martes, 10 de enero de 2023

01088 Los Cachelos

 MÁS QUE UNA HUMILDE PATATA


Revisando y clasificando fotografías, hacía tiempo que no abordada tan inacabable labor, le ha tocado el turno a un archivo de un viaje a Galicia, concretamente a Lugo. Sin prisas, he vuelto a recrearme plácidamente con los singulares y atractivos parajes y paisajes que regala esta hermosa provincia, además de rememorar su gustosa gastronomía. ¡Qué gratos momentos disfrutados y vividos!

Ordenado y archivado el viaje, he acabado por hacer un listado de cosas que me gustaron para poco a poco ir trasladándolas hasta este caleidoscopio vital. La duda estribaba en por dónde empezar. Finalmente, me he decantado por los cachelos. No sé cuántos de estos pequeños tubérculos llegué a comer en aquellos días, pero a tenor de las imágenes que guardo, fueron numerosos. Con pulpo, con lacón, en exquisitos caldos, con sardinas asadas, con raxo, e incluso en solitario con aceite y sal. Me parecieron deliciosos de cualquier manera. Ya los había probado con anterioridad, pero nada que ver como los saboreados en origen.

Mi ignorancia me llevó a pensar hasta aquel entonces que el cachelo era una variedad de la humilde patata, pero no, aprendí que se trata de una preparación que tiene que ver con el tipo de corte y su forma de cocinar. No obstante, y por lo que pude leer, cachelo no significa lo mismo en toda Galicia. Mientras que para las personas que viven en el interior, para que una patata pueda denominarse cachelo, ha de ser cocida en agua con sal, para los habitantes que viven en la costa, la patata tiene que ser cocida con piel.

Por lo que pude observar, no hay una única forma de cocinar los cachelos. Las que traigo hasta aquí son las más extendidas. La primera opción pasa por lavar las patatas y sin quitarles la piel, ponerlas en una cazuela con agua y sal. Dejar cocer durante unos veinte o veinticinco minutos y si al introducir un palillo entra y sale con facilidad, ya están cocidos. Una vez cocidos, apagar el fuego y retirar los cachelos. Escurrir el agua de la olla y volver a colocar los cachelos en su interior con la olla tapada con un paño durante un par de minutos para que acaben de secarse.

Otra opción es coger los cachelos y una vez lavados, introducir un cuchillo un par de centímetros en la carne y terminar el corte con un giro del cuchillo. El corte del tubérculo debe hacerse escachado, es decir, sin cortar totalmente con el cuchillo, sino dejando que la patata se parta parcialmente. A continuación, echar los cachelos en una cazuela con abundante agua con sal y llevar a ebullición por espacio de unos veinte minutos.

Dicho lo cual, tengo que confesar que desde aquel viaje no he vuelto a comer cachelos. Ha habido intentos, pero nada que ver con los saboreados en tierras lucenses. Han quedado en unas simples patatas cocidas. Y es que hay determinados alimentos, y este es uno de ellos, que hay que disfrutarlos en su origen.

 




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