lunes, 11 de marzo de 2024

01290 El Acebo

 PROTECCIÓN Y BUENA FORTUNA


Desde tiempos remotos, el acebo está considerado como un símbolo de fortaleza y eternidad. Cuenta la leyenda en la cultura celta, que el rey Roble reinaba durante los meses más cálidos y luminosos del año. Por el contrario, el rey Acebo lo hacía en la época más fría y con menos luz. Además, cuando el roble perdía sus hojas, el acebo mostraba todo su esplendor con un manto de hojas verdes cubierto de bayas rojas.

Los celtas, posiblemente debido a las hojas espinosas del acebo, le atribuían poderes para ahuyentar a los malos espíritus. De hecho, tenían por costumbre fabricar coronas con ramas de acebo como elemento de protección y buena fortuna. Más tarde, el cristianismo adoptaría al acebo como uno de los símbolos navideños más característicos. “Su uso como planta decorativa en estas fechas se atribuye a un intento del cristianismo por desplazar a su homólogo pagano, el muérdago, especie que era empleada por los druidas en las festividades del solsticio de invierno. Los frutos rojos evocaban la sangre de Cristo, mientras que las hojas con bordes espinosos se identificaban con la corona de espinas que portaba el Mesías. Cuando el cristianismo se expandió por Europa, el acebo conservó su simbolismo en muchas zonas y empezó a formar parte de las fiestas religiosas, en especial el Adviento y la Navidad”.

Leo que a este arbusto le gustan las alturas, es capaz de ascender hasta los 2.000 metros de altitud, que aporta alimento a numerosas especies en tiempos de escasez, especialmente a las aves y que puede llegar a vivir hasta un siglo. Además, de acuerdo con la Lista Roja de Especies Amenazadas, elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el acebo es una especie protegida con la categoría LC, “preocupación menor”.

En síntesis, así es este arbusto que, desde siempre, tanto ha llamado mi atención por su belleza, a pesar de su aspecto espinoso. Hacía tiempo que no veía un acebo al natural, -se nota que en los últimos años he dejado a un lado las visitas al atractivo y precioso Pirineo-, hasta que estas pasadas navidades, paseando por Madrid, me encontré unos hermosos ejemplares en unos maceteros. Verlos, me produjo una gran alegría, además de traerme hermosos recuerdos. Así, que no lo dudé, y capté unas imágenes para traerlo hasta este caleidoscopio vital.

En alguna ocasión, he comprado pequeños acebos en maceta, pero sin conseguir sacarlos adelante. No debe ser cosa fácil. Así, que si quiero disfrutar de su belleza, tendré que ir a su hábitat, que por otra parte, tanta falta me hace. 






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