jueves, 7 de junio de 2018

00714 La Escarola

UNA IMAGEN MÁS QUE SABOR

A decir verdad, no es de los vegetales que más me apasiona. Es más, no acostumbra a estar en mi dieta diaria. Si me la ofrecen, la consumo sin problema alguno; ya queda dicho que me gustan todos los alimentos salvo las aceitunas con hueso.

Si la traigo hasta este caleidoscopio vital no es por su condición alimenticia sino por lo que representa en mi particular imaginario. Siempre que veo una escarola, ya sea en el supermercado, frutería o en la mesa, mi memoria infantil me trae las cenas invernales en casa de mis padres. El sonido de la radio de fondo y en torno a una mesa camilla vestida y con brasero, la familia reunida. En el ambiente, un intenso olor a vinagre de vino casero y a ajo. La escarola siempre servida en la misma fuente, que mi padre untaba pacientemente con ajo para a continuación depositar las hojas de escarola y con un estudiado movimiento de mano frotarlas por las paredes del recipiente para que se impregnaran del aroma del ajo. Era como un ritual. Y acompañando a la escarola, una tortilla francesa o de patatas o algún pescado albardado. Creo que ningún otro alimento de esos entonces dejó tanto apego en mi memoria como la escarola en las cenas invernales. Eso, y el placer con el que se la comía mi hermana María Engracia.





No hay comentarios:

Publicar un comentario