miércoles, 8 de junio de 2016

00307 La Sopa de Cerezas

QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA


No damos a basto. Empiezan ya a estropearse. Jara come mañanas, tardes, noches y entre medias. Loreto ha llevado a sus amigas y también a los abuelos. Gloria hizo mermelada y yo hago lo que puedo. Ya anticipé que habíamos cogido en exceso y que no íbamos a poder con semejante "cerezada". Están deliciosas, "en el nombre de Dios este año". Son de Bolea, de la finca de mi amigo Pedro. Del árbol a la boca o a la cesta. Y aún pretendía que cogiéramos más.

Esta mañana he visto que empezaban ya a estropearse. ¡Qué lástima! He recordado que hace algún tiempo, una amiga, conocedora de mi afición por los platos de cuchara, me envió varias recetas de sopas veraniegas a cual más curiosa. He revisado el archivo, pero nada encuentro sobre cerezas. Miro en Internet. Aquí se encuentra de todo. Sopas y gazpachos de cerezas. Tampoco es posible. Cuando no me falta naranja o limón, carezco de nata o vainilla. A por el plan B, marchando una de improvisación y que sea lo que Dios quiera.

También carezco de un deshuesador de cerezas. De nuevo a Internet. Alguien aconseja que a falta de instrumento,  puede servir un bolígrafo Bic. Funciona el socorrido invento. Cojo un kilo de cerezas y comienzo la operación deshuese. Un poco cansino el asunto, pero entretenido. He puesto a hervir un cuarto de litro de agua y cuando han aparecido las familiares burbujas he vertido el kilo de cerezas deshuesadas. Han estado hirviendo por espacio de media hora. En el frigorífico he visto un hermoso tomate. No lo he pesado, pero era grande. Lo he pelado y añadido a las cerezas hervidas ya fuera del fuego. Ayudado del brazo de cocina he triturado cerezas y tomate. El color es sugerente y aterciopelado. Por si acaso, he pasado la mezcla por un colador. Luego he visto que no era del todo necesario. Ha quedado muy poco resto en el chino, casi nada. Lo he dejado enfriar y le he añadido un poco de sal, aceite y unas gotas de vinagre. He recordado que tengo una maceta de fresco y exótico eneldo en la terraza. Corto cuatro tallos para decorar.

Hora de probar el experimento. Introduzco la cuchara en el plato con timidez y cuidado. Pruebo la sopa y... no está mal. El sabor es curioso, un poco ácido pero refrescante y apetitoso. El eneldo, en el poco tiempo que ha estado en contacto con la sopa ha dejado también su impronta. Me ha gustado y repito. Me ha seducido. Y antes de que se me olvide tan socorrida sopa,  aquí la dejo y escribo.









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