martes, 27 de septiembre de 2022

01062 Los Placeres Mundanos

EL OASIS DE CADA DÍA


Desayunar en la terraza a cuerpo gentil, tiene para mí los días contados. Pronto tendré que volver a guarecerme en la cocina e intentar que no se me indigeste el café americano, mientras me pongo al corriente de lo que pasa en el mundo a través del televisor. Y ya me fastidia, porque desayunar al aire libre sin más sonido que el que nace en la calle, sin más información que la que se desprende del cielo y sin más horario que el de las campanas de la vecina iglesia, forman parte del listado de mis pequeños placeres mundanos, de mi oasis de cada día. Pequeños placeres cotidianos que proporcionan diminutos instantes de felicidad y que ayudan, sin ser muy consciente de ello, a afrontar el devenir diario.

Estamos, afortunadamente, rodeados de placeres mundanos que se traducen en momentos de necesitada abstracción, donde el mundo, no siempre atractivo, queda en suspenso, incluso lejano. Nada parece tan importante como ese instante en el que la dicha, la pequeña ventura, se traduce en una amalgama de plácidas sensaciones difíciles de definir.

Consciente de que los desayunos en la terraza están tocando a su fin por esta temporada, he decidido despedirlos de manera especial. Para ello, he cambiado mi habitual café americano por un generoso plato de dulce y sabrosa fruta, en recuerdo de todos los gratos amaneceres que me ha brindado este espacio en cada despertar. El cielo está prácticamente despejado, apenas blanqueado por unos viajeros cirrocúmulos. Las escuálidas y desarmadas albahacas, todavía fragantes, parecen rendirse a los vaivenes de un incómodo frío viento. De todas las voces que llegan de la calle, una, la de un niño, se hace fuerte: no quiere ir al colegio. Humphrey viene a visitarme para cerciorarse de que está todo bien. Me lame. Le doy un beso en la cabeza. Me pregunto si sabrá que es un beso de afecto. Le pregunto. Inclina hacia un lado su cabeza y levanta las orejas. Se va. En la calle una voz dice tener prisa. Yo no. He olvidado lo que son las prisas. Queda un trozo de piña y otro de melón. Cerraré el desayuno con el de melón. Es más dulce para esta momentánea despedida.

 

 

 







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