martes, 14 de agosto de 2018

00777 La Ensaladilla Rusa

CON UNAS HOJAS DE LECHUGA

Me sorprende que hayan pasado cuatro veranos desde que iniciara esta aventura doméstica y que uno de los platos estrella de la época estival todavía no dejara su registro en este caleidoscopio vital.

Me da la impresión de que con la llegada del verano, la ensaladilla rusa se convierte en un festival. De tapa en la barra de los bares, de ración en una terraza o chiringuito, en el camping, en la nevera para acompañarnos a cualquier excursión y su correspondiente comida campestre... Bien fresquita, sabrosa y untuosa, siempre es bienvenida la ensaladilla rusa.

De ella, entre otras muchas cosas, me gusta su informalidad. No conozco dos iguales; parecidas sí, pero no idénticas. Es de las elaboraciones gastronómicas realizadas al gusto y tradición de quien la prepara. Obviamente, hay dos elementos base de toda ensaladilla rusa: la patata y la mayonesa. Y a partir de aquí, todo un mundo de posibilidades y explicaciones. Que si guisantes, zanahoria, espárragos, atún, judías verdes, pimiento rojo, anchoas, aceitunas, huevo duro, pepinillos... y hasta cebolla. La ensaladilla rusa todo lo soporta.

En casa, la experta en ensaladilla rusa es Gloria. La borda. Dice que la clave está en una buena patata y cocinarla al vapor en lugar de hacerlo en agua hervida. A partir de aquí, una buena y compacta mayonesa,  y cuatro ingredientes: aceitunas, anchoas, atún y  pepinillos. Al frigorífico, y a la hora de servir acostumbra a acompañarla con unas hojas de lechuga. Me parece deliciosa.

El origen de este popular plato es bien curioso. Su nombre original es ensalada Olivier. Una de las teorías más divulgadas sobre la ensaladilla rusa es la de un cocinero belga de origen francés llamado Lucien Olivier. Según se cuenta, Olivier emigró a Rusia en el año 1860 para abrir un restaurante de alta cocina en Moscú, en las proximidades del Hermitage. En su restaurante Olivier ofrecía lo mejor de la gastronomía francesa y no tardó en triunfar gracias a la aristocracia zarista y a los grandes intelectuales que aquí se reunían.

En el menú, la estrella era una ensalada denominada "mayonesa de caza", que luego cambiaría el nombre por el de "Salat Olivier". La receta estaba compuesta por carnes de caza, caviar, lengua de ternera, trufa, pepinillos, patatas cocidas y aceitunas. Y todo cubierto con una mayonesa.






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