sábado, 28 de julio de 2018

00755 El Ajo Frito

SALUD E INMUNIDAD


Soy de los convencidos de que una cocina sin ajos es como un jardín sin flores. El ajo es el gran aliado de la cocina y hasta necesario. Y no diré que se genere un drama, pero casi,  cuando empiezas a cocinar, abres el frigorífico para coger unos dientes de ajo y observas que no hay. Se encienden todas las alarmas. Es como, y ya que he comenzado con un parangón, cuando los que somos fumadores, en la recta final del día coges la cajetilla de cigarrillos y está vacía. Y además, no hay un pitillo en toda la casa. Bueno, esto sí que es un drama. Creo que me he ido un poco del asunto.

A lo que iba. En algún momento de este blog ya ha sido laureado el ajo, así que no redundaré más en él. Hoy quiero traer hasta aquí a este bulbo de blanca piel, en su condición de frito. Me encanta el ajo frito. En cualquier sofrito, para rematar unas verduras, con unos cogollos de lechuga, para aliviar un simple arroz blanco cocido, con unos champiñones, en los asados de carne o de pescado... y en tantas y tantas "juergas" gastronómicas que nos podamos imaginar. Tanto me gusta, por sí solo, que si hay confianza con los comensales y hay alguien que lo aparta en el plato, pido permiso para hacerme con él. Me gusta su exclusivo sabor y la potencia que da a los alimentos.

He mirado si el ajo frito aporta algún beneficio a nuestro organismo y esto es lo que me he encontrado: baja el nivel de colesterol, limpia las arterias, normaliza la presión arterial, activa el sistema inmune, fortalece los huesos, disminuye la fatiga y mejora el rendimiento físico.

Pues nada, a seguir comiendo ajos fritos.

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