lunes, 8 de agosto de 2022

01022 Los Árboles Botella

 JARDÍNES DEL TÚRIA


Cuando he viajado a la ciudad de Valencia, no ha habido vez que no haya paseado por los espectaculares Jardines del Túria. Me encantan y disfruto de los peculiares escenarios naturales que atesoran. Quien no los conozca, se los recomiendo por múltiples razones que van, desde la tranquilidad, hasta la belleza y originalidad de un espacio de más de 9 kilómetros transitables que unen, por decirlo de alguna manera, el Parque de Cabecera con la Ciudad de las Artes y las Ciencias.

Tras la riada de 1957 que desoló la ciudad, se desvió el cauce del río Túria al sur de Valencia, dejando libre de aguas una franja de terreno que, rodeando el centro histórico de la ciudad, la cruza de Oeste a Este. 

En 1986 se inauguraron estos jardines tras la actuación de diversos urbanistas y paisajistas encargados de diseñar los diferentes tramos del cauce, reproduciendo el antiguo cauce fluvial y creando un recorrido único poblado por distintas especies arbóreas, plantas aromáticas, estanques, así como áreas de recreo infantil y pistas deportivas. Considerado como uno de los parques naturales urbanos más grandes de España, está coronado por 18 puentes, entre los que destacan los históricos de Trinidad, del siglo XV, los Serranos, del Real y del Mar, del siglo XVI, y el puente de San José, del siglo XVII. Más recientes: el puente de la Exposición, del 9 de Octubre, el de las Flores o el de l'Assut d'Or, diseñados por Santiago Calatrava, el de las Artes, junto al IVAM, de Norman Foster, o el del Ángel Custodio, de Arturo Piera.

Fue en este magnífico escenario donde vi por primera vez a los curiosos "árboles botella" o Chorisia Speciosa. Al observarlos salió el niño que llevo dentro y me paseó por lo más parecido al escenario de un cuento. No en vano, al espacio que ocupa esta singular especie arbórea, se le conoce como el bosquecillo de los "barrigudos". En un principio pensé que se trataban de baobabs y que el Principito podría aparecer en cualquier momento tras una de las múltiples barrigas que se alineaban ante mi infantil mirada. Algo me dijo que podía estar en un error, pues entre los baobabs que había conocido a través de fotografías y documentales africanos y los que estaba presenciando, había alguna que otra diferencia. Así que procedí a disipar mis dudas buscando información al respecto.

Los árboles que me rodeaban eran conocidos como "árboles botella", Ceiba Speciosa, también denominado Chorisia Speciosa, y popularmente llamado palo borracho, toborochi, árbol de la lana, palo rosado o samohu. Pertenece a la misma familia del kapok y el baobab, donde este último, es africano y en peligro de extinción. Se trata de un árbol de hoja caduca, de 10 a 20 metros de altura. El tronco, ensanchado en su tercio inferior, le sirve para almacenar agua en tiempos de sequía. Está protegido por gruesos aguijones cónicos. Las ramas tienden a ser horizontales y también están cubiertas de aguijones. Es un árbol frecuente en las provincias de Valencia, Málaga y Cádiz, al poseer climas cálidos con inviernos suaves.

Y así, entre dudas y recreos en un rincón de los Jardines del Túria, se fue pasando la mañana. Baobabs o no baobabs, barrigudos o botella, el caso es que se quedaron en mi memoria como un grato y ensoñado recuerdo y así formar parte de este socorrido caleidoscopio vital.







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