miércoles, 20 de abril de 2016

00266 Volver a Empezar

NO QUEDA OTRA



Casi un mes desde la última entrada al blog. Lo he echado en falta,  pero el acopio de  interrogantes,  unido a mi falta de interés y atención por las cosas, me han llevado al total abandono. En los últimos días he intentado algún que otro amago para reiniciar este cometido. Encender el ordenador y mirar alguna que otra fotografía ha sido mi máxima dedicación. Cinco o diez minutos bastaban para abortar la operación reinicio, para dar al traste con con esa necesidad de volver a empezar.

Esta mañana en nada se diferencia a la de ayer ni a la de cualquier día de semanas precedentes para que me encuentre de nuevo sentado frente al ordenador juntando letras. Es tan sólo un cambio de actitud, una obligación y un intento de intentar saldar una cuenta conmigo y con aquellos que sufren con mi silencio y ausencias. Es por esto que me encuentro de nuevo compartiendo mis gustos por la vida en un momento en el que posiblemente me resultaría menos dificultoso pasear mis sentimientos y percepciones por todo lo contrario.

Este particular volver a empezar viene de la mano del sabor y de algo que puede convertirse en una tradición doméstica. Me refiero a las torrijas. El año pasado Gloria nos sorprendió en tiempo de Cuaresma con unas torrijas de cabrales y sidra. Las recuerdo deliciosas y contundentes. De ellas di ya cuenta en este blog. Este pasado Viernes Santo nos volvió a sorprender con otra versión, no menos espectacular; "Torrijas de tomate con cebolla caramelizada y queso de cabra".

Gloria venía anunciando su elaboración hacía ya unos días y en casa había expectación. Así como yo soy un pelín zafio en la cocina, a Gloria le gusta ser metódica y enfrentarse a platos más delicados. Necesita su tiempo y por eso es que aprovecha los fines de semana para recrearse y saciar sus curiosidades gastronómicas. Ese Viernes Santo se pasó toda la mañana en la cocina para obsequiarnos con una espectacular comida de Cuaresma en la que incluyó las mencionadas torrijas de las que poco puedo contar sobre su elaboración y cantidades. Yo sólo fui a comprar el pan. De vez en cuando entraba en la cocina para saciar mi sed y la veía inmersa en su incesante trajín. Observé que bañaba rebanadas de pan en tomate y que antes de freírlas las pasaba por huevo. Mientras, en una sartén y de manera paciente, caramelizaba abundante cebolla que, una vez en su punto, iba depositando sobre las rebanadas de pan. Tras cortar el rulo de queso de cabra y pasarlo por la sartén en modo plancha, colocaba las cremosas piezas sobre las torrijas.

Cosa sabrosa, delicada y de grato recuerdo que me sirve como excusa para un necesario volver a empezar.



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