martes, 8 de mayo de 2018

00680 Los Canelones

CON RECUERDO A CELEBRACIÓN


Durante muchos años formaron parte de las celebraciones en las que yo era el protagonista; es decir, de mis santos y cumpleaños. No hacía falta que mi madre me preguntara lo que quería para comer llegados el 30 de mayo y el 5 de septiembre. Sabía que no había otra respuesta posible: canelones y pollo asado. Siempre, siempre canelones y pollo asado. Y si esas dos señaladas fechas para mí me coincidían fuera de casa, si así ocurría acostumbraba a ser en los domicilios de mis hermanas Gemma y María Engracia, también canelones y pollo asado. Pero no unos canelones cualquiera, no, canelones como los que hacía mi madre y que todos aprendimos en su día a elaborar. Me gusta cualquier tipo de canelón, y aunque soy poco amigo de los top ten, aquí si que haré una mayúscula excepción; los number one, los de doña Engracia.

Hace tiempo que no los hago. Todo canelón requiere su dedicación y no ando muy sobrado de tiempo. Así que la próxima vez que los haga, muy gustosamente compartiré su receta, aunque no sé qué me da que más de uno hará una mueca de desaprobación. Tengo ya experiencia y alguna que otra anécdota al respecto. Lo dejaré así.

Los canelones es de esos platos que cuando como fuera de casa, al igual que me ocurre con las manitas de cerdo, si los veo en la carta del restaurante me lanzo a por ellos. No hay duda en la elección. Si leo o escucho la palabra canelón, no hay ya titubeo ni alternativa posible.

Es el caso de los canelones que ilustran esta entrada. Mira que había ese día cosas ricas para elegir, pero vi en el menú "canelones" y me cegué. Francamente estaban deliciosos; canelones rellenos de carne y bechamel de trufa. Espectaculares, sí, pero como los de mi madre...


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