lunes, 27 de agosto de 2018

00783 Las Brasas

A LA BRASA


Mientras me afano en sacarle algún fruto al huerto, de algún lugar cercano me ha llegado el inconfundible olor a brasa. Estaba agachado intentando ganarle la partida a unas hierbas, estas sí que se me dan bien, cuando he percibido la penetrante esencia de la leña quemada, ya hecha brasa, y con ella, imágenes de felices encuentros y celebraciones. No he podido resistirme a erguir  mi cuerpo para aspirar con deleite este perfume campestre tan evocador y exclusivo de los días de solaz y amable compañía. ¡Cuántos grandes momentos nos han deparado unas brasas y con cuanto sobre ellas se cocina!

Nunca hay pereza para hacer unas brasas, sabedores de la excelencia que está por llegar. Cualquier excusa o motivo es óptimo para confluir en torno a una parrilla que aprese emblemáticas viandas impregnadas en aromas de sarmiento, olivo o encina.

Es curioso, en la cantidad de parrilladas y barbacoas en las que he participado y en qué pocas ocasiones he sido el hacedor de las brasas. No es que me escaquee, para nada. Sucede que siempre hay algún experto en hacer brasas, con un estilo personal e infalible. Y claro, tampoco es cuestión de competir.

Siempre tengo la impresión cuando estoy en torno a unas brasas, que nada adverso te puede suceder. Me lo dice su familiar olor, la compañía, ese estado de bienestar que todo lo ocupa. Aún cuando las brasas me sean ajenas, como es este el caso, me hacen sentir bien y hasta me reconfortan. Más allá del hecho gastronómico o social que conllevan, su olor me traslada a un estado de suma placidez y evocadores recuerdos.









No hay comentarios:

Publicar un comentario