lunes, 11 de marzo de 2024

01291 Las Patatas de Antojo

UNA HUMILDE DELICIA


Lo cierto es que no tenía intención de cenar. No es que no tuviera hambre, no. Lo que sucede, es que el invierno se me hace muy largo y para mitigarlo, me da por comer. Creo que no es nada novedoso y somos legión los que así actuamos en esta época del año. Así, que para que la báscula no sume más dígitos de los deseados, me propongo perdonar alguna que otra cena.

Hoy era uno de esos días en los que me había propuesto no cenar, pero... Mientras andaba distraído con la lectura de la obra de teatro "La visita del inspector", de J.B. Priestley, me ha parecido escuchar como de fondo: "¿A quién le apetecen unas patatas de antojo?". No he respondido y he reaccionado como quien oye llover. No se ha hecho esperar una nueva llamada de pregunta/atención, que antes de oír finalizar la frase, ya estaba plantado en la cocina. ¡Cómo renunciar a un antojo y además, tan rico! Ya ayunaré mañana y si no, pasado mañana. Pero a estas patatas, hoy no renuncio.

Son una tontería, pero están deliciosas y entran de cualquier manera. Como diría mi madre, "hasta sin hambre". Es tan sencillo como hacer unas pequeñas patatas al microondas. Cuando están cocidas, y casi en caliente, darles un puñetazo, sin pasarse, y aplastarlas. Hecha esta operación, se les añade a cada patata unos granos de sal gorda, una generosa cucharada de mayonesa casera y como colofón, una anchoa en aceite. Ya está. Servir y acompañar con un vasito de vino tinto. 

Después de comerlas y saborearlas me ha entrado el arrepentimiento. Pero he pensado a continuación, "que me quiten lo bailao". 

Las llamo de esta guisa, porque en una ocasión tenía antojo de comer algo y no sabía qué. Y sin comerlo ni beberlo, apareció en la mesa esta humilde delicia. 





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