viernes, 6 de noviembre de 2015

00166 La Placidez

LAS COSAS PLÁCIDAS

Es una constante búsqueda. No me gusta lo bronco. Detesto por definición la violencia sea del tipo que sea. Nunca me han gustado las discusiones ni las situaciones desagradables. Me siento incómodo y molesto cuando se producen. Me bloqueo, y si pudiese vomitar con facilidad, así lo haría. Siempre he evitado, aunque no siempre con éxito, ser partícipe o testigo de este tipo de escenas no deseadas y que tanto luego me cuesta borrar.

Prefiero educar a mis ojos en la mirada de las cosas amables y placenteras. Libres de sospechas. Educar en las representaciones domésticas intensas y vivas. Buscar sensaciones cómodas de observado aliento. Recrearme en imágenes sin riesgo y si hubiese alguno, que sólo fuera el de la insistencia.

Enseñar a mis ojos paisajes de armonía no estudiada mientras el corazón rotula emociones en rojo. Seleccionar el encuadre más satisfactorio sin necesidad de recurrir a imposibles. Suspirar, sentir, empacharme de luz y de color. Guardar entonces los matices y si es posible también el olor. Es fácil acostumbrarse a la serena calma.

La placidez me atrapa, me sugiere y reclama. No me inquieta ni me alarma. Me conviene. Dicen que hay gente que envejece a saltos; yo prefiero hacerlo a empellones de noches y días plácidos. Sin distorsiones de la realidad, acaso algún adorno para los días de hastío. Placidez melosa y sonriente, callada y hasta solitaria, apreciada y transparente.

Llámame ingenuo, pero me gusta la placidez y las plácidas cosas.

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