jueves, 29 de noviembre de 2018

00872 La Lasaña Napolitana

UNA CONTUNDENTE DELICIA


En algún momento de este caleidoscopio vital ya he dejado constancia de mi gusto por la lasaña e incluso he compartido alguna receta. Me encanta la pasta en general y la lasaña en particular, hasta el punto de convertirse en una fiesta cada vez que sale a la mesa.

Recientemente tuve la oportunidad de cenar en una trattoria regentada por un amable y simpático napolitano. La intención era tomar una pizza napolitana de fama en este establecimiento pero solo la elaboraban los lunes y ese día era sábado. Cambio de planes y apetencias.

El agradable napolitano comenzó a enumerar todas sus especialidades y alguna sugerencia. El mero hecho de oír todo lo que ofrecía me sirvió ya de alimento. Pero algo había que tomar, máxime cuando nos habíamos sentado en torno a una mesa, sin tener reserva y con la trattoria repleta de comensales.

Todos los platos ofrecidos me parecieron contundentes para una cena, así que pensé que ya puestos, por qué no atreverme con una lasaña napolitana de ternera de Ávila y tomate de la huerta valenciana, tal y como enunció el dicharachero napolitano.

Me pareció deliciosa y más llevadera, sobre todo para una cena, que la acostumbrada lasaña con bechamel. Tengo que confesar que me dio pena que llegara a su fin tan cautivador sabor.

Cuando llegué a casa lo primero que hice fue interesarme por su elaboración y, salvando el toque personal de esta trattoria, paso a compartir una receta que traslado de un libro de cocina tradicional italiana.

Ingredientes para 6 personas: Un kilo y medio de tomates naturales pelados, 400 gramos de carne picada de vacuno, 200 gramos de mozzarella, 4 huevos duros, una cebolla, una zanahoria, un diente de ajo, parmesano rallado, sal y aceite.

Elaboración: Poner en una cazuela un poco de aceite, el diente de ajo picado, la cebolla también picada y la zanahoria en juliana. Cuando esté dorado, incorporar el tomate, salpimentar y cocinar a fuego medio hasta que observemos que el tomate está hecho. A continuación, colocamos la carne picada en una fuente y le añadimos el queso parmesano, uno de los huevos duros cortados a trocitos, sal y un poco de pimienta. Mezclamos bien y formamos pequeñas albóndigas. Incorporamos las albóndigas a la salsa de tomate y completamos la cocción.

Colocamos en una fuente de horno una capa con las tiras de pasta de lasaña (seguir las instrucciones del fabricante)  y la cubrimos con la salsa de tomate y albóndigas. Sobre esta añadimos huevo duro cortado a rodajas y trozos de mozzarella. Cubrimos con otra capa de tiras de pasta de lasaña y sobre esta, otra capa de salsa, huevo duro y mozzarella. Así, hasta acabar con los ingredientes. Espolvorear queso rallado parmesano y hornear a 160 grados, con horno pre calentado, por espacio de unos cincuenta minutos.

En lugar de formar pequeñas albóndigas, se puede elaborar simplemente con la carne picada y la salsa de tomate.




martes, 27 de noviembre de 2018

00871 La Calabaza

FRUTO DE LA CASUALIDAD


Mi gusto por la calabaza es reciente y fruto de la casualidad. Datará de hace cinco o seis años. Hasta ese entonces la ignoraba por completo. No contaba con ella para nada.

Fue en mi segundo año de huerto. La primavera en la que planté todo lo que se podía plantar en mi incipiente afición. Tomates, judías, lechugas en toda su variedad, pimientos, calabacines, sandías, melones.... de todo,  menos calabazas. Ya digo que las ignoraba.

Mis nervios incontrolados por tener huerto que cuidar me llevó a plantar antes de lo aconsejado. Y mira que fui advertido: "no plantes antes del 15 de mayo que todavía puede caer alguna helada". Pero ni caso. Yo a lo mío y a mis plantas. Helar no sé si heló ese año, pero frío hizo un rato, tanto que tuve que reponer alguna que otra planta.

Con el paso de los días el huerto comenzó a tomar forma y las plantas iniciaron su crecimiento a la par que mi ilusión. Todo parecía responder a la sabia naturaleza a pesar de mi torpeza. Aparecieron las primeras flores y tras ellas los primeros y diminutos frutos. Hasta los melones hicieron su aparición para mi regocijo. Pintaba bien la cosa, pero..... Un día observé que los ocho melones que yo tenía como tales no respondían a la fisonomía de esta fruta. Se habían tornado redondos y de piel tosca. Pensé que serían sandias, alguna que otra variedad. Pero no, con el paso del tiempo pude darme cuenta que se trataba de calabazas.  No daba crédito. Cuando compré las plantas me las dieron,  y así rezaba el letrero, como "melón, piel de sapo". 

Le conté a un amigo, que de esto sabe más que algo, lo sucedido y con una pícara sonrisa me preguntó si los "melones" los había plantado antes o después de los fríos. Le contesté que antes. La respuesta, que por los tecnicismos empleados no sé ahora reproducir, no se hizo esperar. Más o menos me vino a decir que esto puede ocurrir, ya que a determinadas plantas de melones para que resistan a los fríos, se les injertan semillas de calabaza, "primas lejanas de los melones", de esto sí que me acuerdo, y que en según qué casos, podía llegar finalmente a prevalecer la calabaza.

El caso es que me encontré en el huerto con cerca de una decena de calabazas. No me hizo mucho gracia, pero ya que estaban, decidí sacarlas adelante. Se hicieron de un buen tamaño y llegado el uno de noviembre las saqué del huerto para llevarlas a una reunión familiar, con celebración de halloween incluida. Las vacié, les hice ojos y boca a cada una de ellas, no sin antes dejarme los dedos en el intento y producirme varias heridas, y las decoré para disfrute de nuestra chiquillería.

Mi horror de la tarde noche me sobrevino cuando vi en un recipiente la gran cantidad de carne que había salido de las calabazas. ¡Qué hacer con ella! ¡Cómo prepararla si era la primera vez que me enfrentaba a ella! Y el personal, ¿qué cara pondría? Hice una llamada, tomé buena nota de lo que me dijo y preparé para cenar un puré de calabaza. Una vez elaborado, lo serví en los platos y..... ¡Sorpresa! ¡Unanimidad! Incluso hasta hubo quien repitió. Ciertamente, estaba delicioso.

Desde ese día, la calabaza ya no me es ajena sino que acompaña a mi dieta con bastante frecuencia, incluso fuera del clásico puré. Y todo gracias a  una casualidad.


lunes, 26 de noviembre de 2018

00870 Los Buñuelos de Bacalao

BUÑUELOS DE RECUERDOS


Dicen que eran deliciosos, que los hacía como nadie. No recuerdo haberlos probado. Mi memoria solo alcanza para verle trajinar con su bata blanca en la cocina, entre paciente y paciente,  en torno a una freidora también blanca. Pero me es imposible visualizar qué introducía en el caliente aceite. La vida nos separó muy pronto y escasamente me dejó almacenar unas pocas vivencias y algunos recuerdos. Sí, nos separó cruel e inexplicablemente pronto.

Pasaron muchos años y el destino quiso llevarme a la ciudad de Monzón; a mi querido Monzón y a  mi no menos querida radio. ¡Qué curioso! Fue aquí, en esta ciudad, donde se conocieron mis padres. Él había llegado de Lérida para ejercer como odontólogo y ella, desde Seira, como maestra. Un flechazo, según mi madre, que luego les llevaría a Huesca.

Los viernes, en Radio Monzón, tenía por buena costumbre hablar de gastronomía y ofrecer recetas a los oyentes con la inestimable colaboración de Mariano Sánchez, del Restaurante Jairo. En uno de los programas, próximo a la Semana Santa, Mariano nos deleitó con su receta de buñuelos de bacalao. Siempre prestaba mucha atención a sus recetas y consejos, pero en esa ocasión puse en su decir todos mis sentidos. Yo nunca había hecho buñuelos de bacalao y tampoco era algo que se ofreciera con asiduidad, así que su lección la tomé como un descubrimiento. Al día siguiente, tiempo me faltó para poner en práctica sus enseñanzas. Me parecieron deliciosos y se los brindé a la memoria de mi padre.

Todavía guardo la hoja de cuaderno cuadriculado donde apunté la receta que desgranó Mariano en aquella ocasión y que hasta a mí me cuesta interpretar la letra.

Ingredientes: 200 gramos de bacalao desmigado, 50 gramos de mantequilla, 1/4 de litro de leche, 100 gramos de puré de patata (natural o de sobre), 3 huevos y una cucharada de levadura en polvo.

Elaboración: Poner a hervir en un cazo la leche y la mantequilla. Cuando empiece a hervir se añaden los copos de patata o las patatas peladas y partidas para hacer un puré bastante espeso. A continuación se le añade al puré de patata el bacalao desmigado y cuando esté templado se retira del fuego y se le incorporan los huevos. IMPORTARTE, los huevos hay que añadirlos uno a uno, removiendo sin parar. No incorporar el siguiente hasta que el anterior se haya mezclado bien a la masa. Finalmente se añade la levadura, se remueve bien la masa y se deja reposar unos treinta minutos. Se forman bolas y se fríen en una sartén honda o freidora con el aceite no muy caliente.








jueves, 22 de noviembre de 2018

00869 La Sansevieria

ESPADA DE SAN JORGE

Si la memoria no me falla, que todo puede ser, creo recordar que esta fue la primera planta que cuidé de manera personalizada cuando me independicé. Fue con ella y con alguna que otra especie de fácil cuidado con las que me inicié en el gusto y afición por las plantas.

Si fue la sansevieria y no otra, me imagino que sería porque es una de las plantas de interior más resistentes que hay. Lo aguanta y soporta todo, es una gran superviviente. Le da lo mismo el ambiente seco y caliente de las habitaciones, la escasa luz, el olvido del riego y el olvido en general. Siempre está allí con mayor o menor fortuna.

Llegué a tener un buen ejemplar cuyos "hijos" fui transplantando a otras macetas o regalando a quien me lo pedía. Con el tiempo conseguí una gran familia de sansevierias de decorativas y sobresalientes hojas.

Hace unos días me topé en mi caminar con una jardinera de hermosos y saludables ejemplares. Su visión me trasladó al salón de aquellos años en los que nos hicimos compañía y en los que su sola presencia relajaba la estancia con su alentador color y la caprichosa forma de sus hojas.

Intento ahora recordar qué fue de ellas cuando dejé el piso para emprender una nueva vida. No sé si se quedaron allí o les busqué otro cobijo. No recuerdo. No sé qué me da que van a volver a casa.

Por cierto, debido a sus hojas duras y punzantes, la sansevieria es conocida popularmente como "espada de San Jorge", "planta de la serpiente", "cola de lagarto" y "lengua de suegra".



miércoles, 21 de noviembre de 2018

00868 Tascas y Jamones

ESPECIAL ENCANTO


Ver jamones colgados del techo de una tasca me parece siempre una imagen atractiva y placentera. Me resulta un mirar amable y pintoresco. Olor y aroma despiertan los sentidos para convertir el lugar en un rincón con un encanto especial y extrema personalidad.

Costumbre y tradición se muestran ajenas a los cambios y al devenir de los tiempos. Cada lugar una historia que recoger y un sentir que participar. No hay prisa. La estancia es queda, pausada, retenida por un reconocible olor que gravita sobre las cabezas para convertirse luego en sustento y capricho de entregado parroquiano. Tascas de ayer, de hoy y de siempre, y sus jamones colgados en armoniosa y placentera espera.

En una ocasión leí que la costumbre de colgar los jamones se remonta a los siglos comprendidos entre el X y el XIV, años en los que convivieron judíos y cristianos. Según Claudia Rodén, escritora y estudiosa de las tradiciones culinarias árabes y judías, en su libro "La cocina en España", "los judíos empezaron a introducir el cerdo en sus platos y a utilizar manteca de cerca en lugar de aceite para que sus casas olieran a cerdo y no levantar sospechas sobre la religión que profesaban". Rodén relata que durante la expulsión de los judíos, "los que se quedaron tuvieron que convertirse al cristianismo y para convencer a la Inquisición de su nueva fe, empezaron a incorporar el cerdo a todos los platos, a cocinar con manteca e incluso a colgar un jamón en el portal de sus casas para no levantar sospechas y dejar claro que ahí ni vivía ni entraba ningún judío". En las tascas de la época se colgaban los jamones en lugares bien visibles para dejar claro que se trataba de un local donde se consumía cerdo, y por tanto, los judíos no eran bienvenidos.

De cualquier manera y al margen del hecho cultural, el sabor,aroma y textura del jamón se debe en gran parte a la tradición de colgar los jamones, que permite que la pieza se ventile y vaya perdiendo poco a poco la humedad y el exceso de grasa que es recogida por una "chorrera" que se coloca en la punta del jamón.

martes, 20 de noviembre de 2018

00867 Los Bolos de Arroz

MAGDALENAS PORTUGUESAS


Hoy me he levantado con la predisposición de recoger y ordenar una pila de papeles, resultado de la última vez que intenté ordenar mi espacio vital. Entre ellos me he encontrado con una receta de "Bolos de Arroz", típicos de la vecina Portugal, similares a nuestras magdalenas, que probé estas pasadas vacaciones y me parecieron deliciosas. Aunque, como ya he comentado en alguna que otra ocasión, soy de los de desayunar un café americano y a la calle, recuerdo que en mi estancia vacacional, estos caprichosos dulces entraban en mi estómago por pares. La receta que ahora transcribo no sé si será la original, pero como tal la recogí.

Ingredientes: 125 gramos de harina de arroz, 50 gramos de harina para repostería, 2 huevos, 100 ml de leche entera, una cucharada de levadura, 150 gramos de azúcar, 50 gramos de mantequilla, ralladura de limón, una pizca de sal y una pizca de bicarbonato.

Elaboración: Batir la mantequilla con el azúcar hasta conseguir una pasta cremosa. A continuación añadimos los huevos uno a uno y sin dejar de batir. Agregamos la leche y la ralladura de limón y batimos de nuevo la mezcla. Incorporamos las harinas tamizadas poco a poco, la pizca de sal y la levadura. Amasamos todo hasta obtener una masa homogénea pero no demasiado espesa. Solo restará verter la masa en los moldes e introducirlos en el horno pre calentado a 180 grados por espacio de unos 40 minutos.

Ya que me he reencontrado con la receta, este fin de semana puede ser un buen momento para también reencontrarme con los bolos y con el recuerdo vacacional. Lo que no sé es de dónde sacaré los moldes alargados, donde radica una de sus gracias. Algo se me ocurrirá.






00866 Los Choquitos Fritos

NO HAY MANERA


Me encantan los choquitos, me enloquecen. Son como las pipas del mar; empiezo a comer uno y es un no parar. Además, al igual que aquellas, siempre los relaciono con momentos de requerida calma, sosiego, sin tiempo y sin día. Su presencia siempre me resulta algo extraordinario. Solo tienen un pero... que no hay manera de que me salgan bien.

Mira que lo he intentado veces, pero no hay manera. Mira que me he fijado como un búho cuando los he visto freír, bien enharinados, pasados por un tamiz, en aceite bien caliente y no muchos a la vez. Con harina de trigo, de garbanzo o especial para fritos. No hay forma, siempre me salen fritos sin más o como un engrudo.

Los he secado bien antes de enharinarlos, he utilizado freidora, he seleccionado los ejemplares cuando he tenido oportunidad..... y nada, que no hay forma de sacarles el crujir en la boca. Me quedan gomosos, sin gracia o blandengues y sin alma. Son mi una de mis asignaturas pendientes en la cocina. No obstante, además de admitir mi falta de destreza con ellos, he llegado a la conclusión que el fiasco viene derivado del producto, siempre congelado y lejos de su hábitat. Así que hace tiempo que he desistido de torturarlos y de torturarme, y me conformo con disfrutarlos cuando la ocasión es propicia y están elaborados por quien sabe, tiene experiencia y los hace crujir. ¡Un auténtico disfrute!



lunes, 19 de noviembre de 2018

00865 Los Castillos de Arena

ARTE EFÍMERO


Me topé recientemente con él en una playa levantina. Me pareció, como tantos otros, una auténtica obra de arte nacida del esfuerzo, la destreza y la imaginación.

Siento admiración por la gente que hace estructuras de estas características. Me quito el sombrero ante ellos, yo, que lo más parecido que he hecho a un castillo de arena, ha sido unir cuatro torreones elaborados con un cubo de playa en mis días de vacaciones con hijas pequeñas, pala y rastrillo playero. Y mira que he intentado veces levantar en la arena alguna que otra floritura. Pero todo el esfuerzo ha sido torpe y baldío.

El autor de esta obra de arte se encontraba justo al lado de tan fantástica fortaleza de agua y arena. Autor y guardián. Me acerqué hasta él con el fin de solicitar su permiso y hacer unas fotografías al castillo. Me dio su consentimiento con la mirada. Realicé media docena de fotografías y deposité unas monedas en el cartón del artista. Mi hubiese gustado conversar con él, conocer algo de su existencia,  saber cuántas horas le llevaba levantar un castillo de arena, cómo aprendió, qué jornal a base de voluntades se podía sacar en un día... Pero no tenía tiempo. Mi paso por ese lugar, como el arte de este anónimo personaje, fue efímero. Apenas me dio tiempo de  pronunciar un gracias a cambio de una sonrisa complacida.



domingo, 18 de noviembre de 2018

00864 El Perejil

SIEMPRE A MANO



Si hay una planta que está en "todas las salsas", esta es la de perejil. Venga o no venga a cuento, allí que está el popular y aromático perejil. Y si no, para ornamentar o dar color al plato (el señor Arguiñano así nos lo viene inculcando desde hace muchos, muchos años).  Sea como fuere, el perejil no se pierde una.

Es de esas plantas que siempre tenemos en el frigorífico para un por un "por si acaso", e incluso en alguna maceta en la terraza, gracias a su fácil y agradecido cultivo. No obstante, lo más fácil, así me lo dice la experiencia, es que la primera acabe en la basura seca y olvidada; y la segunda, muera de sed y también de olvido.

Tengo que reconocer que, aún gustándome, no acostumbro a acordarme de él, salvo cuando hago una salsa verde, imprescindible, o en algún cocinado cuya receta aprendí con el perejil como ingrediente. Otra cosa es su aroma, su especial olor a fresco y a naturaleza. Me encanta el aroma que desprende el perejil recién cortado, tan reconocible, penetrante e intenso. La memoria, que está al quite de todo, me trae ahora recuerdos de mi infancia cuando iba con mi madre a la pescadería. Era como una rutina. En la antesala de la despedida siempre pedía un ramillete de perejil que el pescatero envolvía en un recio papel, a modo de cucurucho,  y que al llegar a casa era depositado en el frigorífico,  en el departamento habilitado para las hueveras.

Acabo de navegar por la red para buscar cosas curiosas sobre el perejil y estas son algunas de las que he encontrado. Los griegos adornaban sus cabezas cuando participaban en banquetes, porque creían que su olor daba una nota de alegría y estimulaba el apetito. En cambio, los romanos lo utilizaban para decorar las tumbas de sus parientes y los etruscos lo consideraban como una planta mágica, útil en los ritos propiciatorios destinados a aplacar la justicia divina.

He leído también que en el siglo I d.C. Discóride atribuyó propiedades analgésicas a la lista de virtudes medicinales del perejil, ya que aparte de que estimulaba la diuresis y causaba la aparición de la menstruación, también aliviaba los dolores. El jugo se tomaba para detener el sangrado de la nariz, el tallo se usaba para los filtros de amor, las raíces eran elementos básicos de los ungüentos y la de cocción se tomaba como un afrodisíaco.

En cuanto a sus propiedades, es muy rico en vitaminas C, A, K, ácido fólico, así como en potasio, hierro y calcio. Estimula la diuresis, purifica el cuerpo y, entre otras bondades, reduce la producción de gases intestinales.




sábado, 17 de noviembre de 2018

00863 El Salmón al Micro

CON CEBOLLA


El salmón es uno de mis pescados favoritos y acostumbra a estar en la mesa con frecuencia. Me encanta su sabor y lo versátil que es en la cocina. Es de los pescados con el que te puedes complicar la vida todo lo que quieras o cocinarlo en un plis plas. Un ligero paso por la sartén con un poco de aceite es más que suficiente, pero hoy voy a dedicarle algo más de atención. Tampoco mucha, pero me apetece que vaya en  compañía de otros sabores. Así que prepararé salmón con cebolla al micro ondas. No me llevará más de veinte minutos y el resultado es sensacional.

Ingredientes: Cuatro rodajas de salmón fresco, una cebolla dulce, pimienta negra, eneldo, aceite y sal.

Elaboración: En un sarcófago para micro ondas o similar, colocamos una cebolla cortada a láminas y salpimentamos con sal, pimienta negra y unas gotas de aceite. Introducimos en el microondas por espacio de diez minutos o hasta que empiece a tornarse transparente, y sacamos del micro. Colocamos sobre la cebolla las rodajas de salmón fresco y salpimentamos también con sal, pimienta negra, unas gotas de eneldo y aceite. Volvemos a introducir el sarcófago en el micro ondas por espacio de cinco minutos o hasta que consideremos que el pescado está hecho. Sacamos, emplatamos y a la mesa. Así de sencillo y eficaz. En veinte minutos disfrutaremos de un sabroso salmón bien acompañado.






viernes, 16 de noviembre de 2018

00862 Un Buen Plato de Cebolla

SENCILLEZ EXTREMA


Mirando este plato de "monda y lironda" cebolla, me he acordado de una reciente conversación con una amiga y seguidora habitual de este caleidoscopio vital, según me comentó. Hacía tiempo que no nos veíamos y cogimos un buen "capazo", de esos que hacen historia. Tras ponernos al corriente de nuestras respectivas vidas, mi amiga sacó a colación este blog. Desconocía que fuera seguidora. Me adelantó que no acostumbra a dejar constancia de su paso por las páginas con los habituales "me gusta", que simplemente las lee y  toma nota de alguna que otra receta, sobre todo las que llevan el cuño de mi madre. Añadió también que se identificaba con la mayoría de las cosas aquí escritas y que por lo visto, compartimos muchos gustos.

No obstante, según me trasladó, había algo que le llamaba poderosamente la atención, y transcribo literalmente, "los bandazos que daba". En resumen, le sorprendía que tan pronto un día comparto una receta más o menos elaborada, como al día siguiente aparece por aquí un simple tomate con ajo o el lomo con queso y otro día una extraña mezcla de sabores. Le expliqué el objetivo de este blog, que ni mucho menos pretende ser un tratado gastronómico ni aportar nada al mundo, y el por qué de su razón de ser, que después de tres años, en nada se parece a cómo lo imaginé. Hicimos unas risas y "levantamos" el campamento callejero con el propósito de volver a vernos a no mucho tardar.

Risas que ahora vuelven a mi rostro al imaginar qué cara pondrá mi amiga cuando vea aquí un sencillo plato de cebolla con aceite y sal. Sí, es una de esas diez mil cosas que me gustan; un sencillo plato de cebolla con aceite y sal.

Un beso, amiga.




jueves, 15 de noviembre de 2018

00861 Los Naranjos Urbanos

NARANJOS AMARGOS


En numerosas calles y plazas de ciudades y pueblos, sobre todo de Andalucía, es frecuente encontrarnos con naranjos, naranjos amargos de urbana placidez.

De siempre me han llamado la atención por su estética en el enclave, por sus verdes y alegres hojas, por el color de sus frutos y, si en el tiempo coincide, por el blanco de sus flores y su olor a azahar. Su solvencia estética y organoléptica invita a percibir el adoquín y el asfalto de manera más transigente.

Cuando en mi caminar me topo con una calle o plaza con naranjos o simplemente con un "caprichoso" y solitario ejemplar, me pregunto si ese mismo espacio sería igual sin su presencia. Hago un simulacro de abstracción y constato que falta algo. No es el árbol ni sus alegres y verdes hojas. Tampoco es su ornamento ni el espacio que ocupa. Son sus redondos y vivaces frutos los que echan en falta el mirar. Fruto de amargo sabor que contrasta con la desordenada armonía de color y viveza que gravita sobre la cabeza. Y los vuelvo a mirar, ahora en tiempo real, y no sé por qué, siempre me sacan una leve sonrisa.

Por cierto, acabo de leer que un trabajo realizado en 2011 por la Consejería de Medio Ambiente andaluza para evaluar los sistemas verdes urbanos como sumideros de dióxido de carbono (CO2) ante el cambio climático, certificaba que las especies de árboles "más eficientes en el secuestro de carbono atmosférico son el naranjo amargo, el limonero, el laurel y el quejigo".




miércoles, 14 de noviembre de 2018

00860 Los Canelones de Langostinos

UNA DELICIA


Regresan a este caleidoscopio vital los canelones con su fantástico sabor y apetitosos rellenos. Es cierto que en la última ocasión que los menté aquí, me comprometí a traer, a no mucho tardar, los que me hacía mi madre para mi santo y cumpleaños. Pero todavía no he tenido oportunidad de elaborarlos. En casa esos canelones no gustan a todo el personal. Uno de sus ingredientes se les "atraganta" y para mí solo es un incordio. No obstante, aunque sea,  haré media docena para compartir mis canelones "de toda la vida".

Los que hoy propongo son una pasada de buenos: rellenos de langostinos. Me parecen deliciosos. Hay que dedicarles algo de tiempo, pero merece la pena.

Ingredientes: Para el relleno de los canelones; medio kilo de langostinos, una cebolla o un puerro, aceite de oliva, leche, harina y sal. Para la salsa; una nuez de mantequilla,  leche, harina, sal y un fumet elaborado con las cabezas de los langostinos, una copa de brandy, una cebolla y sal.

Elaboración: Una vez pelados los langostinos, reservamos las cabezas y las doramos en un cazo junto con una cebolla troceada. A continuación, flambeamos con el brandy y cubrimos de agua. Dejamos cocer por espacio de unos veinte minutos. Trituramos, colamos y reservamos el fumet resultante.

En una sartén pochamos una cebolla troceada y cuando comience a estar transparente añadimos los cuerpos de los langostinos. Cocinamos unos cinco minutos y trituramos. La mezcla resultante la volvemos a depositar en la sartén y añadimos una cucharada de harina. A continuación, vamos echando leche hasta conseguir una masa consistente que nos servirá de relleno de los canelones. Retiramos del fuego y dejamos enfriar. Una vez fría la masa, rellenamos los canelones y los depositamos en una fuente para horno cuya base habremos untado previamente con mantequilla.

El siguiente paso es poner en una cazuela una nuez de mantequilla y una cucharada de harina e incorporar el fumet con un poco de leche hasta que espese la salsa. Reservamos.

Por otro lado, elaboramos una bechamel más bien espesa y una vez obtenida la vamos depositando de forma individual por encima de los canelones que tenemos dispuestos ya en la fuente para horno. Espolvoreamos queso rallado para gratinar e introducimos la fuente en el horno a 180 grados en la doble función de cocinar y gratinar. Cuando los canelones estén gratinados, sacamos la fuente del horno y emplatamos.

Para emplatar, comenzamos poniendo en el plato una base de fumet y sobre este los canelones. Solo resta antes de sacar a la mesa, espolvorear por el plato cebollino cortado muy fino. Una delicia.




martes, 13 de noviembre de 2018

00859 Los Porches

MÁS QUE UNA ESTANCIA


Son algo más que una invitación, más que una antesala, más que una bienvenida. Son los sueños de los sueños cuando se mimetizan. Son las estancias abiertas para que pase el aire, el sol se quede y la palabra se despiste con cualquier detalle.

Son lugares de estancia en las estancias en tiempo indeterminado de abrigo y cobijo. Todo y nada queda en los porches en los días de lluvia y de sol radiante. Una confesión, una petición, tres deseos, un guiñote, una copa, un libro y un papel por si hay algo que anotar, que recordar.

Y el tiempo pasa igual que el aire que apenas se nota. Parece que fue hace un rato y ya han pasado media docena de miradas perdidas, tres pensamientos, dos sueños y una gaviota. Para eso están los porches, para que todo y nada pase.

Son los porches algo más que una invitación, más que una antesala, más que una bienvenida; son un sueño y deseo, por qué no,  de algún día.



lunes, 12 de noviembre de 2018

00858 La Torteta con Mango

MÁS PROBATINAS


No asustarse. Hay cosas que dan más miedo. Esto no es más que una de esas probatinas que de vez en cuando me gusta hacer y a ver qué pasa.

Voy sobre aviso porque cuando en alguna ocasión he comentado esta combinación de alimentos, las caras de mis interlocutores no han sido muy complacientes e incluso han dejado asomar cierto rechazo, sobre todo a quienes les encanta la torteta hasta rabiar y se la comen cruda, tal cual. Les entiendo.

Esta unión de torteta y mango nació de mi hartazgo de ver rondar por el frigorífico una pieza de esta fruta día tras día y que me pareció había recorrido ya todos los rincones posibles del frío electrodoméstico. Así que decidí hacerla desaparecer. Estaba muy madura y colocada en esta ocasión sobre un paquete de tortetas envasadas al vacío. Algo me dijo entonces que podía probar a mezclar sus sabores. Me gustan las combinaciones de dulce y salado. Si funcionaba esta, la volvería a repetir. Si no era así, tal día haría un año.

Cogí una torteta y la corté en láminas muy, muy  finas. A continuación, la dispuse en crudo sobre una bandeja y la rocié de aceite de oliva virgen y una escamas de sal Maldon. Pelé el mango y lo coloqué troceado junto a la torteta. Solo quedaba probar la combinación de sabores. Un trozo de torteta y otro de mango... No estaba mal. No se daban excesivas bofetadas entre ellos e incluso el sabor final llamaba la atención. Se podía repetir. Solo restaba buscar una presentación más sugerente. Será para la próxima oportunidad.






jueves, 8 de noviembre de 2018

00857 ¡Bienvenido, Otoño!

BIENVENIDO SEA


El otoño llega a nuestras vidas no solo provisto con su espectacular paleta de colores sino también con el anuncio de nostálgicos aromas y olores.

Desde hace algunos años nos gusta recibir en casa al otoño con un aroma un tanto especial que se apodera de las estancias,  hasta el punto de prevalecer sobre cualquier otro olor que se pueda colar de la calle. Es un aroma limpio, de recuerdo infantil, de sutil esencia que en un abrir y cerrar de ojos transporta a un campo silencioso y reposado. Un olor sin edad que se abre paso pegado a un fruto recién bajado del árbol. Fruto sugerente y apretado, que pronto será dulce carne almibarada. Bastarán unas horas, pocas y esforzadas horas de atenta dedicación, para que el fruto mute su color de luz y energía en favor de la excitación otoñal.

Y mientras esto sucede, la casa se contagia de fruto, campo, aroma y sensación. Es el otoño que llega, bienvenido sea.


miércoles, 7 de noviembre de 2018

00856 Los Tomates Cherry con Atún

FRUGAL DELEITE


Todavía queda algo de sabor del verano reciente. Son ellos, los pequeños tomates cherry quienes me devuelven a los apacibles y relajados días de sol y huerta.

Siguen crujientes, tersos y sabrosos como el día que los arranqué de las olorosas y decorativas tomateras. En la mesa continúan siendo bien recibidos con la incógnita de cómo o en compañía de qué aparecerán.

No necesitan reinventarse ni sofisticación alguna; simplemente, imitar a sus primos los tomates mayores. Así que hoy serán servidos con migas de atún, ajo, sal y aceite. Es más que suficiente compañía para un frugal deleite. Es más que idóneo para no olvidar un pellizco de sabor del verano más reciente.


martes, 6 de noviembre de 2018

00855 Los Profiteroles

DE NATA CON CHOCOLATE


Hacía tanto tiempo que no los cataba que me había olvidado de su sabor. Entiéndase que es una forma de hablar; hay sabores imposibles de olvidar y este, el de los profiteroles de nata con chocalate, es uno de ellos. ¡Cómo olvidar la suavidad casi etérea de la masa choux rellena de fresca nata y bañada en un generosos desplome de chocolate caliente que la envuelve y engrandece!  ¡Es imposible!

De un bocado y sin mancharme. Este es mi reto cuando me enfrento a uno de estos delicados manjares nacidos para complacer. No siempre lo consigo. No siempre el tamaño es el idóneo y no siempre estoy ducho en tal práctica. Pero incluso la posible mancha tiene su gracia a modo de improvisada travesura. Es el marchamo de la delicia.

La masa choux, soporte de los profiteroles, se popularizó en Francia, si bien, parece ser que fue Catalina de Medici quien trasladó la receta de Italia hasta el país galo en el siglo XVI. Leo que fue un tal Pantarelli, un reconocido pastelero italiano, "el primero que elaboró un postre con pasta chaud, pasta caliente". La receta perfecta no llegaría hasta que Carême la desarrolló en 1880 en Francia y la empezó a utilizar tanto en dulce como en salado y con rellenos diversos. También como base para muchos pasteles y tartas, entre ellas la famosa Saint Honoré.

No es una masa sencilla de preparar, pero aquí dejo la receta para quienes quieran lanzarse a la aventura.

Ingredientes: 50 ml de agua, 200 ml de leche entera, 125 gramos de mantequilla, 250 gramos de harina de trigo, 5 huevos y una pizca de sal.

Elaboración: En un cazo ponemos el agua, la leche y la mantequilla, y llevamos a hervir a fuego suave, removiendo para que no se pegue. Cuando hierva, vertimos la harina de una sola vez y removemos hasta que la masa se despegue del cazo. Retiramos del fuego y dejamos reposar la masa hasta que temple.

A continuación, añadimos los huevos a la masa y removemos hasta que quede compacta. Introducimos la masa en una manga pastelera y hacemos formas redondas sobre la bandeja que posteriormente introduciremos en el horno. La bandeja la forraremos con papel de aluminio o de horno. Solo resta introducir la bandeja en el horno pre calentado a 185º durante unos veinte minutos o hasta que veamos que la pasta esté ligeramente dorada.

Sacamos la bandeja del horno, dejamos enfriar la masa, cortamos por la mitad, rellenamos de nata, bañamos con chocolate y voilá.