lunes, 17 de febrero de 2020

00907 La Zarzuela de Pescado y Marisco

DE RECREO Y CONTEMPLACIÓN

Cuando mi madre hacía zarzuela de pescado y marisco, solo su olor anunciaba que algo bueno estaba por venir; un encuentro o reunión familiar, la celebración de alguna festividad o la llegada a casa de alguien querido. De aquí, que este plato de arraigado origen marinero, siempre lo asocie a  pequeños momentos de felicidad.

Siempre me ha parecido un plato muy entretenido, ya no solo por su exclusivo sabor, sino por la variedad de las texturas de sus ingredientes. Si habitualmente me deleito con la comida, con esta elaboración puedo llegar a ser el colmo de la lentitud. Despacio. Poco a poco, de sabor en sabor. De recreo y contemplación.

Hay muchas recetas al respecto, según la zona geográfica donde nos encontremos o autor que la elabore. La base es muy similar en todas las preparaciones, si bien la diferencia estriba en los ingrediente empleados, las cantidades propuestas, las especias a utilizar, trucos... En fin, todo un mundo.

La receta que aquí comparto es la que cocinaba mi madre y que transcribo tal y como en su día apunté en mi cuaderno.

"Ingredientes para 4 personas: 4 medallones de merluza, 4 trozos de rape, 12 almejas, 16 mejillones, 300 gramos de anillas de calamar, 8 gambas, 8 cigalas, medio vaso de vino blanco, dos vasos de caldo de pescado, tres dientes de ajo, tres tomates, aceite, sal, pimienta,  una cucharada de harina y perejil.

Elaboración: "En una cazuela de barro se fríen en un poco de aceite los ajos cortados a láminas y los tomates. A continuación se añaden los mejillones, las gambas, las almejas y las anillas de calamar. Se incorpora el perejil picado muy fino, dos vasos de caldo de pescado y medio vaso de vino blanco con la cucharada de harina desleída, y se deja que se vayan rehogando los ingredientes a fuego medio.

Cuando observemos que está todo cocido, se añaden los medallones de merluza y el rape. Se deja cocer hasta que se haga el pescado, -preferiblemente con la cazuela tapada-, sazonamos con sal y pimienta y se sirve caliente".

Con toda seguridad,  no será la mejor receta de zarzuela de pescado y marisco que se haya escrito, pero a mí me parecía un delicioso manjar. Y así me lo sigue pareciendo.






viernes, 14 de febrero de 2020

00906 Llámalo Pescar

POR DECIR ALGO

No llevarse a equívoco. Pescar, lo que se dice pescar, ni me gusta ni me disgusta. Creo que habré echado la caña al río en media docena de ocasiones. Y puede que hasta esté exagerando.
Me refiero a otro tipo de pesca. A esa pesca sin muerte que alimenta a la imaginación cuando esta no tiene nada que hacer.

Me gusta pescar imágenes que algún día me harán recordar y casi con toda seguridad, emocionar. Pescar alguna palabra amable y sosegada entre el vocerío y las prisas. Pescar una conversación por el mero placer de conversar. Pescar alivios que calmen temores, miedos y heridas. Fragancias y aromas que transporten y devuelvan la dicha.

Me gusta pescar la nada en el estanque del aire que se hace todo bajo la luz radiante. Pescar en los bolsillos un olvido y en el forro del abrigo un bolígrafo querido que creía perdido. Pescar sonrisas y ojos brillantes en el caminar errante. Pescar, pescar y pescar. Tal es mi afición a pescar, que hasta un día pesqué en el mar una luz que quería ser farola.

jueves, 13 de febrero de 2020

00905 Las Acelgas con Longaniza

COMO UNA FIESTA

Vuelvo a retomar la cocina materna. En esta ocasión no tengo necesidad de acudir al cuaderno donde guardo escrupulosamente las recetas que aprendí de mi madre. Se trata de una elaboración en la que no es preciso apuntar cantidades ni tiempo de cocinado y además, cómo olvidar los recuerdos que me trae este plato. Es imposible.

En la dieta diaria, raro era el día, por prescripción facultativa, que no había verdura para comer. Cuando no eran judías tiernas, aparecían las borrajas o los cardos o las acelgas. Simplemente hervidas con un poco de patata y aliñadas con aceite o ajos fritos. Y así, un día tras otro. A mí ya me estaba bien. No he sido ni soy de protestar delante de un plato de comida. Lo que se sirve se come y los gustos personales se dejan para las celebraciones o días señalados. Así fui educado. ¡Y qué puñetas, me gusta todo!

No obstante, dicho lo dicho, también he de reconocer que el asunto de la verdura diaria acababa siendo un tanto aburrido. Yo no decía nada, pero puede que en ocasiones mi semblante me delatara. Y era entonces cuando el sexto sentido de mi madre se ponía manos a la obra y me sorprendía con unas deliciosas judías o acelgas aderezadas con un sofrito de cebolla y longaniza de Graus, ensalzadas con unas patatas fritas y crujientes, cortadas a cuadraditos, y que tanto me encantan. Ella no decía nada y yo tampoco. Nuestras miradas lo escenificaban todo y yo, mientras tanto, me relamía.

Cada vez que saco este plato a la mesa no puedo dejar de recordar aquellos años en los que yo lo recibía como una fiesta de cómplice mirar.




martes, 11 de febrero de 2020

00904 El Anturio

LA PLANTA DEL AMOR

Mirando el índice de este caleidoscopio vital, observo que tengo algo abandonada otra de mis pasiones: las flores y plantas. Así, que sin más dilación, me he dirigido al extenso archivo de imágenes de esta categoría y después de echarle un rápido vistazo no he dudado ni un segundo en traer hasta aquí al anturio. Me gustan todas las plantas, pero por esta tengo especial predilección. Será por su caprichosa formación, belleza, soberbia vistosidad y recuerdos, el caso es que me tiene ganado el corazón.

Sus flores son en realidad espatas y espádices, una especie de hoja de brillante colorido que crece alrededor de una pequeña espiga de flor.

Elegante, esbelta y tropical, se la conoce también como lengua del diablo y en el mundo anglosajón como flamenco flower. Leo que "el anthurium es el nombre genérico de unas 700 especies extendidas por casi toda latinoamérica. No obstante, su catalogación es relativamente reciente". Fue el botánico Edouard André, célebre paisajista que participó en el ajardinamiento del París decimonónico, quien la descubrió en las selvas colombianas en 1876, durante una expedición financiada por el gobierno francés.

El anturio simboliza el amor, por la forma de sus flores y hojas; la hospitalidad, por la duración de sus flores; y la amabilidad. También está considerada como la planta de la felicidad y la abundancia.





lunes, 10 de febrero de 2020

00903 El Pan de Pita

UN CAPRICHO

No voy a redundar en mi otrora afición por los bocadillos. En la actualidad, cuando cae alguno entre mis manos, sea dicho de paso que acostumbra a ser de Pascuas a Ramos, lo disfruto, saboreo y paladeo como si se tratara de un manjar exclusivo, como una celebración.

Hace unos meses, sin querer, descubrí en una cadena de supermercados la venta envasada de pan de pita, alimento típico de la cocina de Oriente Medio, elaborado a base de masa de pan enriquecida con aceite de oliva y cocido a alta temperatura, con lo que se consigue una corteza crujiente y un interior hueco, y que permite rellenarlo de diversos ingredientes.

Compré un paquete para comprobar su resultado y lo cierto es que me gustó. No los relleno sino que utilizó el pan como base a la imaginación y al capricho del momento. Cada pan pesa unos 50 gramos y lo que hago es tostarlo entero en la tostadora y una vez rustido lo parto por la mitad y a disfrutarlo al antojo. La primera vez que lo probé de esta guisa fue con pechuga de pavo, unas láminas de aguacate, aceite y sal. Delicioso y efímero. A partir de ese día, como digo, una vez a la semana, tampoco hay que pasarse, y para cenar, realizo la operación del tostado, abro el frigorífico y traslado a la base del pan el sustento apetecible y caprchoso.

La que ilustra esta entrada es una de mis últimas combinaciones con pan de pita y que consiste en unas rodajas de tomate en conserva casera, unas láminas de cebolla, unas tiras de pimiento asado casero y queso burrata, sazonado con un buen aceite de oliva virgen extra y unas escamas de sal Maldon. Menudo festival de sabor, adornado con el crujir del pan de pita.

Me he interesado por la elaboración casera de este pan y por lo que he podido ver, sobre el papel, no resulta muy complicado. Así que he tomado buena nota y un día de estos me pondré manos a la masa. Ya contaré su resultado.

Por cierto, de tanto mirar estas imágenes, el gusanillo del estómago me dice que menos escribir y divagar y más práctica. Así que en cuanto acabe de poner el punto y final a esta entrada, tostaré un pan de pita, abriré el frigorífico y a ver por dónde me lleva el gusto en la búsqueda de un nuevo y nimio placer.


  





viernes, 7 de febrero de 2020

00902 Las Imágenes con Alma

INDESCIFRABLE VALOR

Hay imágenes que salen al paso. Otras, quedan atrapadas en la mirada para secuestrar su belleza. Las hay que pasan desapercibidas a la vista desatenta e incluso hay imágenes que se visten de ensueño en un instante precioso y preciso.

Hay imágenes que esconden abandonos, pobres y trémulas. Imágenes raquíticas de encanto que precisan de atención desacostumbrada. Las hay que se alimentan de aires errantes al paso de las aves y otras que parecen una fiesta al son de la música que emana de la naturaleza.

Hay imágenes de reverencia, de respiro, de aliento nocturno, de reencuentro y horizonte, de esperado amanecer y de gozo desmedido. Imágenes sin palabras que se adivinan en el pensamiento.

Y hay imágenes con alma que, sin esperarlo, en solo un ligero mirar, concitan de la alegría al llanto, de la pena sin consuelo al feliz recuerdo, de la incredulidad al credo, del abrazo a la nada, del vacío a un estar placentero. Imágenes que lo dicen todo cuando se acompañan de inolvidables momentos. Nada es ya igual. La ausencia lo ha estropeado todo. Todo, salvo el indescifrable valor de las imágenes con alma cargadas de fraternales recuerdos.

miércoles, 5 de febrero de 2020

00901 Las Frutas Escarchadas

EL SALAZÓN ALMIBARADO DE LAS FRUTAS

Escuché recientemente en un programa de radio un debate, sin más trascendencia, sobre si los roscones de Reyes debían llevar fruta escarchada o no. Como es de imaginar, hubo opiniones para todos los gustos, en función del gusto y costumbre de cada cual. Al final, como resumen,  y tal y como imaginaba, la fruta azucarada, en otros tiempos ensalzada y alcance de unos pocos, en la actualidad es vilipendiada por muchos.

A mí, particularmente, no me desagrada. No doy un paso por ella, pero si me la encuentro en algún postre, la recibo con interés. En mi entorno de familia y amigos, a la hora de cortar el roscón o postre que contiene frutas escarchadas, es costumbre esquivarlas. Pero también es cierto, que siempre hay alguien que a lo tonto a lo tonto, y como el que no quiere la cosa, va dando buena cuenta de los trozos de fruta marginados.

Independientemente del gusto por estas frutas, lo que me parece una auténtica preciosidad es la fuerza y vistosidad con la que entran por los ojos. Las fotografías que ilustran esta entrada las tomé en una tienda de las que llamó "de pecado" y con la que me topé en un reciente viaje a la localidad francesa de Carcassonne. Un día las traeré al blog, la ciudad y la tienda. El establecimiento en cuestión me pareció una pasada. La visité tres veces y contra todo pronóstico, en las tres ocasiones salí sin comprar nada. Mi fuerza de voluntad fue la culpable de mi contención. El lugar me pareció fascinante.

Las frutas escarchadas nacieron, al igual que conservas y salazones, de la necesidad de conservar los alimentos. En tiempos antiguos, griegos y romanos preservaban frutas con almíbares. También en la antigua China fue un método muy practicado para poder suministrar frutas a los emperadores durante todo el año, si bien era más habitual cocer las frutas en miel.

Durante mucho tiempo la fruta fresca fue un lujo su consumo, solo reservada a las clases altas. En la Edad Media adquirió un gran desarrollo la elaboración de confites, gracias a la influencia árabe, que servían cítricos y rosas confitadas en el momento principal de sus banquetes. Con la dominación árabe de parte del sur de Europa, la fruta confitada se iría abriendo camino hacia Occidente. Los primeros documentos que reseñan el uso de frutas confitadas en Europa se remontan al siglo XVI.

Consideradas como un dulce navideño, con el tiempo se fueron incorporando como ingrediente y adorno de pasteles, mazapanes y turrones. Su presencia en el Roscón de Reyes no llegaría hasta el siglo XX.











domingo, 2 de febrero de 2020

00900 Algo Que Escribir

UNA NECESIDAD

Cuando acababa de seleccionar las imágenes para dar forma a una nueva entrada de este caleidoscopio vital, me he dado cuenta de que he alcanzado la número novecientas. Se dice pronto, apenas cuesta pronunciarlo algo más de un segundo; si me recreo, NO VE CIEN TAS, puede llegar a los dos segundos. Pero lo cierto, lo objetivamente cierto, es que llevo cinco años, con altibajos, demasiados diría yo, empeñado en esta larga tarea.


De cómo nació este proyecto personal, de su razón de ser y en lo que se ha convertido, me da la impresión de que hay alguna que otra diferencia, además de un ligero cambio de timón en su rumbo. No ha sido algo voluntario. Digamos que el transcurrir de los días y de los años, los estados de ánimo, los quehaceres y destinos, los vientos y suspiros, así lo han decidido.

En un principio, las imágenes seleccionadas para esta entrada tenían que ver con unos mini sandwichs que aprendí a elaborar este pasado verano y que me parecieron deliciosos. La gastronomía, una de mis muchas pasiones, acaparan buena parte de las cosas que me gustan que aquí voy compartiendo.  Al observar que se trataba de una entrada con número redondo, nueve cientos, he creído oportuno cambiar el sentido del post y que esta trasladara algo que tuviera que ver con la esencia del blog de aquellos inicios.

Con frecuencia me pregunto, y en alguna ocasión me preguntan, el por qué de este blog. Creo que cada vez doy una respuesta distinta. No es por despistar, es que no sé muy bien su razón, si es que tiene alguna. Solo sé que a lo largo de los años su existencia se ha convertido en una necesidad. En las temporadas que lo dejo abandonado por una causa u otra, lo echo de menos. Siento que le falta algo a mis días. No sé muy bien por qué, pero sencillamente es así.

Abandonada la idea inicial de los mini sandwichs, he vuelto a rebuscar entre las miles de imágenes que guardo. Mares, paisajes, montañas, lugares emblemáticos, cielos y nubes, plantas, senderos, atardeceres, jardines, puertas y ventanas, calles... Nada de todo lo visto me acababa de convencer para recibir a la entrada número novecientas. Cuando no encontraba el título adecuado, me faltaban palabras para describir el momento y recuerdo de la imagen. Y si no era así, el relato pensado no terminaba de convencerme. A punto de desistir y de retomar los deliciosos mini sandwichs, sin esperarlo en mi desespero, ha llamado a mi cabeza la razón de ser de este blog y el por qué sigo empeñando mi tiempo en él: Algo que escribir. Sí, ese es el sentido de las diez mil cosas que me gustan; el lugar donde saciar, plasmar y contentar a la necesidad vital de tener algo sobre lo que escribir.

Escribir sin trascendencia alguna, solo por el mero placer de alinear palabras para vestir sentimientos desnudos, recuperar olvidos, compartir escenarios comunes y sabores de infancia, recrear sentidos o
almacenar esperanzas.

Hace tiempo, mucho tiempo, me enganché al poeta que quiso escribir una noche los versos más tristes. Hace tiempo, menos tiempo, alguien me dijo, "escribe, hermano, escribe, aunque solo sea para sentirte vivo". Desde uno y otro tiempo, albergo la necesidad de tener siempre algo que escribir, aunque las letras y los renglones se pierdan.