jueves, 3 de mayo de 2018

00674 Chibluco

OTRO REMANSO DE PAZ


Hace unas semanas, un amigo que acostumbra a leer este caleidoscopio vital me preguntó si era cierto que me gustaban todos los pueblos oscenses que hasta aquí traigo o era mera "pose". No oculto que me sorprendió la pregunta. Le comenté que sí, que en todos los visitados, hasta la fecha, había encontrado algo merecedor de "dormir" en este blog. El enclave de la localidad, un detalle, el silencio, un olor, un recuerdo, una puerta, una reja, una conversación con algún vecino, una iglesia, una plaza... en todos encontraba algo que al regreso a casa me invitaba a dedicarles unos minutos. Además, eran pueblos, lugares de alma con almas repletas de recuerdos que no quieren caer en el olvido.
He recordado la pregunta de mi amigo al traer hasta aquí la localidad de Chibluco, ubicada sobre la margen izquierda del río Flumen y próxima a la población de Loporzano. Siempre había pasado de largo, pero en esta ocasión, cogí el desvío por dos motivos: seguir sumando pueblos a ese intento por pisar todos los núcleos de población de la provincia oscense y saludar a mi amigo Andrés, en el caso de que estuviera.

Chibluco es otro claro ejemplo de despoblación. En sus mejores años no creo que superara los cien habitantes y ahora dudo que pernocten diariamente una decena de almas. No tuve oportunidad de preguntar a nadie, pues a nadie encontrar en mi visita. El pequeño pueblo se agrupa en torno a una plaza con casas de piedra y tapial. El silencio es tan notorio que el crujir de tobillos y rodillas parecen una fiesta. Mi amigo Andrés no está y le envío una fotografía vía was para dejar constancia de mi visita. Me contesta que es una "lástima", pero que tenía que resolver asuntos en Huesca y que por ese motivo no había "subido" a Chibluco, "su remanso de paz".

Próximo a la iglesia parroquial, de estilo románico y dedicada a Santa Cecilia, descansa sobre el asfalto un perro de pelo blanco. Parece dormido. Al paso abre un ojo. Ni se levanta ni olisquea. Solo abre un ojo en señal de visto bueno o de que le importo un carajo. No hay nada más que ver. De nuevo al coche para regresar a casa. Y en el recuerdo, un silencio, una pausa, una iglesia, un perro de pelo blanco, el sol acariciando las casas y la promesa de volver para compartir con Andrés ese remanso de paz.

Claro que también me gusta Chibluco.

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