viernes, 3 de mayo de 2024

01331 Los Milhojas de Nata

 DE CHUPARSE LOS DEDOS


Voy a tener que empezar a preocuparme. En algún momento de este caleidoscopio vital, ya he comentado que en mi vida, conscientemente, he dado un paso por los dulces, tartas y pasteles. Si los he tenido delante, los he comido y disfrutado, pero no ha ido a más la cosa. En definitiva, que gustarme, me gustan, pero sin más algarabía. 

Dicho esto, me he dado cuenta, de que en las últimas entradas de este blog, el dulce, en cualquiera de sus versiones, está viniendo a visitarme de forma reiterada. Y no es que yo lo busque, sino que vienen a mí.

En esta ocasión, me visitan los milhojas de nata. Forzosamente, tengo que volver a retrotraerme a mi infancia y juventud, y hacer presente este pastel en las vitrinas de la oscense, reconocida y laureada Pastelería Ascaso. De este obrador, me enloquecían tanto los pasteles de manzana, por cierto, que cualquier día de estos iré a por uno para traerlo por estos lares, y los milhojas de nata o de crema.

Hacía años que no comía un milhojas de nata. Este no es de la citada pastelería. Pero da lo mismo, estaba de chuparte los dedos. De hecho, me los chupé cuando acabé con él. ¡Qué cosa más deliciosa! Me comí uno, pero si hubiera habido dos, tampoco me hubiese importado. Ahora que lo pienso, el día que vaya a por un pastel de manzana a la Pastelería Ascaso, añadiré también uno de sus milhojas para no entrar en conflicto. No recordaba lo bueno que es este invento.

Por cierto, curioso como soy en este blog por conocer el origen de las cosas, también he intentado averiguar cómo nació el milhojas de nata. Así, he podido leer que su origen es un poco difuso, si bien se le atribuye a la repostería francesa. No tiene mil hojas, sino 729, que es el número resultante de doblar sucesivamente la masa del hojaldre hecha con mantequilla, harina y agua, en forma de sandwich, crujiente y ligera.

Por lo que respecta al hojaldre, su origen parece encontrarse en las elaboraciones hojaldradas griegas y romanas y posteriormente, en la repostería medieval de las zonas bajo influencia árabe. No obstante, son los franceses quienes reivindican su invención en el siglo XVII. Algunos historiadores atribuyen su creación al pastelero Feuillet. Otros, aseguran que sería el pintor y repostero galo Claude Geleé, quien lo descubriría ideando un pan para su padre enfermo. Claude practicó un agujero en una bola de masa de pan y le introdujo mantequilla. Dicen que al padre le gustó el invento, si bien la masa no era muy pulida. Así que el pintor y pastelero manipuló la masa, estirándola y volviendo a doblar sobre sí misma. Una operación que repitió hasta diez veces. Esta singular masa, ya perfeccionada, sirvió al maestro Antoine Carême para crear su famoso "vol-au-vent" o volován. 

 


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