miércoles, 12 de julio de 2023

01155 La Cabeza de Jabalí

 UN CAMBIO SUSTANCIAL


Me gusta desde hace treinta años. No es que tenga una gran memoria, sino todo lo contrario. Hace tres décadas que contraje matrimonio y hasta ese entonces, la cabeza de jabalí no me seducía absolutamente nada. Supongo que la comería en alguna que otra ocasión, pero sin énfasis alguno.

A quien le gusta este embutido es a Gloria. Y es gracias a ella, que también acabó gustándome. Cuando lo como, todavía recuerdo lo poco grata que me resultaba su textura, que no su sabor, y la poca simpatía que le tenía. Ahora, la cabeza de jabalí forma parte, desde hace muchos años, de los entremeses de la cena de Nochebuena, aunque para esa ocasión, el fiambre lleva incorporados pistachos. Me resulta delicioso. Igual de deliciosa que la “gilda” que probé en una ocasión en el bar “La Carrasca” de Aínsa. Tanto nos gustó, que tomamos en su día buena nota de su elaboración y en ocasiones la hacemos en casa como aperitivo. La gracia y originalidad de esta recreación de las populares gildas está, precisamente, en la cabeza de jabalí. (Podéis leer más en la entrada número 00924 de este caleidoscopio vital).

También para Nochevieja nos ha acompañado el susodicho embutido. De hecho, las fotografías que ilustran esta entrada son de las últimas navidades. En aquella ocasión, se sirvió la cabeza de jabalí cortada muy fina y se añadieron unas gotas de aceite y pimentón dulce sobre las finas lonchas. De vicio.

Lo curioso de este embutido es que su nombre, cabeza de jabalí, no se corresponde exactamente con la descripción del producto. Se trata de un fiambre elaborado a partir de partes de la cabeza del cerdo, fundamentalmente oreja, morro, labio y lengua. Para que todas las carnes, con la que está elaborado el embutido, presenten la misma dureza, se cuecen durante mucho tiempo, se macera y embute. La característica gelatina de la cabeza de jabalí, la aporta, de forma natural, la cocción de las carnes.

 




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