sábado, 23 de junio de 2018

00731 El Futbolín

ALEJANDRO FINISTERRE

Los recuerdos se alimentan de imágenes, olores, sensaciones y también de sonidos. Lo miro ahora en su quietud, al aire libre bajo unos callizos, y escucho el inconfundible y buen aliado en tiempos de juegos infantiles,  el clinc, clinc, clinc y brooonnnn de su alma.

Es el futbolín el que hoy me pide que le dedique algunas palabras. Un juego que formó, en primera persona, y sigue siendo, espero, parte del decorado de días de encuentro y emoción, de revancha, de la última, de gritar goooool, de conocer la derrota y la victoria en apenas cinco minutos, de mostrar torpezas y habilidades, de pasar una tarde de protagonista o mirón. Siempre de zaguero, custodiando la portería y lanzando certeros disparos. "Eh, que no vale voltear". "Trampa, trampa, no se puede pasar". "Quien pierda, paga". A peseta la partida. Y el tiempo pasaba y no había momento de encontrar el camino a casa. Es el futbolín el que hoy pide una pequeña atención por tantos instantes de necesitada presencia.

Curiosos momentos los que me trae el futbolín con su sola imagen, como curiosa fue su invención. Al parecer, este tipo de mesas de juego ya se conocen en Alemania y Francia en los años 20 y 30 del siglo pasado. No obstante, la invención del futbolín, tal y como ha llegado a nuestros días se atribuye al gallego, editor y máximo divulgador de la obra del poeta León Felipe, Alejandro Finisterre (1919-2007). Según se cuenta, Finisterre se encontraba en un hospital de Barcelona recuperándose de las heridas sufridas durante los bombardeos de la Guerra Civil Española. Fue entonces cuando pensó en crear un juego para distraer los días de hospitalización de los ingresados; niños, adolescentes y hombres jóvenes con graves heridas y amputaciones. Con la ilusión de levantar el ánimo de los asistidos decidió crear unas mesas de madera y organizar campeonatos para hacer más llevadera la estancia en el hospital. Con ayuda de un carpintero vasco, Francisco Javier Altuna,  que trabajaba en el centro hospitalario, Alejandro Finisterre fabricó el primer futbolín "con figuritas de madera pintadas y ensambladas en unas barras situadas de forma horizontal sobre una estructura de madera contrachapada que poseía a cada lado una abertura con una red y que harían las veces de portería".

En 1937, el padre del futbolín patentaría su invento, pero según cuentan, en su huida a Francia donde pretendía exiliarse del régimen franquista, a causa de una tormenta, perdería todos los papeles, entre los que se encontraban la patente y los planos del primer futbolín.

Finisterre pasó muchos años en América, donde recorrió países como Ecuador, Guatemala y México, perfeccionando y comercializando su invento y promoviendo la poesía y culturas españolas "ya que, además, Alejandro Finisterre, era editor y el máximo conservador y defensor de la obra de León Felipe". Finisterre no regresaría a España hasta el año 1976, tras finalizar la dictadura.


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