martes, 31 de mayo de 2022

00992 Pasan las Horas

 EN UN DÍA CUALQUIERA


Pasan las horas en un día cualquiera.

Una niña se aferra a la mano de su madre.

Las hojas de los árboles saludan al viento.

El agua del estanque recrea imágenes

en reflejos imposibles.

Dos ancianas hablan de sus días sin gayata.

Una moneda rueda por el suelo.

Alguien habla solo.

Un perro se lame la pata.

                                                                                   Gritos alegres al compás de una comba.

                                                                                   Una paloma duda entre el cielo y la tierra.

                                                                                   El cansancio busca su alivio en un banco.

                                                                                   Una zapatilla roja vuela por los aires.

                                                                                   El sol.

                                                                                   El césped acoge torsos desnudos

                                                                                    Y van tres saludos.

                                                                                    Hace calor, dicen.

                                                                                    Menos que ayer, replican.

                                                                                    Será eso, pienso.

                                                                                    No queda nadie en el parque.

                                                                                    Son las dos.

                                                                                    Pasan las horas en un día cualquiera.

                                                                                    De ayer,

                                                                                    de hoy.

                                                                                  ¿De mañana?




lunes, 30 de mayo de 2022

00991 El Cerdo Adobado

RAXO GALLEGO


La conservación de los alimentos, desde antiguo, ha sido una de las preocupaciones del hombre, sobre todo en época de carestía. Así, ahumados, salazones, escabechados y adobos han contribuido a lo largo de la historia de la humanidad a prolongar la vida de carnes, pescados y verduras.

Por lo que se refiere a los adobos, método de conservación que en esta ocasión me ocupa, y que tanto me encanta,  las especias utilizadas estaban ideadas, más que  para prolongar la vida de los alimentos, para disimular el estado del producto. De esta manera se conseguía alterar, no solo el sabor de los alimentos, sino que además ayudaban a modificar y mejorar tanto su aspecto como su olor.

En síntesis, el adobo consiste en la mezcla de diferentes ingredientes en la que se introducen alimentos crudos con el fin de darles aroma. Existen muchos tipos de adobos, según culturas y tradiciones, si bien los elementos básicos para su elaboración son el aceite, el vinagre o zumo de limón, el vino, las especias, las hierbas aromáticas u otros condimentos.

De vez en cuando, y sobre todo cuando mis hijas vivían en casa, me gusta adobar la carne, en especial la de cerdo y la de pollo. Se trata de adobos muy sencillos y atractivos para el paladar. Además,  es aconsejable salir de la rutina diaria. Hay que evitar caer cada día en el aplastante sota, caballo y rey.

Hay un sencillo adobo, del que ya he dado cuenta en este caleidoscopio vital, con la sola participación de aceite y Ras el hanut, una mezcla de especias y yerbas de origen marroquí, y cuya tradición viene a significar, creo recordar, "lo mejor de la tienda". Se dice que no hay dos iguales. A la carne que queramos adobar le añadimos un generoso chorro de aceite y a continuación le incorporamos el Ras el hanut. Removemos bien para impregnar la carne y la dejamos en el frigorífico tres o cuatro horas. Solo queda freír y listo. El día que conocí esta mezcla me pareció espectacular.

El cerdo adobado que en esta ocasión traigo hasta aquí, lo aprendí en un viaje a Galicia. Lo probé en un humilde restaurante al que acompañaban unas patatas fritas caseras. El conjunto me pareció una auténtica delicia, como todas las comidas y cenas que hice por aquellos días. Aquel lomo o raxo, lomo de cerdo en trozos, tenía un sabor especial y los trozos de carne desaparecían en la boca como pipas. Tanto me gustó, que me atreví a preguntar a la camarera cómo se preparaba el adobo que tan felizmente había comida. Mi interlocutora, lejos de darme la callada por respuesta, al cabo de un tiempo vino acompañada por el cocinero, artífice del sencillo y humilde plato. Saqué de la mochila mi libreta de viaje y comencé a apuntar. Transcribo tal y como anoté en la libreta.

- Cortar el lomo de cerdo en tacos. 
- Echar los tacos de lomo en un bol y aderezar.
- Para el adobo: ajo fileteado muy fino, orégano picado, perejil, una cucharadita de pimentón, dulce o picante, a gustos, aceite de oliva virgen extra, un vaso de vino blanco y sal.
- Incorporar el adobo a la carne y remover bien para que los tacos de lomo se impregnen de todos los ingredientes del adobo.
- Tapar y dejar en el frigorífico durante veinticuatro horas.
- Para freír: Calentar una sartén con un poco de aceite de oliva y echar la carne una vez escurrida del líquido sobrante que reservaremos.
- Freír a fuego alto hasta que comience a tostarse la carne y añadimos el líquido del adobo reservado. Dejar reducir a fuego lento.
- Reposar y servir.

Resulta un adobo muy interesante, aunque he de confesar que nunca ha sabido mejor como en aquella ocasión en la entrañable Galicia.









viernes, 27 de mayo de 2022

00990 Las Calas

 BELLEZA Y PUREZA


Hacía tiempo que no traía hasta este caleidoscopio vital una planta, otro de los centros de atención de mis sentidos y también de mis recuerdos.

Recientemente, en uno de mis diarios paseos, tropecé con un hermoso y frondoso ejemplar de cala o lirio de agua. Sus llamativas y reconocibles flores blancas ya habían aparecido entre el verdor de las hojas. Flores que la simbología relaciona tanto con la vida como con la muerte. Como vida, acostumbra a ser utilizada en los actos de Primera Comunión y en los nacimientos. Como muerte, se utiliza en los funerales; no en vano, en algunos lugares se le conoce también como la flor de la muerte.

La belleza de esta flor la lleva en su mismo nombre que proviene del griego “kalós” y que significa bonito. Precisamente, los griegos relacionaban la cala con los bacanales o fiestas por la semejanza de la flor con una copa. Son flores de pureza y compasión, y representan la belleza y también la suerte.

Y si bella es la flor de la cala, sus hojas grandes, verdes, carnosas, gruesas y en forma de flecha, no lo son menos. Digamos que están creadas tal para cual.

Tras tomar varias instantáneas al florido vegetal comenzaron a volver del pasado recuerdos relacionados con esta preciosa y elegante planta. Así, me llegaron imágenes de los balcones de mi casa familiar donde cada primavera, mientras hubo vida en ese hogar, florecían hermosas calas para satisfacción y orgullo de mi madre, tan amante de las flores y de las plantas. Todos los días era obligada su visita a los balcones para cuidar, observar y disfrutar de su pequeño paraíso. Y qué alegría, siempre compartida, se llevaba cuando veía aparecer entre las hojas de la cala, una pequeña vara que con el paso de los días se convertiría en una hermosa y aromática flor blanca.

De ese mismo cajón de los gratos recuerdos me llegaron escenas de mis visitas a mi querida hermana María Luisa, mi monja benefactora de la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana. A ella acudía en tiempos de tribulaciones en busca de sosiego y luz. En aquellos días siempre encontraba luz y sosiego tras su sonrisa y sabios y certeros consejos. Da igual cual fuera mi preocupación o desasosiego, siempre, siempre había palabras de consuelo y de ánimo para reiniciar el camino. Y en el saloncito, donde tantas horas pasé no solo de pesar, sino también de inmensa felicidad, la presencia, como testigos mudos, de unos hermosos, vivaces y espléndidos ejemplares de calas que ayudaban a digerir los malos tragos o alegrar los gratos encuentros. En invierno las calas exhibían un exuberante verdor que se vería hermosamente alterado con la llegada de la primavera y sus características flores. ¡Y qué mano tenía mi querida hermana María Luisa para las plantas! Como para todo.

Ahora contemplo embelesado estas floridas calas y veo, tal es su simbología, su pureza, belleza y compasión, hermana María Luisa. Gracias por tanto bien que me hizo.



miércoles, 25 de mayo de 2022

00989 Las Mini Pizzas de Berenjena

 LO SOPORTAN CASI TODO


Muy pronto comenzará la temporada de las berenjenas, una de las hortalizas que más me gusta y que tan gratos momentos mesa me ha deparado en la mesa. Me gustan de todas las maneras y en todo tipo de elaboraciones: asadas, rellenas, en tortilla, fritas, en tempura, untables, en guisos....y por supuesto, como base para elaborar "falsas" pizzas. Desde una sencilla pizza con base de berenjena con tomate, mozzarella y orégano hasta aquellas donde la imaginación me lleve. Me parece un bocado más que delicioso, sanote y siempre apetecible.

Da lo mismo que sea como aperitivo, entrante o improvisada cena. Este tipo de pizza siempre es bien recibida. En pocos minutos y sin muchas complicaciones podemos disponer en la mesa todo un mundo de sabores con la berenjena como protagonista.

La base para el proceso de cocinado para este tipo de mini pizzas de berenjenas, salvo que queramos complicarnos la vida, que también es posible, es siempre el mismo. Tan sencillo como una vez lavada la berenjena, cortarla en ruedas de un dedo de grosor, disponerlas en una bandeja de horno, rociarlas con aceite de oliva, salar y hornear a 180 grados centígrados por espacio de 15 o 20 minutos. Transcurrido este tiempo, las sacamos del horno y sobre cada rueda de berenjena vamos formalizando las mini pizzas a nuestro antojo, parecer y particular gusto. Según los ingredientes elegidos, y sobre todo si utilizamos algún queso, deberemos hornear nuevamente las mini pizzas. Es difícil fallar.

Podemos imitar a las pizzas tradicionales o dejar volar a nuestra imaginación. Creo que las mini pizzas de berenjena lo soportan todo o casi todo. 







martes, 24 de mayo de 2022

00988 Te Sueño

 PRIMAVERA SOÑADA


Te sueño
cuando la noche se entrega
sin miramientos ni consignas.
Un olor aseado
se abre paso entre los últimos alientos del día
y al oído me susurras, 
sin rodeos,
palabras que más que tuyas son mías.

Todo está por hacer, 
me dices.
Todo está por soñar, 
te replico.

Me siento aliviado por esa voz
que me abre las puertas de un mundo ignorado.
Demora el mañana,
retén este instante
de alas y mares,
de espumas y soles,
de suaves contrastes entre sábanas blancas.

Que fragüe el sueño 
antes de que mis atribulados pensamientos
desgasten tu espíritu viajero,
antes de que nuestras horas 
se tiñan de un color que no quiero, 
antes de que mis ojos se asomen de nuevo.

Ocupa mis miedos, 
remueve la brisa como nunca lo has hecho
y dame la mano,
que sienta tu fuerza en este descanso.

Persiste el sueño,
sueño tan necesitado en este tiempo presente.

Tras el ventanal abierto
de la habitación oscura,
la noche se viste de almendro y flor, 
es el ceremonial de la primavera soñada.









domingo, 22 de mayo de 2022

00987 El Queso con Mermelada de Pimientos Rojos

 O VICEVERSA 


No sé si me gusta más el queso con mermelada de pimientos rojos o la mermelada de pimientos rojos con queso. Y si además, me encantan cada uno por separado, empezamos bien.

El caso es que ya han comenzado las cenas de "cualquier cosa", "por no acostarme con el estómago vacío" o "para matar el gusanillo". La carta es amplia para estos menesteres, si bien hay una combinación de alimentos que se repite con cierta asiduidad. A la ya referida en alguna ocasión, queso con mermelada de tomate, otra debilidad, se suma el queso con mermelada de pimientos rojos y a ser posible que esta sea casera. Más adelante contaré cómo hacerla. No tiene secreto alguno.

En cuanto al queso, cualquiera de sus variedades combina bien con los edulcorados pimientos. No obstante, mis preferidos para estas ocasiones son: Manchego, Brie, Camembert, Chedar, Edam, Gouda, Gruyere o el queso de rulo de cabra, entre otros.

Ahora que lo pienso, igual me he quedado un poco corto llamando a esta combinación de sabores "cualquier cosa". Es mucho más. Es un deleite, uno de los muchos pequeños placeres a los que conviene acostumbrarse.

En el mercado hay mermeladas de pimientos rojos muy interesantes, pero yo animo a hacerlas en casa. Es muy sencilla su elaboración. Se necesita para cada kilo de pimiento rojo, 500 gramos de azúcar blanco o de azúcar moreno, un litro de agua y el zumo de dos limones.

En primer lugar hay que lavar y cortar en trozos los pimientos, intentando quitar todas las pepitas y las tiras blancas de su interior. Ponemos un cazo con el agua a fuego medio e incorporamos los pimientos ya limpios con el zumo de los dos limones, que sirve como conservante y evita la oxidación. Dejamos cocinar hasta que veamos que los pimientos están blandos. A continuación, pasamos los pimientos y el agua que haya quedado de la cocción al vaso de la batidora de mano y trituramos. Una vez triturados los pimientos, los introducimos en un cazo e incorporamos el azúcar. Dejamos cocer a fuego medio, removiendo, hasta que observemos que coge el espesor apropiado. Sacamos del fuego y dejamos que se temple. Cuando se haya enfriado, ponemos la mermelada en un tarro y cerramos. Por último, lo introducimos en el frigorífico hasta que coja la textura adecuada de la mermelada.

En esta ocasión la mermelada de pimientos rojos acompaña al queso, pero esta deliciosa mermelada hace buenas migas con otros alimentos. Es cuestión de ir probando.







viernes, 20 de mayo de 2022

00986 Un Poco de Aquí

 ... Y UN POCO DE ALLÁ


El calor nos ha cogido por sorpresa en la floreciente primavera y seguro que seremos muchos los que hemos adelantado también a la mesa nuestros gustos alimenticios.

En estos extraños días de canícula apetece poco, por no decir nada, meterte en la cocina y encender fuegos y vitrocerámicas. Y qué mejor solución que acudir a las socorridas ensaladas de lo que sea. Siempre son un acierto.

Me gustan todo tipo de ensaladas y prueba de ello es, la cantidad de ellas que ilustran este caleidoscopio vital. Hay ensaladas más o menos estructuradas ya a los gustos de los comensales de casa y que se repiten con frecuencia. Pero particularmente, con las que más disfruto son con aquellas cuyos ingredientes se van incorporando sin desentonar. Vamos, las ensaladas hechas con un poco de aquí y un poco de allá. O lo que es lo mismo, abrir el frigorífico y a ver qué nos encontramos.

En realidad, la ensalada que traigo en esta ocasión, y no me negaréis que tiene un aspecto fenomenal, tiene un principio inesperado: unos huevos rellenos almacenados en el frigorífico. A partir de aquí, era cuestión de ir complementándolos con lo que en ese momento de la elaboración de la ensalada tenía a mano. Había unos tomates cherry de pera y otros cuyo nombre todavía no he sido capaz de memorizarlo, pepino y cebolla dulce. Y mira por dónde que los solitarios huevos rellenos han resultado estar bien acompañados y con el recuerdo de los sabores de esa huerta que se aproxima.









jueves, 19 de mayo de 2022

00985 El Horno de Pan de Castilsabás

 HORNO COMUNAL


Fue toda una sorpresa, una grata sorpresa. En ese empeño por visitar todas y cada una de las poblaciones de la provincia de Huesca, organicé en aquella ocasión una ruta por la siempre atractiva y apetecible Sierra de Guara.

La jornada prometía en ese día de incipiente primavera. Los campos habían comenzado a vestirse del color de la vida bajo un cielo azul de postal, así que mi ánimo, un tanto bajo por aquellos días, no tuvo más remedio que ponerse a nivel de la situación.

Tras visitar algunos núcleos de población y jugar a fotógrafo, recaí en Castilsabás, pequeña localidad de la comarca de la Hoya de Huesca, a doce kilómetros de la capital oscense, perteneciente al municipio de Loporzano. El recorrido fue rápido, apenas ralentizado por las imágenes que iba capturando a mi paso. Mi experiencia me dice que allá donde vayas siempre hay algo digno de admirar o de prestar atención. Tan solo es necesario acudir con una mirada abierta e inquieta y de querer que así sea. Y Castilsabás no podía ser una excepción,

Mis pasos me llevaron hasta el cementerio, ubicado al final de la localidad, a modo de balcón, con espléndidas vistas hacia los hermosos y prometedores campos de la Hoya oscense. Me senté y contemplé el paisaje. No recuerdo cuánto tiempo estuve, me imagino que el suficiente como para impregnarme de un natural bienestar.

Regresé sobre mis pasos. Todavía no me había tropezado con alma alguna. Tan solo un perro, un aparentemente viejo perro, me siguió durante unos metros con un fatigado y lento caminar. Tomé unas últimas instantáneas a la iglesia dedicada a San Antonio Abad y me dispuse a bajar la calle hasta llegar de nuevo al coche y proseguir ruta.

Mientras caminaba calle abajo, una placa clavada en la pared de una casa llamó mi atención. Me había pasado desapercibida en la subida. Me acerqué hasta ella y leí: "HORNO COMUNUNAL DE PAN. Restaurado en 2015". Coincidencias de la vida, justo en ese instante una joven mujer abría desde el interior la puerta de acceso al horno. Salió y cerró la puerta con llave. Se me quedó mirando y me preguntó si podía ayudarme en algo. Le hice observar mi interés por conocer el horno, a lo que me respondió que en ese mismo instante, si quería, podía hacerlo. Miré el reloj, pues intuía que podía ser algo tarde para visitas inesperadas, y antes de que yo pudiera articular palabra y como si hubiese adivinado mi pensamiento, mi interlocutora me indicó que "aquí, lo que nos sobra es tiempo".

Me invitó a entrar y solo pisar su interior, algo se removió en mí. Comenzaron a hacerse presentes recuerdos de mi infancia cuando mi abuela Genoveva, en vísperas de alguna fiesta, me llevaba a la panadería, en Alcalá de Gurrea, para hornear sus deliciosas y esperadas tortas de caja y tortas de hoja. 

En el restaurado horno comunal se exhibían, como piezas de museo, tajaderas, canastos, palas de hornear, recias macelas, telas de lino o cáñamo que servían para poner las formas de los panes, y otros objetos recuperados de un pasado no muy lejano que nos hablan de cuando este espacio rebosaba de una necesitada actividad.

Mi inesperada y atenta anfitriona, mientras yo disfrutaba imaginando la vida en este lugar, me informó de que el horno de pan comunal de Castilsabás, propiedad del pueblo, se ubicaba en lo que era la casa consistorial-escuela y que estuvo en uso hasta los años cincuenta hasta que se convirtió en cuadra, almacén y depósito de trastos viejos. En 2015 fue recuperado gracias a la Diputación Provincial de Huesca, el municipio de Loporzano y la Asociación de Castilsabás.

Al hilo de sus informaciones me ofreció un pequeño folleto, editado por la mencionada asociación,  para que pudiera conocer más a fondo, y a flor de piel, lo que en su día representó para la pequeña localidad este horno de pan comunal. En él, vecinos y vecinas de Castilsabás compartían sus recuerdos relacionados con el horno. Así, Consuelo, nacida en el año 1921, relata que "para amasar las mujeres del pueblo acudían al horno por parejas. La mejor amasadora era seña Marieta, de casa Lozano, y ella le ayudaba para aprender. Era el periodo de la guerra civil y el Comité era quien organizaba la actividad del horno. Compraba la harina y la sal, y si era necesario, también la leña (...) El horno no tenía luz eléctrica. Se usaban candiles de aceite. El Comité dio un candil de carburo para el horno y también a cada una de las casas del pueblo. Los hombres encendían el fuego y las mujeres por parejas amasaban. Se hacían panes de dos kilos y se distribuían gratis entre los vecinos del pueblo a razón de un pan de dos kilos por persona y por semana. Consuelo recuerda que eran 9 fanegas por cada hornada".

En otro momento del folleto Consuelo cuenta cómo se hacía el pan. "Se ponía a calentar el agua en un caldero encima de unas brasas sacadas del horno y colocadas en un brasero. Se mezclaba la harina con la masa madre en una vacía grande que servía para ello. Cuando estaban bien mezcladas se añadía el agua y empezaban a amasarla. Luego se añadía la sal. Primero se hundían los dedos por toda la superficie de la masa, y luego la tiraban de derecha a izquierda y de delante atrás muchas veces hasta que la masa se despegaba de los dedos. Cuando a la seña Marieta le parecía que estaba bien, la tapaban con una manta y se dejaba hasta que la masa creciera el doble de su volumen. Cuando ocurría se cortaban trozos de masa para hacer los panes y se ponían en la masela otra vez cubiertos hasta que volvieran a crecer. Una vez crecidos llegaba el momento de colocarlos en el horno".

José Mairal cuenta que "una vez encendido, para saber cuándo el horno estaba a punto para hornear, se acostumbraba a poner en el horno los belulos. Eran sencillamente unos panecillos pequeños que servían de muestra. Si estaban cocidos se pasaba a la fase sucesiva de hornear. Los chiquillos del pueblo, que siempre rondaban por allí, se los comían que daba gusto".

José Miranda señala que "en el pueblo las habilidades de cada uno eran muy importantes en la vida de la comunidad porque facilitaban la vida de todos. Los hombres tenían que traer la leña al horno. Se necesitaba leña fina para encenderlo y generalmente eran "fajuelos" de limpiar los olivos o las viñas y otra leña más recia para mantenerlo. El calor debía ser lo más homogéneo posible en todo el horno. Para iluminarlo en la fase de limpieza y de horneado se usaban los luceros. Sencillamente unas ramas de boj que quemaban lentamente e iluminaban el  horno. Antes de hornear era necesario limpiar la base del horno de ceniza y para ello se usaba un palo largo con unos trapos "recios" humedecidos, de manera que la base del horno y de los panes quedara limpia".

No sé cuánto tiempo estuve disfrutando de este pequeño espacio y de las explicaciones que me iba facilitando mi interlocutora, que después me llevaría hasta las antiguas escuelas, ahora centro de reunión y sede de la Asociación  de Castilsabás, pero me parecieron unos minutos esplendorosos, mágicos. No solo hablamos del horno sino también de la vida y de su discurrir, del pasado y presente de Castilsabás y del mundo rural a veces tan desatendido.

En la despedida le mostré mi gratitud a la que había sido mi anfitriona en la pequeña localidad de Castilsabás, con la promesa de regresar. Gratitud que ahora hago extensiva a la Asociación de Castilsabás por recuperar un pequeño tesoro de su pasado, que al fin y al cabo es de todos nosotros, y especialmente ahora, en un momento, en el que parece que nada de cuanto hicieron nuestros mayores y antepasados existió. Gracias de todo corazón.





























miércoles, 11 de mayo de 2022

00984 Los Espaguetis con Trufa

MARIDAJE PERFECTO


Que la trufa negra es una de las joyas de la gastronomía, es indudable. Que su singular versatilidad permite ensalzar cualquier plato, es una obviedad. No se necesita una compleja elaboración para que una pequeña aportación de trufa negra convierta cualquier sencilla receta en algo inolvidable.

Todo esto pude ratificarlo recientemente en un restaurante italiano cuya carta se me antojó todo un prodigio de delicatessen. Algunas de sus propuestas gastronómicas no me eran desconocidas, sin embargo otras eran totalmente nuevas para mí. Así las cosas, y como quiera que éramos varios comensales reunidos en torno a la mesa, decidimos probar aquellas elaboraciones gastronómicas novedosas para nosotros. Todo fue delicioso, pero hubo un plato, espaguetis con trufa, que me pareció excepcional. Pasta y trufa me parecieron un maridaje perfecto, algo excepcional.

Cuando llegué a casa me interesé por su elaboración y comencé a leer recetas al respecto. Todas eran muy similares y sencillas. Finalmente, me "apropié" de la que intuí más se parecía al plato que tan sabroso y grato recuerdo me dejó y que paso a compartir.

Ingredientes para cuatro personas: 400 gramos de espaguetis, 20 gramos de trufa negra fresca, queso parmesano rallado, nuez moscada, aceite de oliva virgen extra, sal y pimienta.

Elaboración: Se cuecen los espaguetis hasta que estén al dente y se dejan en un recipiente una vez escurridos. Se espolvorea por encima de los espaguetis el queso rallado parmesano y un poco de nuez moscada también rallada. Mezclar bien para repartir los ingredientes, salpimentar, añadir un poco de aceite de oliva virgen extra y finalmente incorporar la trufa negra rallada.

Pasta y trufa, una propuesta gastronómica con olor y sabor para el recuerdo.








lunes, 9 de mayo de 2022

00983 La Burrata

 EL QUESO MANTECOSO ITALIANO


La burrata, tildada por muchos como el rey de los quesos italianos, ha entrado en mi dieta en los últimos meses como disparo de cañón. Me encanta y me fascina, ya no solo por su textura y sabor, sino por lo amable, variada y acogedora que resulta en los platos.

Conocí de su existencia hace unos cinco años en Barcelona, gracias a mi hermana María Engracia y en una de sus excelentes comidas con las que acostumbra a deleitarnos. Siempre inquieta y gustosa por probar cosas nuevas, preparó una sencilla ensalada con pequeñas burratas y rúcula, aderezado todo con aceite de oliva, vinagre de Módena y sal. Me pareció exquisita. De regreso a mis lares quise comprar este queso para alguna comida especial, pero no di con él. Ahora ya resulta más fácil localizarlo y rara es la semana que no sale a la mesa.

La burrata es un queso fresco de pasta hilada, caracterizado por tener una suave consistencia. Su apariencia es redondeada, con un delicioso corazón de crema y cubierta esponjosa de color blanco. Se elabora a mano con solo tres ingredientes: leche de vaca, cuajo y crema, siempre sin aditivos, ni rellenos artificiales.

Su traducción del italiano significa literalmente "mantecoso" y se trata de una de las comidas más populares de la región de Apulia, en el sur de Italia. El origen de este queso se remonta al siglo XX en la región de Puglia. Se cuenta que fue el maestro quesero Lorenzo Bianchino quien buscó la forma de reutilizar los restos de pasta extraídos de la mozzarella, combinándolas con una especie de crema fresca.

La propuesta que traigo en esta ocasión es muy sencilla, exquisita y sin quitarle protagonismo a la burrata. Es tan fácil como formar un lecho de rúcula y sobre este, depositar unas cucharadas de pesto rosso (se puede adquirir en establecimientos especializados o grandes hipermercados). Colocamos la burrata sobre el lecho de rúcula y le espolvoreamos pimentón dulce para acabar con un chorrito de vinagre de Módena. El resultado me parece algo exquisito.





domingo, 8 de mayo de 2022

00982 La Noche Perfecta

 EL PAÍS DONDE HABITAN LOS SUEÑOS


Nunca la noche fue tan perfecta. Había cancelado todos los asuntos, los de fuera y también los del alma.

Quiso estar solo. A veces es necesario estar solo, sin perder la calma, mirando cara a cara a la vida e incluso a la nada. Saber manejar el silencio en las últimas luces del día o en las primeras del alba.

Atravesar el paisaje con la mirada, aspirar un sorbo de aire, de ese aire viajero e inquieto que nunca encuentra aposento. Escoger la emoción deseada sin miedo al conflicto entre la risa o la lágrima.

Esa noche perfecta quiso estar solo sin más compañía que un puñado de alas. Esperó un momento y se tapó con las manos la cara. Después, levantó la mirada hacia un cielo que parecía un abrazo y dibujó entre las nubes coloristas guirnaldas.

Respiró profundamente, aspiró de prestado el aroma del encantado paraje y esperó en la noche, en el país donde habitan los sueños, la respuesta esperada.






sábado, 7 de mayo de 2022

00981 Las Judías Verdes

 CON TOMATE CASERO


Reaparece la cocina que sabe a recuerdo. Lo hace de forma sencilla y humilde, aunque en su momento tuviera también algo de fiesta.

Cuando hago referencias a la cocina del recuerdo, un alto porcentaje de las ocasiones tiene que ver con los platos que preparaba mi madre. No puede ser de otra manera. Una cocina sencilla, sin demasiadas alharacas, lo que se llevaba por aquellos años. Pero con todo, deliciosa. Solo en contadas ocasiones y fechas muy señaladas, los platos se vestían casi de fiesta con algún cocinado inhabitual pero sin salirse en exceso del guion que imperaba. Digo esto y recuerdo con grata nostalgia lo que pedía para comer en mis santos y cumpleaños: canelones y pollo asado.

Uno de esos platos sencillos que se vestían de fiesta cuando salían a la mesa, consistía en unas simples judías verdes con patatas fritas cortadas a cuadraditos y un sofrito de tomate casero con cebolla. Me parecía por aquellos entonces y también ahora, una auténtica delicia, un manjar.

Siempre pensé, y me ratifico ahora, que una de las grandezas de esta plato tiene que ver con el tomate natural embotado en casa con los tomates recién cogidos del huerto. Mi madre siempre aprovechaba la llegada a casa de uno de estos botes, habitualmente gentileza de mi abuela o de mis tías, para hacer una de sus exquisitas especialidades. Y esta era una de ellas.

Pasarán los años y con ellos las modas, pero siempre prevalecerá en mi memoria la cocina que sabe a recuerdo.