miércoles, 29 de agosto de 2018

00785 Pepino Rallado

CON ATÚN MARINADO


Si con algo ha querido mostrar este año mi pequeño huerto su generosidad, ha sido a través de los pepinos. Si mal no recuerdo, fue el primero de los frutos que cogí en el mes de julio. No llevo la cuenta pero han sido algunas decenas de estas hortalizas las que han llegado del huerto a casa y de aquí a las mesas de mi gente querida.

El primero de ellos lo comí a la manera tradicional; es decir, cortada a rodajas y aliñado con aceite, sal y vinagre. También el segundo y puede que el tercero. Los pepinos se amontonaban en el frigorífico y algo había que hacer para variar su ingesta. Las propuestas que encontraba en Internet no me acababan de convencer y alguna que me hacía tilín,  no contaba con todos los ingredientes para su elaboración. Así que decidí hacer una de mis "probatinas".


En el frigorífico, en un pequeño recipiente hermético, vi que había los restos de un atún marinado en vinagre de Jerez. Su elaboración es muy sencilla. Solo que hay que hervir en agua el atún durante tres o cuatro minutos, escurrirlo y cubrirlo con vinagre, en este caso de Jerez, y añadir un poco de sal y unas gotas de aceite. Dejar en maceración antes de comer, al menos veinticuatro horas.

Tenía el atún y se me ocurrió hacer un timbal de pepino cortado a rodajas, pimiento rojo y unas hojas de lechuga. Fue entonces, cuando al abrir  uno de los armarios de la cocina para coger los moldes, vi el rallador de cocina. Y pensé, ¿cómo tiene que estar el pepino rallado? Nunca lo había probado ni se me había ocurrido hasta este momento rallar esta hortaliza. Era arriesgado. El pepino es prácticamente agua. Cogí la hortaliza, la pelé y la pasé por el rallador. La textura no quedó del todo mal. Pensé que sería peor. Coloqué el rallado pepino sobre un plato y sobre él, el atún marinado. Añadí unas gotas de aceite, unas lascas de sal Maldon y pimienta.

Me gustó la "probatina" y de hecho, aquí está. Resultó un plato fresco, sabroso y agradable de comer. Algunos días después, comentando este plato, mis interlocutores, a los que les encanta el pepino, me pusieron una cara entre asombro,  asco e incredulidad. Y hasta llegaron a decir, "mal empleado pepino". Puede que sí, pero me gustó. Tanto es así, que estoy esperando que las pequeñas florecillas amarillas que hay ahora en la mata del huerto se conviertan en fruto y repetir esta o similar experiencia.




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