viernes, 6 de octubre de 2023

01188 Prohibido Suicidarse en Primavera

 ALEJANDRO CASONA


 Vuelve el teatro, una de mis pasiones, hasta este caleidoscopio vital. Y lo hace de la mano de Alejandro Casona y una de sus obras más conocidas, “Prohibido suicidarse en primavera”. Fue Casona, junto a Ángela Martín, profesora de literatura en el instituto de enseñanza donde cursé los últimos años de bachiller, y mi madre, quienes me metieron el teatro en las venas. Me explicaré.

A mi madre le encantaba el teatro. Siempre que teníamos oportunidad, íbamos juntos al teatro. Desafortunadamente, no fueron muchas las ocasiones. Así, que yo recuerde, compartimos patio de butacas, entre otras representaciones que ahora mismo no me vienen a la cabeza, en “Enseñar a un sinvergüenza”, o en los musicales “Aquarius” y “Una línea de coro”. En cambio, donde sí compartimos espacio, cada uno sentado en nuestro sillón orejero del salón de casa, fue para ver el mítico programa de TVE, “Estudio 1”. Creo que llegaríamos a visionar el 90% de los programas emitidos. No recuerdo bien su día de emisión, pero sé que era sagrado para nosotros. Llorábamos, reíamos, nos entristecíamos y alegrábamos, y celebrábamos el magnifico elenco de actores y actrices de aquellos años: Jesús Puente, Galiana, Luis Varela, María Luisa Merlo, Mercedes Prendes, Irene Gutiérrez Caba, José Bódalo, José María Rodero, Carlos Larrañaga, María Asquerino, María Isbert, Francisco Rabal, María Fernanda D´Ocón… Son los primeros nombres que me han ido viniendo a la cabeza, de una larga lista y que interrumpo para no alargarme.

Fueron en casa años de pocas alegrías y en los que el programa televisivo conseguía sacarnos de nuestras vidas, para transportarnos a otros escenarios y otras vivencias, aunque fuesen ficticias. Francamente lo recuerdo con cariño.

Por aquellos años, cursando bachillerato superior, hice mis primeros pinitos en las tablas con “Prohibido suicidarse en primavera”, de Alejandro Casona, “Historias para ser contadas”, de Oswaldo Dragún, y “Tristes hombres”, una obra de mímica que creamos en un taller de teatro bajo la dirección de Félix Fernández Vizarra y asesoramiento académico de la profesora de literatura del Instituto de Bachillerato Ramón y Cajal de la capital oscense, Ángela Martín. Tanto me enganché al hermoso arte de Talía, que incluso llegué a proponer a mi madre hacer Arte Dramático. La respuesta materna fue la esperada, aun siendo ella también una amante del teatro: “Primero estudias una carrera y luego, dedícate a lo que quieras”.

Por su parte, Ángela, en los tres cursos que duró el taller, supo trasmitirnos a los participantes, de forma sosegada, meditada y reflexiva, como era ella, la belleza y dureza del teatro. Nos inculcó el valor del esfuerzo y el compromiso, y nos alentó a que, pasara lo que pasara en un futuro, siguiéramos amando al teatro.

De esa época, datan mis primeros libros de teatro que devoraba con pasión. Así, fueron apareciendo en mi vida Jardiel Poncela, Mihura, Alfonso Paso, Molière, Shakespeare, Tennessee Williams, Oscar Wilde, Samuel Beckett, Arthur Miller, García Lorca, Bertolt Brecht… y Alejandro Casona, de quien, recuerdo, adquirí, con gran esfuerzo económico por aquellos años, sus obras completas.

Cada obra que leía, me veía reflejado en un personaje. En la soledad de mi habitación, leía e interpretaba un papel, e imaginaba que algún día… Pero no, esta etapa igual que llegó, se esfumó y la vida me llevó por otros derroteros, aunque el teatro ha seguido formando parte de mis aficiones.

Desde hace una década, tengo la fortuna de formar parte de un grupo de teatro leído y dramatizado que, de alguna manera, ha venido a cicatrizar la herida que siempre he tenido abierta. Disfruto lo que no está escrito y a veces, hasta tengo la impresión de vivir una segunda juventud.

Una de las últimas obras que subimos al escenario fue, precisamente, “Prohibido suicidarse en primavera”, un canto a la vida de Casona. Después de casi cincuenta años, volví a dar vida al Doctor Roda. Cuando salí al escenario, por un momento, pensé que seguía siendo aquel joven inquieto de los dieciséis años, y no exento de nerviosismo, comencé: “Desengaños de amor, 8. Pelagra, 2. Vidas sin rumbo, 4. Catástrofe económica…, cocaína… ¿No tenemos ningún caso nuevo, Hans?”. ¡Qué manera de disfrutar!

¡Ah! Y fue en aquella obra en la que conocí a Gloria, mi esposa, que interpretaba a una Dama Triste. ¡Toda una vida!

PROHIBIDO SUICIDARSE EN PRIMAVERA

Esta fantástica obra retrata el Hogar del suicida, una clínica creada por el doctor Ariel, quien desciende de una familia en la que los hombres se suicidaban cuando comenzaban a perder la juventud.

A la clínica llegan por error dos reporteros, Chole y Fernando,  que con su alegría y pasión por la vida transforman por completo los diferentes estados anímicos de los enfermos: la dama triste, el amante imaginario, el profesor de Filosofía, así como los de Alicia y Hans, ayudantes del doctor Roda, director de la clínica.

Después de una serie de encuentros y desencuentros entre los personajes, que resultan entre cómicos y dramáticos, se cumple el principal y quizás único objetivo de la clínica: lograr que los enfermos se desentiendan de ese deseo de morir.

Escrita por Casona durante su exilio en México, desde su estreno en el Teatro Arbeu en el año 1937, gozó de un gran éxito y es mundialmente conocida.

ALEJANDRO CASONA

Alejandro Álvarez, conocido como Alejandro Casona, -Besullo, Cángas del Narcea, Asturias, 1903/Madrid, 1965-, fue dramaturgo y escritor de un teatro de ingenio y humor en el que supo mezclar con inteligencia fantasía y realidad. Su manera de hacer teatro fragmentó los esquemas establecidos en el teatro naturalista preponderante de la época, e inauguró herramientas nuevas para conformar sus personajes, tales como la indagación psicológica y la fantasía. Su gran preocupación fue aportar en todo momento una gran dimensión poética a su teatro.  Recibió el Premio Nacional de Literatura y el Premio de Teatro Lope de Vega, entre otros.

 




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