sábado, 7 de noviembre de 2015

00167 Las Mesas Largas

CON MUCHA GENTE

Será porque en casa de mis padres éramos cuadrilla o porque mi soledad siempre ha buscado corazones donde cobijarse y sentirse segura. La cantidad de veces que he tenido que poner el "tablero", como así llamábamos familiarmente al supletorio de madera que permitía alargar la mesa del comedor y  poder de esta manera sentar a más comensales.

Sacar el "tablero",  que pasaba sus días detrás de la puerta del comedor a la espera de pequeño o gran acontecimiento, era sinónimo de feliz encuentro, de impaciente espera y descontrolada alegría. Sinónimo de largas sobremesas para saber acerca de nuestras vidas mientras unos crecían  y otros sumaban años en la contemplación de los días. Sinónimo de complacer gustos, de recuperar sabores y de alimentar recuerdos aupados en el cariño. Mesa larga cubierta de largo mantel festivo para cortas horas de manifiesto alivio.

Nada queda ya de todo aquello, sólo el recuerdo. Un placentero y feliz recuerdo. Muchas cosas han cambiado desde aquel entonces. Nada es lo mismo. Ninguno somos los mismos. Apenas se percibe ya el redoblado crepitar de algún aplauso.

Será por todo esto que me gustan las mesas largas. Mesas largas de animada gente. Mesas de risas sin esfuerzo desparramadas sobre los manteles. Sin edad, sin motivo alguno. Sólo mesa larga que cobije gente, que alimente cariños sin explicaciones.  Mesas largas de apretados corazones donde depositar los pequeños detalles de nuestras vidas. Mesa larga de largo mantel de instantes, de brindis, de guiños y piropos, de feliz y sonara palabra.

Me gustan sí, las mesas largas. Esas de larga sobremesa para no descuidar nuestras vidas mientras unos crecen y otros sumamos años en la contemplación de los días.






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