jueves, 27 de abril de 2023

01110 José Hierro

 EL POETA DEL MAR


Me acerqué al poeta José Hierro, hace ya algunos años, atraído por una querencia compartida: el mar. Desde el primer instante, con la lectura de los primeros versos, quedé cautivado de su palabra, de su limpia mirada hacia la vida sencilla, de la soledad de sus versos, de su serenidad y de la ociosidad de mirar el mundo. Desde ese preciso instante pasó a formar parte de mis poetas de cabecera junto a Neruda, Kavafis, Pessoa o Juan Ramón Jiménez.

Pepe Hierro, un “santanderino” que nació en Madrid el 3 de abril de 1922, influenciado por el también poeta Gerardo Diego, supo conjugar con maestría palabra y mirada, a través de una poesía antirrealista y evocativa.

En 1981 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1990 recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas, en 1995 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander y en 1998 recibió el Premio Cervantes. Al año siguiente fue elegido miembro de la Real Academia Española.

El 25 de abril de 2008, seis años después del fallecimiento del poeta, a los ochenta años de edad, el Ayuntamiento de Santander inauguró un monumento a José Hierro, constituido por una escultura en el Paseo Marítimo y ubicado entre el monumento a Los Raqueros y el Club Marítimo.

Se trata de una obra de la escultora santanderina Gema Soldevilla y se basa en la recreación de la cabeza del poeta, formada por una serie de paneles paralelos de dos metros de alto, elaborados en láminas de acero, que forman un cubo de dos metros de profundidad y dos de anchura. La escultura se levanta sobre una base de hormigón cubierta de piedra y lleva una placa en la que se leen los versos del poeta sobre la Bahía de Santander: “Si muero, que me pongan desnudo, desnudo junto al mar. / Serán las aguas grises mi escudo y no habrá que luchar”.

 

DESPEDIDA DEL MAR

Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.

Este perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!

 

Ramos frescos de espuma… Barcas
soñolientas y vagas… Niños
rebañando la miel poniente
del sol… ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo…! Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.

 ¡Y que ahora tenga que dejarte

para emprender otro camino!…

Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.

José Hierro

 






No hay comentarios:

Publicar un comentario