jueves, 15 de noviembre de 2018

00861 Los Naranjos Urbanos

NARANJOS AMARGOS


En numerosas calles y plazas de ciudades y pueblos, sobre todo de Andalucía, es frecuente encontrarnos con naranjos, naranjos amargos de urbana placidez.

De siempre me han llamado la atención por su estética en el enclave, por sus verdes y alegres hojas, por el color de sus frutos y, si en el tiempo coincide, por el blanco de sus flores y su olor a azahar. Su solvencia estética y organoléptica invita a percibir el adoquín y el asfalto de manera más transigente.

Cuando en mi caminar me topo con una calle o plaza con naranjos o simplemente con un "caprichoso" y solitario ejemplar, me pregunto si ese mismo espacio sería igual sin su presencia. Hago un simulacro de abstracción y constato que falta algo. No es el árbol ni sus alegres y verdes hojas. Tampoco es su ornamento ni el espacio que ocupa. Son sus redondos y vivaces frutos los que echan en falta el mirar. Fruto de amargo sabor que contrasta con la desordenada armonía de color y viveza que gravita sobre la cabeza. Y los vuelvo a mirar, ahora en tiempo real, y no sé por qué, siempre me sacan una leve sonrisa.

Por cierto, acabo de leer que un trabajo realizado en 2011 por la Consejería de Medio Ambiente andaluza para evaluar los sistemas verdes urbanos como sumideros de dióxido de carbono (CO2) ante el cambio climático, certificaba que las especies de árboles "más eficientes en el secuestro de carbono atmosférico son el naranjo amargo, el limonero, el laurel y el quejigo".




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