lluvia, tormentas y grises nubes, empezaban a resquebrajar mi cuestionada fortaleza. Cuando esto sucede, intento buscar antídotos. Nada de química ni cosa que se le parezca. Acudo a la música, la lectura, la fotografía, los trabajos domésticos y sobre todo, a la cocina y sus múltiples beneficios terapéuticos. Todo consiste en estar con la mente ocupada. 

En esta ocasión, me incliné hacia la última propuesta. Cuando empecé a preparar la comida, no tenía ni la menor idea en qué iba a consistir el improvisado menú. Lo único que tenía claro es que tenía que ser algo con mucho color, que alegrara la vista y sin muchas complicaciones. El segundo plato lo tenía más claro; pechugas empanadas con patatas fritas, a sugerencia del respetable.  

Para el primer plato se me ocurrían varias alternativas, pero a todas les faltaba el toque de color que me pedía mi estado anímico. Además, tenía que hacerlo con los ingredientes que hubiera en casa, pues el tiempo apremiaba. Abrí el frigorífico, eché un vistazo y una bolsa de lechugas variadas me trajo la inspiración. ¡Ya está! Puede servir, me dije. 

En una fuente puse, tras lavarla y secarla, la lechuga a modo de lecho. Cogí a continuación un solitario aguacate que vi en el verdulero del frigorífico. Lo pelé y lo puse sobre la lechuga a gajos. La cosa iba bien y muy cercana a lo que buscaba. El color verde para estos casos es una apuesta segura. Pensé en un alimento que ofreciera un gran contraste. Así que cocí unos huevos durante 9 minutos, los dejé enfriar en agua fría, les quité la cáscara, los partí por mitades y los coloqué finalmente en el centro de la fuente. También había en el frigorífico un par de tomates de los llamados "azules". Los corté a gajos y los dispuse alrededor de la fuente. En vista de cómo estaba quedando, lo que viene siendo una vulgar ensalada, y en ausencia de más ingredientes en el frigorífico, me vine arriba y buceé en la despensa en busca de algo más. Tenía claro que una lata de sardinas había que poner, aunque sólo fuera para darle más sustancia y sabor. Cuando me disponía a coger una lata de sardinas en aceite, me topé con un bote de cristal de pimientos del piquillo asado y a tiras. No lo dudé y con él que me volví a la cocina. Dispuse las sardinas a modo de colofón y las tiras de pimiento entre los gajos de tomate. Salpimenté y saqué la ensalada a la mesa. 

La colorista ensalada no fue ni aplaudida ni vitoreada. Tampoco ese era el objetivo. Había hambre. Antes de servirla en los platos y destrozar su armoniosa presencia, me la quedé mirando y pronuncié en voz alta: "Marchando una de color". Afuera, en la calle, lucía en hermoso sol.



viernes, 16 de junio de 2023

01138 El Castillo de la Alameda

 ÚNICA FORTALEZA MEDIEVAL QUE PERVIVE EN MADRID


Sus ruinas, durante muchos años, formaron parte del cotidiano paisaje urbano cuando íbamos con mi madre a visitar a mi hermano Pepe y familia a Madrid. En un principio, hasta donde me alcanza la memoria, lo que quedaba del castillo estaba sin protección alguna y prácticamente en el olvido. Tanto es así, que mi madre, siempre que lo veía, decía lo mismo: “¡Qué pena! Por supuesto, de su historia y devenir de los tiempos, por aquel entonces, no teníamos ni la menor idea. Sólo nos daba pena.

En 2008 comenzó la recuperación del castillo que contó con fondos extraordinarios del Fondo Estatal de Inversión Local, por un importe de 2,14 millones de euros. En la restauración participaron arqueólogos, arquitectos, historiadores y técnicos del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. El Consistorio madrileño ya había invertido con anterioridad más de un millón de euros para excavaciones y protección de yacimientos.

Es un monumento ubicado en el distrito de Barajas y está clasificado como singular por el Plan General de Ordenación Urbana. Se trata de uno de los escasos vestigios de la arquitectura militar del siglo XV en la comunidad madrileña y forma parte del eje cultural más importante del Este de la capital. La estructura medieval y los yacimientos cercanos, que se remontan desde el 1.500 antes de Cristo la época tardorromana, se incluyen dentro del Plan de Yacimientos Visitables de la Comunidad de Madrid. Se une con un pasaje cultural que integra el Parque romántico del Capricho, el búnker y el nido de ametralladoras de la Guerra Civil del eje noreste del bando republicano y el mausoleo de los Fernán Núñez.

Construido en el siglo XV como castillo señorial, sufrió a lo largo de su historia diferentes transformaciones. Su primer morador fue el Señor de Barajas, Juan Zapata, y se ubicaba entre las aldeas medievales de la Alameda y Barajas. En el siglo XVI se transformó en un palacio renacentista, para convertirse en una de las villas de veraneo de la aristocracia madrileña. Ya, durante la Guerra Civil, fue utilizado como fortín por parte del bando republicano. Además, bajo el castillo y su entorno, existen restos de asentamientos antiguos que abarcan desde la Edad del Bronce hasta la época Romana.

El castillo de la Alameda es de pequeñas dimensiones. Su superficie interior es de aproximadamente 200 m². Presenta planta rectangular, con esquinas redondeadas. En lo que respecta a las torres, solo se mantienen en pie dos, una cuadrangular, en el ángulo noroeste, y otra cilíndrica, en el extremo opuesto

Entre las personalidades históricas que han desfilado por el castillo, bien como «prisión de notables», ​ bien como alojamiento, destaca Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba, que lo habitó en 1580 a su regreso del destierro de Uceda. Así mismo, tras casarse con Felipe III, la reina Margarita de Austria visitó el castillo en 1599 de camino a Madrid. En él murió el III duque de Osuna después de un breve cautiverio (1622-1624). Tras su fallecimiento, la condesa de Benavente, su esposa, decidió comprar las tierras adyacentes, que, con el tiempo, dieron lugar a la finca de la Alameda de Osuna.

Un incendio destruyó el castillo en 1697​ y, tras quedarse el castillo despoblado, en el siglo XVIII algunos vecinos de Alameda —ya villa— recibieron permisos para retirar piedras y otros materiales del edificio para sus propiedades. En 1777 se permitió a las religiosas del convento de Santo Domingo el Real retirar de las ruinas piedras para poder reconstruir unas tapias caídas de su viña. También, a partir de 1787, cuando se empieza a construir el parque de El Capricho, propiedad de la duquesa María Josefa Pimentel y Téllez-Girón, se usaron materiales procedentes del recinto.

Su deterioro se hizo especialmente visible en el siglo XIX, cuando fue expoliado y sus materiales empleados para la construcción del panteón de los Fernán Núñez,​ familia que heredó el título nobiliario del condado de Barajas.

En una soleada mañana de un día de marzo de 2019 visité el castillo. El recorrido es sencillo y muy didáctico. Cada parada se corresponde con un mirador, con vistas al conjunto arqueológico existente. Los paneles informativos explican la función que tenía cada parte del complejo, tanto las visibles como las que un día fueron.   

El castillo de la Alameda se puede visitar de manera gratuita, tanto la visita individual como la visita guiada.

Cuando finalicé mi visita pensé que, a mi madre, que no llegó a ver ni tan siquiera el inicio de las obras de recuperación del castillo, también le hubiese encantado como a mí. Se hubiese apeado de su pena y hubiese pronunciado: ¡Qué preciosidad!, su vocablo preferido para dar su visto bueno a las cosas.

 












miércoles, 14 de junio de 2023

01137 La Gamba Cristal

DULCE REGALO DEL MAR


Desde hace un par de décadas, mi asistencia a restaurantes es mínima. Lo que significa que no estoy muy “al loro” de las tendencias y novedades en materia de gastronomía. Bueno, algo sé, pero la información me llega a través de otros canales. Digo esto, porque recientemente, tan reciente como en el pasado mes de diciembre, descubrí la existencia de la gamba de cristal. Fue en uno de los restaurantes que el valenciano Grupo de Restauración Saona tiene en Zaragoza y al que acudí por recomendación de mis hijas. El restaurante me pareció acogedor, con un atento y rápido servicio, bien de precio e interesantes propuestas en el menú.

Como no acostumbro ya a frecuentar restaurantes, cuando surge la ocasión, a la hora de elegir el menú, me inclino por productos y elaboraciones nuevas para mí. Alguna vez, pocas, la he pifiado. Pero lo más habitual, es que la novedad, bien sea en la elaboración o en el producto, cumplan con mis expectativas. Es más, o menos, lo que me sucedió en este restaurante con su plato de “Gambas de cristal con huevo a baja temperatura y aceite de ajo tierno”. Lo recuerdo como una delicia de intenso sabor a mar. Al igual que recuerdo, que sentí que se acabara. ¡Qué bueno me pareció! Tomé nota para intentar reproducir el plato en casa, pero de momento, todavía no ha sido posible. Todo se andará.

De entrada, me pareció curioso y atractivo el nombre dado al pequeño, casi diminuto, marisco. Mi profunda ignorancia acerca de su existencia, me llevó a pensar que el apelativo “cristal” era cosa de la casa. Pero no, al conocer que se trataba de un tipo de gamba, me entró la risa tonta, aunque perfectamente, me podría haber echado a llorar.

El caso es que su incorporación a la gastronomía data de hace tan solo una década. La gamba cristal ha existido siempre, pero no fue hasta hace unos diez años que se empezó a capturar para su comercialización, al comprobar que el también llamado camarón blanco, no eran especímenes inmaduros de la afamada gamba blanca de Huelva, ni un diminuto camarón ni un proyecto de quisquilla.

Se trata de una especie, la “Pasiphaea Sivado”, que mantiene su pequeño tamaño y color durante toda su vida. Su color blanco, casi transparente, desvela a la gran profundidad que vive esta gamba. En cuanto a su sabor, lo más destacado de este diminuto crustáceo, es su sensación de dulzor, frente al resto de crustáceos que, por norma general, acostumbran a ser más amargos.

La gamba cristal habitualmente se cocina rebozada con dos huevos fritos encima, tal y como los malagueños hacen con los chanquetes, aunque sus posibilidades en la cocina son infinitas. 




01136 Una Ensaladilla Rusa Muy Especial

RICARD CAMARENA


En casa, Gloria borda las ensaladillas rusas. Es una de sus especialidades. De aquí, que rara vez tomemos este manjar fuera de nuestros dominios domésticos. Dicho lo cual, esto no quita para que, y dada nuestra querencia por esta deliciosa combinación de sabores creada a finales del siglo XIX por el francés Lucien Olivier en L´Hermitage de Moscú, en alguna ocasión hagamos una excepción. Es el caso que traigo a continuación.

No recuerdo muy bien, si lo leí o lo vi en algún canal televisivo de cocina. El caso es que me quedé con el nombre de un chef, Ricard Camarena, su exitosa y personal ensaladilla rusa, y su establecimiento hostelero, Central Bar, ubicado en el Mercado Central de Valencia, por donde pasan 150.000 personas al año.

En un viaje en 2018 a Valencia, no es que tenga memoria para las fechas, sino que lo acabo de ver en el archivo de las fotografías que ilustran esta entrada, uno de nuestros destinos programados en la bella ciudad del Turia, fue precisamente, visitar el Mercado Central y probar la ensaladilla rusa de Camarena, entre otras exquisiteces.

Nos encantó y extrañó su textura. Luego, cuando conocimos la receta en boca de su autor, entendimos el por qué de la suave, deliciosa y cremosa ensaladilla rusa, acompañada de unos picos de pan con un toque de sal.

Copiamos la receta para hacerla en casa. Alguna vez que Gloria la ha elaborado, siguiendo las doctrinas de Ricard Camarena, se asemeja bastante a la que pudimos degustar en el Central Bar. Aunque de sencilla realización, es necesario echarle algo más de tiempo que a la habitual. Más adelante se entenderá y por supuesto, merece la pena la dedicación.

A continuación, traslado algunas consideraciones y datos al respecto de esta ensaladilla rusa. Una de sus peculiaridades estriba en el pimiento rojo asado y en la judía verde, apenas escaldada y picada. Camarena cuece la patata, variedad monalisa, y las zanahorias enteras, con piel, y deja que se enfríen antes de pelarlas para que no se endurezcan. No las corta ni las tritura, sino que las ralla, al igual que hace con el huevo duro. El atún, desmigado, a ser posible con las partes menos cotizadas del mencionado pez y que resultan ser las más sabrosas. Una vez mezclados todos los ingredientes, los amasa a mano, con el objeto de presentar una ensaladilla rusa muy cremosa. Con todo amasado y añadida la mayonesa correspondiente, debe reposar para que se ensamblen los sabores.

Ingredientes para 6 raciones: 4 patatas medianas, 1 pimiento rojo asado o una lata mediana, 4 zanahorias, 12 judías verdes, 4 huevos duros, 4 latas de atún desmigado, 300 gramos de mayonesa Hellmann´s o Musa, aceite de oliva virgen extra y picos de pan.

Elaboración: Cocer las patatas y las zanahorias enteras y con piel. Dejar que se enfríen, pelar y rallar. Escaldar las judías verdes y picarlas muy finas. Añadir. Picar el pimiento rojo asado y añadir junto con el atún y el huevo duro, previamente rallado. Amasar con las manos hasta darle la máxima cremosidad posible. Añadir la mayonesa, remover y dejar reposar en el frigorífico de cuatro a cinco horas. Servir con picos de pan crujientes y un buen chorro de aceite de oliva virgen extra.

Según Ricard Camarena, hacen alrededor de 200 kilos de ensaladilla a la semana durante todo el año.