domingo, 13 de mayo de 2018

00686 La Ermita de Jara

UNA VEZ AL AÑO

Mis dos hijas tienen nombre de ermitas de Huesca; Loreto y Jara. La primera de las ermitas la suelo visitar con relativa frecuencia, no así la segunda, que solo acudo el segundo domingo de pentecostés, que es cuando la Cofradía de Nuestra Señora Virgen de Jara celebra su tradicional romería hasta este lugar.

Tras la guerra civil, de la primitiva ermita de Jara solo quedó en pie un arco. Una ruina cuya silueta, durante muchos años,  parecía querer dar la bienvenida a casa. Nunca por aquel entonces accedí hasta ella. Para mí no pasaba de ser un elemento más del aprendido paisaje.

En junio de 2006 y tras diez años de larga reconstrucción, la ermita volvía a contar con techumbre y paredes. Las primeras obras se centraron en reforzar la cimentación y la construcción de dos arcos. Tras un parón, un Taller de Empleo del Ayuntamiento de Huesca acabó el cubrimiento del cuerpo del templo. La última fase se completó con el cubrimiento de los pies de la ermita, además de cerrar el atrio con la instalación de una verja de hierro procedente del antiguo matadero municipal. Una reconstrucción en la que tuvo mucho que ver el que fuera prior de esta cofradía, el añorado Daniel Calasanz.

Aunque solo sea el día de la romería, me gusta subir a la ermita de Jara con mi hija, hacerle la tradicional fotografía junto a la virgen y ver cómo van pasando los años. Y cómo no, musitar una oración mientras le dirijo unas palabras a la virgen, que a esta la tengo poco cansada.

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