martes, 1 de diciembre de 2015

00187 Adoptar Paisajes

A FUERZA DE MIRARLOS

El día es gris otoñal y apagado de ánimo. Todo huele a humedad; el sueño, los veinte primeros pasos, la terraza y el parque. Respiro profundo, necesito respirar hasta adentro. Sentirme parte de un todo excluyente. Aprovechar el instante de un olor a limpio prematuro y emergente.

Empiezo a pensar que lo que viene por delante es algo instintivo y nada controlable. Recorro el conocido paisaje, hoy de silencios cautivos. No hay griterío, ni apresuradas pisadas, ni voces ni ruidos. Sólo indecisión en un paraje dormido como indeciso es el color en el lento atavío. No hay definición a pesar de los contrastes.

Miro al horizonte de forma extraña como si quisiera leer un pensamiento en las copas teñidas de los árboles. Entre el humo y el frío atisbo un guiño, una carantoña, una ligera mueca de huérfana estampa deseosa de ser adoptada.

Somos los de siempre los que se cruzan las miradas aunque los ropajes cambien cada mañana. Somos los mismos de ayer, de hoy y de cuanto viene. No escogimos el destino, fue él quien nos eligió de entre el camino, me dice y le digo.

En un intento por restar importancia al asunto susurro un sincero hasta luego, hasta dentro de un rato o hasta mañana. Yo regreso a mis desquehaceres mientras mi adoptado paisaje hermosea su pelaje en un día gris otoñal y encendido ánimo.

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