sábado, 4 de junio de 2022

00994 El Real Monasterio de San Victorián

 SAN BETURIÁN, EN EL SOBRARBE OSCENSE


Vuelve este caleidoscopio vital a recrear sus sentidos en el Sobrarbe oscense. Y lo hace centrándose en todo un referente histórico de esta comarca altoaragonesa como es el Real Monasterio de San Victorián o San Beturián.

La primera vez que lo visité fue hace más de dos décadas. Creo recordar que una parte de la propiedad del edificio se encontraba por aquel entonces en manos privadas y sobre él prometían un interesante futuro. En aquella ocasión solo pude “disfrutar” del exterior y del entorno donde se ubica el cenobio. Por un buen puñado de razones, que no vienen al caso, guardo un grato recuerdo de aquella visita.

En agosto de 2020, tras varias intervenciones de rehabilitación practicadas en el histórico edificio, y que más adelante significaré, volví a visitarlo participando en una visita guiada. Ubicado en el término municipal de El Pueyo de Araguás, según los expertos, está considerado como el más antiguo de España, fijando su origen en la época visigoda, en el siglo VI.

Según cuenta la leyenda, “San Victorián llegó a los Pirineos huyendo de las tentaciones terrenales. Tras una vida de eremita en la Cueva de la Espelunga y realizando grandes prodigios, fue nombrado abad del monasterio, que en un principio se llamó San Martín de Asán. Tiempo después, en el siglo XI, el monasterio tomó su nombre pasándose a llamar de San Victorián o San Beturián”.

Reconstruido por Ramiro I de Aragón, aquí fue donde se reunieron Ramiro el Monje y Ramón de Berenguer IV para decidir los esponsales entre este último y doña Petronila, unión que posteriormente daría como fruto la formación de la Corona de Aragón. Protegido por reyes y papas, durante siglos se configuró como centro político, económico y espiritual de Sobrarbe. Es Panteón Real y aquí se conservan los sepulcros de Gonzalo I y de Íñigo Arista.

Sería a finales del siglo XVI cuando comenzaría la decadencia del cenobio tras la pérdida de propiedades por las políticas reales y eclesiásticas, creándose el Obispado de Barbastro, pasando de controlar más de 50 localidades a solo 20.

“En el siglo XVII, gracias a una ayuda real, se realizan obras de restauración en el conjunto monástico y en la hospedería. Durante el siglo posterior, el abad consigue el apoyo de Felipe V para reedificar la iglesia y se ornamentó con la sillería del coro. Un rayo y fuertes vientos provocan grandes daños en el edificio que son reparados con la ayuda del marqués de Avilés y Esquilache, que lograron que Carlos III les concediese 60.000 reales”.

La economía del cenobio sobrarbense sufriría un nefasto golpe con la desamortización eclesial de Mendizábal, al perder gran parte de sus tierras. En 1844 estuvo previsto vender el monasterio pero se suspendió la venta por su valor histórico, según un Real Decreto,  y San Victorián quedó encomendado al Ayuntamiento de Los Molinos.

La puntilla final para el histórico cenobio llegaría con la Guerra Civil que traería expolios, incendios y bombardeos. Finalmente, una resolución del Obispado de Barbastro de 1950, le arrebataría sus retablos y otras piezas artísticas.

La iglesia fue construida en el siglo XVII sobre una anterior medieval. Presenta planta de cruz latina, de tres naves y cabecera recta orientada al oeste, con capillas adosadas. En la del constado meridional hay una cripta para enterramientos. En el costado sur se alza la torre con dos cuerpos, rematados en un chapitel octogonal.

El claustro presenta tres galerías cubiertas con arcos de medio punto y apuntados. En un dintel hay un pequeño relieve románico, enmarcado en una mandorla, del siglo XII.

Desde aquella primera y ya lejana visita, muchas cosas han cambiado en torno a esta histórica joya arquitectónica. Tras la compra por parte del Gobierno de Aragón de la parte privada, hospedería y palacio abacial, se consolidó todo el conjunto con el objetivo de detener el avance de la ruina.

La recuperación se inició en 1990, gracias a un acuerdo entre el Ministerio de Cultura y el Gobierno de Aragón. En un principio se restauró la iglesia y en 2003 se mejoraron los accesos a la iglesia y la consolidación de la torre.

Recientemente leí en un medio de comunicación que el Gobierno de Aragón invertirá un total de 670.000 euros hasta finales de 2023 en las obras de restauración y conservación del palacio abacial del monasterio. Cabe recordar que el Monasterio de San Victorián forma parte de la red de panteones reales impulsado por el Gobierno de Aragón, junto con los de San Pedro el Viejo de Huesca, San Juan de la Peña, Sijena y el Castillo de Montearagón.

Según se explicaba, el proyecto prevé la restauración y consolidación del ala noroeste, con un avanzado estado de deterioro, el recalce de la cimentación, la restauración de paramentos verticales, el arriostramiento de los forjados y la sustitución de la cubierta.

Las actuaciones previstas consisten en el recalce de la cimentación, la restauración de paramentos verticales, el arriostramiento de los forjados y la sustitución de la cubierta. Además, se señala que es necesario desescombrar algunas estancias de la zona sur del palacio abacial, con el objetivo de profundizar en el conocimiento del monumento y mejorar el sistema de recogida de aguas y evitar de esta manera filtraciones al terreno.

El Monasterio de San Victorián, Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento desde marzo de 2002, constituye un conjunto arquitectónico monacal del siglo XVI formado por diferentes construcciones, ubicado en un lugar montañoso y aislado y rodeado por un recinto amurallado.

El recinto del monasterio se compone de una Casa Abadía, una Hospedería y dos construcciones rectangulares entre sí y dispuestas en torno a un espacio abierto con una fuente y una cruz.

En el centro se dispone el claustro de la comunidad, cuya crujía oriental es el único vestigio de la construcción medieval sobre la que se levantó el nuevo monasterio.

La iglesia, del siglo XVIII, tiene tres naves, en origen cubiertas por una bóveda de cañón con lunetos encamonada, y cabecera recta, y adosada a la iglesia destaca una gran torre de planta cuadrada y dos cuerpos en altura, tras la cual se encontraba el cementerio.

Espero y deseo que este anuncio de inversiones en el Monasterio de San Victorián sea una efectiva realidad a no mucho tardar y que no pase como en tantas otras ocasiones, que solo sirva para regalar atractivos titulares a los ojos del olvido.

Disfruté de la visita al cenobio sobrarbense, pero también tengo que reconocer que me entristeció ver hasta qué punto se puede dejar al albur de la desidia y de la falta de interés tan preciado patrimonio histórico y cultural.

 









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