lunes, 24 de octubre de 2016

00384 El Carpaccio de Torteta

ESA GRAN DESCONOCIDA




No es una definición correcta si nos ceñimos a que un carpaccio es una preparación en finas láminas de una carne o pescado crudo,  pero no se me ocurría otra manera de significar este plato. El único parecido es que la presentación que hasta aquí traigo de esta elaboración de la matacía de cerdo típica altoaragonesa, en esta ocasión, se hace a base de finas láminas de tan singular alimento.

Hubo un tiempo en el que devoraba torteta sin miramiento alguno. La edad me lo permitía, el ejercicio era diario y constante, a mi cuerpo su ingesta no parecía incomodarle y siempre era bien recibida. En ocasiones, cuando mi madre me enviaba a la carnicería de Amado Ara a buscar provisiones para preparar la visita de alguno de mis hermanos, rara era la vez que llegaban todas las tortetas en perfecto estado de revista. Siempre había alguna que lo hacía tullida. Por el camino de la carnicería a casa los pellizcos a tan humilde alimento eran tentadores e irresistibles.

En aquellos días, la presencia de tortetas en el frigorífico de casa, entre otras especialidades, anunciaba la pronta llegada de alguno de mis hermanos. Una de las cenas, si no eran todas, consistía en un par de huevos fritos con la crujiente torteta pasada por la sartén con muy poco aceite. Cuando la comíamos, y eso que las de Amado Ara eran excepcionales, siempre salía a colación como una letanía, que como las que hacía la abuela Genoveva y mis tías Olga y Blanca, no había ninguna. Casi en punto y seguido recordábamos los días de matacía en Alcalá de Gurrea, los sabores y olores del invierno y el anecdotario particular y colectivo de cada uno de los comensales presentes. Todavía ahora sigo manteniendo esa costumbre y si viene algún hermano a casa, le esperamos con alguna torteta que presentamos en salmorrejo acompañada de su longaniza, lomo, costilla de cerdo y tortilla de trampa. Gloria borda este guiso.

Al margen de esas situaciones, de vez en cuando, muy de vez en cuando, compramos alguna que otra torteta que consumimos en forma de "carpaccio". Hay que cortarla en crudo muy fina,  con lo que nos ahorramos que pase por la sartén y su correspondiente fritura. Una vez dispuesta en el plato, vertemos sobre ella un buen chorrito de aceite de oliva virgen y añadimos unas escamas de sal Maldon. Está deliciosa y no necesita más acompañamiento. Además, al ser un plato compartido, comes menos; lo suficiente para el deleite del paladar y para que no caigan en el olvido los sabores de la infancia.

En otra ocasión me recrearé más con esta gran desconocida de la cocina española.










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