viernes, 27 de mayo de 2022

00990 Las Calas

 BELLEZA Y PUREZA


Hacía tiempo que no traía hasta este caleidoscopio vital una planta, otro de los centros de atención de mis sentidos y también de mis recuerdos.

Recientemente, en uno de mis diarios paseos, tropecé con un hermoso y frondoso ejemplar de cala o lirio de agua. Sus llamativas y reconocibles flores blancas ya habían aparecido entre el verdor de las hojas. Flores que la simbología relaciona tanto con la vida como con la muerte. Como vida, acostumbra a ser utilizada en los actos de Primera Comunión y en los nacimientos. Como muerte, se utiliza en los funerales; no en vano, en algunos lugares se le conoce también como la flor de la muerte.

La belleza de esta flor la lleva en su mismo nombre que proviene del griego “kalós” y que significa bonito. Precisamente, los griegos relacionaban la cala con los bacanales o fiestas por la semejanza de la flor con una copa. Son flores de pureza y compasión, y representan la belleza y también la suerte.

Y si bella es la flor de la cala, sus hojas grandes, verdes, carnosas, gruesas y en forma de flecha, no lo son menos. Digamos que están creadas tal para cual.

Tras tomar varias instantáneas al florido vegetal comenzaron a volver del pasado recuerdos relacionados con esta preciosa y elegante planta. Así, me llegaron imágenes de los balcones de mi casa familiar donde cada primavera, mientras hubo vida en ese hogar, florecían hermosas calas para satisfacción y orgullo de mi madre, tan amante de las flores y de las plantas. Todos los días era obligada su visita a los balcones para cuidar, observar y disfrutar de su pequeño paraíso. Y qué alegría, siempre compartida, se llevaba cuando veía aparecer entre las hojas de la cala, una pequeña vara que con el paso de los días se convertiría en una hermosa y aromática flor blanca.

De ese mismo cajón de los gratos recuerdos me llegaron escenas de mis visitas a mi querida hermana María Luisa, mi monja benefactora de la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana. A ella acudía en tiempos de tribulaciones en busca de sosiego y luz. En aquellos días siempre encontraba luz y sosiego tras su sonrisa y sabios y certeros consejos. Da igual cual fuera mi preocupación o desasosiego, siempre, siempre había palabras de consuelo y de ánimo para reiniciar el camino. Y en el saloncito, donde tantas horas pasé no solo de pesar, sino también de inmensa felicidad, la presencia, como testigos mudos, de unos hermosos, vivaces y espléndidos ejemplares de calas que ayudaban a digerir los malos tragos o alegrar los gratos encuentros. En invierno las calas exhibían un exuberante verdor que se vería hermosamente alterado con la llegada de la primavera y sus características flores. ¡Y qué mano tenía mi querida hermana María Luisa para las plantas! Como para todo.

Ahora contemplo embelesado estas floridas calas y veo, tal es su simbología, su pureza, belleza y compasión, hermana María Luisa. Gracias por tanto bien que me hizo.



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