lunes, 30 de marzo de 2015

00041 Las Chimeneas

CHAMINERAS


No me refiero a esas chimeneas que se han convertido en un icono del paisaje industrial o como he podido leer en algún estudio sociológico, en una "imagen cuya presencia incomoda por su inquietante abismo que transfiere los humos al cielo".

Mis chimeneas son más humildes, más domésticas y ancestrales. Son construcciones sobre tejados que invitan a la reflexión y a la contemplación. Son estructuras sobre casas con alma. De calor y de cuento en torno a un fuego. De salida de inequívocos sabores y de anuncio, si hay humo, si hay fumo,  de que hay todavía vida, afortunadamente, bajo ella. Y por muchos años, añado.

Las chimeneas que a mí me gustan son esas que fijan mi atención y mi mirada. Aquellas en las que intento adivinar y que me dicen, por sus fuegos, cuantos moran en la aldea. Las que me trasladan otrora temores y supersticiones. Las chimeneas que me hablan de mondongo y de calderos. De luces de vela y ventanas de asomo.

Las de construcción artesana. Las que miran al valle en busca de aliento. Las de esbelta y orgullosa figura, y las que apenas asoman del tejado. Estas también. Las chimeneas que me gustan hablan de amores y desencuentros, de pactos y tratos, de futuro incierto y presente abierto.

Las chimeneas de las que yo hablo se alzan en la tierra a la que amo.

"Y cuento contau, por a chaminera s'ha escapau"





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