miércoles, 18 de julio de 2018

00740 La Repostería

DOMINGOS Y FIESTAS DE GUARDAR

Cuando veo una imagen como la que ilustra esta entrada, no puedo dejar de relacionarla con los días festivos; "domingos y fiestas de guardar". La repostería cerraba, y me imagino que así seguirá haciendo, la comida festiva y de agasajo. Si no había repostería, daba la impresión de que la comida no era completa. Rara era la ocasión en la que si alguien venía a comer a casa no lo hiciera con un paquetito, en señal de gratitud, asido por una fina pero eficaz cinta blanca, rosa, azul o amarilla. Un paquete cuyo contenido no se desvelaba hasta que no llegaba el momento del postre. Una vez desprovisto de envoltorio, mis ojos daban un rápido repaso a la bandeja en busca de mi pequeño pastel más preciado: el tocinito de cielo, por aquel entonces para mi, el rey de la repostería. Un reinado que con el paso de los años y ya en Bilbao, compartiría con las denominadas "carolinas", unos deliciosos merengues bicolor.

Me da la impresión, es solo una impresión y por lo tanto, un hecho nada contrastada, que con el paso del tiempo, cambios y modas, la repostería ha quedado algo relegada por otras propuestas a cada cual más interesante. De cualquier manera, me declaro un fan de la repostería y de los reposteros.

La historia de la repostería transcurre paralela a la del azúcar; por lo tanto nos separan de su origen un par de siglos. El gusto por lo dulce es tan antiguo como la humanidad, aunque durante muchos años las únicas fuentes de dulzor fueron las frutas y la miel.

El dulzor de la caña de azúcar llegó al mundo occidental desde oriente durante la edad media y como algo reservado exclusivamente para la aristocracia. Conventos y monasterios serían los encargados de desarrollar la repostería en esta etapa en la que el azúcar se tomaba en contadas ocasiones. Durante la época napoleónica, y como consecuencia del bloqueo naval impuesto por los ingleses, se empezó a obtener azúcar de la remolacha.

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