viernes, 30 de mayo de 2025

01678 Llama Sin Reserva

 LLAMADOR


Llama sin reserva.
Mi puerta, como mi corazón,
siempre está abierta.
Igual la casa no está recogida.
No es pereza,
es que ya no sé cómo ordenar tanta vida.

Llama cuando quieras.
Y si no estoy,
pasa,
siéntate y espera.

Seguro que no tardaré en llegar.
Mi casa, con sus recuerdos,
es lo único que me queda.
 


martes, 27 de mayo de 2025

01677 El Queso Brie

"EL REY DE LOS QUESOS"


Dicen que está considerado como “el rey de los quesos”. No seré yo quien diga lo contrario, pues me encanta. Habitualmente, siempre hay en el frigorífico de casa un triángulo o una rueda de este cremoso queso a la espera de una ocasión cualquiera para deleitarnos con él. Puede ser en una espera, en un aperitivo o como parte de algún plato. Su presencia siempre es satisfactoria.

Nunca olvidaré mi primer contacto con este queso tradicional francés. Hay que situarse en la década de los años 70 del siglo pasado. Fue en el Principado de Andorra, a donde de vez en cuando acudía con mi madre en la típica excursión de ida y vuelta en autobús. Una locura de viaje para recorrer tiendas y más tiendas en busca de aquella mercancía que no se encontraba en el lugar donde vivíamos o aquellos productos que se adquirían a un precio sensiblemente inferior al acostumbrado. Así, después de una intensa jornada, volvíamos a casa cargados de algunos licores, mantequilla, tabaco, alguna colonia o perfume, azúcar, chocolate, algún aparato de radio o un reloj de pulsera… y quesos. Quesos de mil formatos y sabores. Y de entre todos ellos, uno, nunca visto por mí, recubierto de un curioso moho blanco, me llamó la atención. Sin saber si nos gustaría o no, compramos uno, y ya lo creo que nos encantó. En nuestro desconocimiento, a aquel primer queso Brie, le quitamos, precisamente, su corteza blanquecina, para comernos solo su pasta blanda. Algún tiempo después, alguien nos hizo saber que la corteza también era comestible y que tenía un leve aroma a moho y champiñón fresco. Nunca más les quitamos la corteza.

El queso Brie es un queso elaborado con leche cruda de vaca y clasificado dentro de los quesos de pasta blanda. Recibe este nombre por la región geográfica francesa de la cual procede, la Brie, al este de París y es uno de los quesos más antiguos documentados del mundo.

Cuenta la historia, que por el año 774, el rey Carlos I el Grande, Carlomagno, camino a París fue agasajado en Brie con un queso por los monjes del lugar. El rey quedó tan impresionado con este queso, que solicitó un envío regular a palacio. “En poco tiempo, el queso Brie ya era muy famoso entre la realeza, quienes acostumbraban a utilizar como obsequio para agradar a las personas más influyentes de la época”. En 1814, durante la celebración del congreso de Viena se coronó como “el rey de los quesos”, donde participaron treinta embajadores europeos con sus respectivos quesos para llevar a cabo el concurso. Desde 1980 este queso tiene una denominación de origen protegida: Brie de Meaux.

Como he comentado con anterioridad, el queso Brie se puede degustar de diversas formas: crudo, derretido, acompañado de pan o de frutas y mermeladas, de frutos secos, en ensaladas, en rellenos de hojaldre… Es muy versátil. Por ejemplo, la propuesta que ilustra esta entrada, se trata de unas rodajas de queso Brie sobre unas regañas. Fue para un momento de espera junto a un vaso de sidra. Buena combinación. Por supuesto, la espera se hizo más llevadera.

 




domingo, 25 de mayo de 2025

01676 Las Tortillas de Camarones

 SABROSAS, FINAS Y CRUJIENTES


Desde que descubrí en mis primeras vacaciones en Andalucía las tortillas de camarones, de esto hace algunos años ya, se convirtieron en una de mis debilidades, ya no a la hora del aperitivo, sino en cualquier momento. Lo tienen todo; sabrosas, finas y crujientes.

Aunque se trata de un plato típico de la gastronomía gaditana, fue en Huelva donde las degusté por primera vez y me enamoré de ellas. En Cádiz, por lo que pude leer en su momento, se toma como tapa durante todo el año, si bien es en época de Carnaval cuando su consumo aumenta. Recuerdo que ese verano que las probé por vez primera, se convirtieron en una obsesión. No sé cuántas tortillas llegué a probar. Ya no solo en los bares a los que acudíamos como referencia, sino también en el apartamento. Aprendimos a cocinarlas rápidamente, siguiendo las instrucciones de una receta que cayó en nuestras manos, y está mal que lo diga, pero estaban de rechupete. Bueno, vale, las primeras que elaboramos dejaban algo que desear. Malmetiendo se aprende, pero pronto le cogimos el tranquillo a la mezcla de harina de trigo y garbanzos con camarones, agua, sal, cebolla y perejil.

De vuelta a casa tras las vacaciones, y dado que por estos lares conseguir camarones es casi una misión imposible, nos aficionamos a unas tortillas de camarones que ofrecía una famosa cadena de supermercados. Se podían comer, pero les faltaba la crujiente textura a la que nos habíamos acostumbrado en tierras andaluzas. De cualquier manera, por aquellos años, raro era el fin de semana, que no echáramos mano de las ofrecidas por el supermercado en cuestión para darnos un pequeño gran homenaje. No sé si todavía las seguirán vendiendo. Esa fiebre, como tantas otras, pasó a la historia. Ahora, si por esas casualidades de la vida, algo inhabitual por otro lado, vemos camarones en la pescadería, no nos lo pensamos dos veces. A por ellos que vamos y unas cuantas tortillas caen. Ya lo creo que caen. Y es que están de vicio.

La receta que a continuación comparto es la que cayó en nuestras manos en aquel primer viaje vacacional a tierras andaluzas.

Ingredientes: 150 gramos de camarones frescos, 100 gramos de harina de trigo, 100 gramos de harina de garbanzo, 50 gramos de cebolleta o cebolla muy picada, perejil fresco, 250 ml de agua muy fría, aceite de oliva virgen y sal.

Elaboración: Mezclar las harinas en un bol y añadir la cebolleta o cebolla y el perejil muy picado, una pizca de sal y los camarones. Verter el agua muy fría y remover hasta conseguir una masa ligera. Dejar reposar en el frigorífico durante media hora. Sacar del frigorífico y volver a remover. Calentar en una sartén grande abundante aceite de oliva y ayudados de un cazo, incorporar al aceite pequeñas cantidades de la masa y esperar a que cuaje, dándoles la vuelta para que se doren por ambas caras. Depositar las tortillas en papel absorbente de cocina y listas para consumir.

 

 

 

 



viernes, 23 de mayo de 2025

01675 Confidente Árbol

 DEL VIEJO PARQUE


Te observé en tu belleza y plenitud,
en esos días de admirada luz
y trinos de cobijo entre tus ramas.

Contemplé el naciente verdor de la esperanza, 
que nunca falte,
asido a tu notable ramaje, 
flamígera imagen,
que pareciera querer calentar el aire.

Fijé en ti mi mirada,
de observador paciente,
en los días de brumas y amnesia,
en las horas de ardiente paisaje,
en el desmayo de tus hojas,
y en el despertar de la vida dormida.

                                                                                    Nunca dejas de acompañarme,
                                                                                    confidente árbol del viejo parque.

                                                                                    

                                                                                    

                                                                                    

                                                                                    








lunes, 19 de mayo de 2025

01674 Aquellas Plantas Medicinales

 UN RECUERDO CON SONRISA


Todo tiene un antes y un después. Me lo ha vuelto a recordar esta imagen que me acabo de encontrar desarchivada entre mis miles de fotografías. Recuerdo perfectamente cuándo y dónde capturé la imagen. Su remembranza me ha traído una sonrisa.

Fue en nuestras vacaciones en Huelva, en la segunda quincena de agosto de 2018. Acabábamos de llegar al Nuevo Portil. Me encontraba fatal de salud. Dolor e hinchazón de estómago, náuseas, debilidad… El fin de mis días había llegado a término, pensé, una vez más. Soy bastante hipocondríaco, para que lo vamos a ocultar. Pasé la mañana con todas las que pude, comí como el que no come, me acosté con la esperanza de que se me pasaran todas las angustias, pero al levantarme me encontraba igual. Para airear mi cabeza nos dirigimos hacia la localidad de Cartaya. Paseando por sus aseadas calles, nos topamos con una tienda, una especia de ultramarinos. Recuerdo el establecimiento como si en ese lugar nacieran todos los olores y aromas. Había de todo. Y hasta hacían dulces caseros que llegamos a comprar. En concreto, unos tocinillos de cielo inolvidables.

El caso es que, aun sin yo tener muchas ganas, paseamos por entre las estanterías del establecimiento. Cuando digo que había de todo, es que había de todo. Aunque yo no me enteraba de nada. Solo me reconfortaban los aromas que se respiraban en el colmado. De repente, nos sorprendió un espacio repleto de botes con hojas de plantas, muchas de ellas desconocidas para mí, y de combinados de plantas para distintas dolencias y enfermedades. Me pareció un mundo fascinante al que nunca le había prestado atención.

¿Y si se encontraba en este lugar el remedio a mi precario estado de salud? Esperanzado, me acerqué hasta quien parecía el propietario del establecimiento. Le informé sobre mi malestar y le demandé algún remedio. Con una inusitada amabilidad y sonrisa en la boca, me interrogó si había acudido al médico. Le contesté que no tenía costumbre y menos, lejos de casa. Sin perder la sonrisa, apuntó que no hacía bien, pero que por lo que le había contado, pudiera ser que algo me hubiera sentado mal. Accedió a uno de los botes en el que se podía leer “Gases”. Sacó de su interior unas hojas secas y las depositó en una bolsa de plástico. Me dijo que me hiciera con ellas una infusión antes de acostarme y que, si no había algún mal de consideración, al levantarme al día siguiente me encontraría como nuevo. Pregunté por el contenido de la bolsa y empezó a enumerar un montón de plantas. De todas, solo recuerdo dos: manzanilla y anís estrellado. Y me acuerdo porque me informó de que estos dos ingredientes, además de hacer su beneficiosa labor, le daban a la mezcla un sabor agradable.

Cuando regresamos a casa me seguía encontrando fatal. Me agarré a la infusión como a un clavo ardiendo y con la esperanza de que me devolviera a la vida. Me dormí y, tal y como me hizo observar el amable tendero, me desperté “como nuevo”. Todos los síntomas que presentaba el día anterior me habían desaparecido. Esa misma tarde, acudimos de nuevo a Cartaya para mostrarle mi agradecimiento y hacernos con una buena provisión de plantas, además de adquirir los anteriormente mencionados tocinitos de cielo caseros, buenos hasta decir basta.

De este acontecido han pasado casi diez años y todavía hoy, cuando no tengo el cuerpo para fiestas, acudo a las plantas medicinales que, en Cartaya, en una atractiva tienda de ultramarinos, cuyo nombre no alcanzo a recordar, me devolvieron a la vida.


jueves, 15 de mayo de 2025

01673 Paisajes Escritos 12

 ADIVINANDO NOSTALGIAS


Como un momento de sinceridad, de pasión por ser, de existir. Y unos trazos por investigar sentimientos, adivinando nostalgias.

Óleo sobre lienzo de Fernando Herce.
Texto de Antonio Herce
Exposición: Paisajes Escritos. Huesca, junio de 2015






01672 El Bienmesabe

 YA LO CREO QUE SABE BIEN


Contra todo pronóstico, la primera vez que probé el bienmesabe fue en Madrid, en un bar de la Alameda de Osuna. Aunque han pasado un buen número de años, igual cuarenta, me acuerdo perfectamente de aquel día. Mi madre y yo fuimos a pasar un largo fin de semana a casa de mi hermano Pepe. Uno de los días que a mi hermano se lo permitió el trabajo, nos llevó a tomar un aperitivo. Quería que degustáramos una de las especialidades de un bar próximo a su domicilio: el bienmesabe, algo delicioso, según nos vendió mi hermano. Por aquel entonces, jamás había escuchado tal vocablo ni sabía de qué se trataba. Apostados a la barra del bar, cuyo nombre del establecimiento no alcanzo a recordar, degusté por primera vez este manjar. Me fascinó tanto que, en sucesivos viajes a lo largo de los siguientes años, rara era la ocasión que no íbamos a despacharnos con una, cuando no eran dos, generosa ración de bienmesabe.

Mis viajes a la capital de España se fueron distanciando y la fritura cayó en el olvido, hasta que me reencontré con ella en mis primeras vacaciones veraniegas en familia en Huelva. Retomé el característico sabor de este adobo y ya no me he vuelto a separar de él. Los años que veraneamos en tierras onubenses, el último día antes de regresar a casa, nos damos una vuelta por el mercado de El Carmen para hacer provisión de alimentos de esa tierra y en cuyo listado siempre figuran varias bolsas de hierbas para preparar el adobo.

El bienmesabe es una deliciosa receta de cazón en adobo. El cazón es un pescado que pertenece a la familia de los tiburones, terso, bastante magro y seco, ideal para preparar en adobo, rebozado y frito. Esta receta es típica de Cádiz, donde popularmente se le denomina “el adobo”, sin más apellido. aunque ya está muy extendida por el resto de la península. Como ya he comentado con anterioridad, me resulta un aperitivo excepcional, un rizo en materia de fritura. En este caso, el vinagre que se utiliza en el adobo provoca que las fibras del pescado se rompan y nos encontramos con un pescado tierno y sabroso.

Donde vivo no es habitual encontrar cazón, así que, cuando nos entra el gusanillo, lo sustituimos por el mero. Económicamente sale algo más caro, pero tampoco abusamos de ello. Solo en días muy, muy señalados. Y como siempre decimos, siempre nos quedará nuestro querido sur para desquitarnos.

Ingredientes para 4 personas: 800 gramos de cazón, 2 dientes de ajo, 1 cucharada de orégano seco, 1 cucharada de comino en grano, 10 gramos de pimentón dulce, 2 hojas de laurel, 100 ml de vinagre de Jerez, 15 gramos de sal, harina especial para rebozados y aceite de oliva.

Elaboración: Limpiar y cortar el cazón en dados, como para un bocado. Sazonar y reservar. Preparar el adobo. Para ello, pelar 2 dientes de ajo e introducir en un mortero con 1 cucharada de orégano, 1 cucharada de comino y 10 gramos de pimentón dulce. Majar. Añadir al majado 100 ml de vinagre de Jerez y mezclar. Echar la majada en un bol y añadir el cazón a dados junto con 2 hojas de laurel. Tapar y dejar macerar en el frigorífico durante 8 horas como mínimo. Echar el cazón en un colador para que escurra el líquido del adobo. Pasar los dados de cazón y rebozar en harina. Calentar aceite de oliva en una sartén y freír el cazón, evitando no freír muchas piezas a la vez. Dorar cada dado por todas sus caras y sacar de la sartén a un recipiente con papel de cocina absorbente. Servir.


01671 Verdes Imposibles

 COLORES IMAGINADOS


No siempre los colores se muestran tal y como se han imaginado. Tampoco la vida, ni los sueños, ni las ilusiones acaban por parecerse a la historia que un día escribimos en un  diario, que acabó en el contenedor azul de una mudanza. Al final, independientemente del resultado, hay que conformarse, sí, conformarse, con el tiempo vivido buscando los colores imaginados.


01670 La Empanada de Atún

 DELICIOSO UNIVERSO DE LA EMPANADA GALLEGA


Desde hace ya algunas décadas, en mi imaginario personal, las empanadas están asociadas a momentos de encuentro, reunión familiar o celebración. Me lo recuerda y ratifica esta empanada de atún que cocinó mi hermana Gemma recientemente para festejar un multitudinario cumpleaños. La verdad es que las borda. Algo tendrá que ver, además de su buen hacer en la cocina, sus años vividos en Pontevedra. Fue de ella de quien aprendí a elaborarlas y, al igual que ella, no hay encuentro en el que no me ponga manos a la masa, nunca mejor dicho, y me presente con una empanada de berberechos, también aprendida de Gemma, y que tanto me fascina (Ver entrada número 00048).

Dentro del delicioso universo de la empanada gallega, la de atún es una de las más tradicionales y populares. En la actualidad, por su sencillez y rapidez, están imperando las elaboradas con masa de hojaldre o con masas adquiridas en supermercados que facilitan la tarea. Esto está muy bien, pero tanto a mi hermana como a mí, nos gusta prepararlas con la masa de empanada. Sí, es algo más laboriosa, pero para mi gusto, nada que ver con las otras propuestas. No sé qué tendrá esta empanada, pero cuando sale a la mesa, todas las miradas se centran en ella.

Ingredientes: Para la masa: 1/4 de litro de leche, 1/4 de litro de aceite de oliva, 1 kilo aprox. de harina, una pizca de sal y una cucharadita de pimentón dulce. Para el relleno: 300 gramos de atún en conserva de aceite de oliva, 1 cebolla grande dulce, 2 pimientos rojos, 4 tomates maduros, 3 huevos duros, aceite de oliva virgen extra y sal.

Elaboración: Preparar la masa. En un recipiente, incorporar la leche, el aceite, la sal y el pimentón dulce. Mezclar e ir añadiendo poco a poco la harina hasta que ya no admita más. Primero remover con una cuchara de madera y cuando ya no se pueda más, con las manos. Para unos doscientos decilitros de aceite y otros tantos de leche, aproximadamente un kilo de harina. Una vez hecha la masa se deja reposar tapada durante una hora. Una vez reposada, se divide la masa en dos y ayudados de un rodillo, estiramos la masa lo más fina posible. Para el relleno: Pochar la cebolla, los pimientos y los tomates en una sartén, todo cortado en trozos más bien pequeños, con un poco de aceite y sazonar. Mientras tanto, cocer los huevos. Una vez pochados los vegetales, incorporarles los huevos cocidos cortados también en trozos pequeños y el atún. Mezclar todo y dejar atemperar durante unos minutos. Colocar en una bandeja de horno, previa colocación de un papel de horno sobre la bandeja, una de las láminas de masa y extender sobre ella toda la mezcla. Colocar encima la otra lámina de masa y sellar el perímetro de la empanada con un tenedor o con los dedos. Precalentar el horno a 200 grados centígrados. Introducir la empanada y hornear con el calor arriba y abajo durante media hora aproximadamente. Sacar y lista para consumir. Se puede comer tanto en caliente como en frío.




01669 Los Buñuelos de Cuaresma

 DE GRATO SABOR Y DOMÉSTICOS RECUERDOS


Puedo contar con los dedos de las manos, las veces que tomo postre en las comidas al cabo del año. Acostumbran a ser en días señalados y en mor de la tradición y costumbre familiar. Es el caso de la comida de Viernes Santo, donde no pueden faltar las sabrosas y humildes torrijas de pan. Este año, además de las populares torrijas, hemos querido recordar en este día a nuestras madres y abuelas con un dulce, también humilde, de grato sabor y domésticos recuerdos; los populares buñuelos de Cuaresma.

He tenido curiosidad por conocer el origen de este simpático y orondo dulce, pero me he quedado con las ganas, pues no están muy claros sus inicios. Los historiadores no han dado con el origen de los buñuelos, si bien, existen varias leyendas al respecto. Resumo algunas de las teorías que he podido leer.

La más reconocida apunta a que el buñuelo es original de los moriscos, musulmanes convertidos al cristianismo en el siglo XV. Hay quien considera que, durante la Inquisición, los judíos que habían sido forzados a convertirse al cristianismo elaboraban buñuelos en secreto como recordatorio de sus raíces culturales. También hay quien esgrime que en España era un postre popular en la Edad Media y que se elaboraba tanto en las cocinas de los monasterios como en las casas.

Pensaba que en el recetario que fui escribiendo con las recetas de mi madre, pocas quedan ya por compartir en este caleidoscopio vital, podría encontrarse la de los buñuelos de Cuaresma. Pero no, por lo que sea no llegué a recogerla. Y eso que la veo, como si fuese ayer, frente a la pequeña y blanca freidora doméstica, elaborando buñuelos para un regimiento, pues algo así parecía su casa, cuando en Semana Santa nos daba por juntarnos a todos. Así que he tenido que acudir a mis libros de repostería para sacar la receta. Aunque los ingredientes básicos para hacer buñuelos son la harina de trigo, leche, azúcar, huevo y levadura, en la actualidad hay multitud de variedades a la hora de prepararlos. Finalmente, como no podía ser de otra manera, opté por aquella receta que más se parecía a la que recordaba de mi madre, si no era la misma. La más sencilla. Y sí, me recordaron mucho a los que ella elaboraba. Para el próximo año, estoy convencido que volverán a la mesa junto a las torrijas. Ya lo creo.

Ingredientes: 170 gramos de harina de trigo, 4 huevos, ¼ de litro de leche, 3 gramos de levadura, 50 gramos de mantequilla, una pizca de sal, ralladura de limón, azúcar y aceite de oliva virgen extra.

Elaboración: Verter en un cazo la leche, la mantequilla, la ralladura de limón y una pizca de sal, y llevar a ebullición. Retirar la ralladura de limón y añadir la harina mezclada con la levadura. Remover hasta conseguir una masa espesa. Retirar el cazo del fuego y dejar reposar por espacio de 5 minutos. Añadir los huevos de uno en uno, removiendo la masa continuamente. Cuando la masa la observemos homogénea, dejarla reposar durante una media hora. Calentar abundante aceite en una sartén. Formar bolas con la masa y freír. Según están fritos los buñuelos, depositar sobre una bandeja con papel absorbente de cocina. Todavía calientes, rebozar en azúcar y listos para servir.

 

 






01668 A Fuerza de Admirar

 UN EXCITANTE MOMENTO


A fuerza de admirar,
la arena aprendió
de la belleza de las olas.

Fue un instante,
un excitante momento,
cuando la arena,
en su empeño,
supo lo que era ser ola.


01667 La Melanzane alla Parmigiana

 ¡QUÉ PLATAZO!


Ya he dejado claro en entradas precedentes mi pasión por la berenjena. Menos cruda, misión imposible, me gusta de cualquier manera.

Por regla general, en este caleidoscopio vital intento que todas las recetas que me gustan vayan ligadas a un recuerdo o anécdota. En esta ocasión, se trata de la melanzane alla parmigiana; un plato típico de Nápoles y de la Italia meridional. En síntesis, es como una lasaña hecha de berenjenas, queso rallado y salsa de tomate.

El caso es que, recientemente, mi familia realizó un viaje de cinco días a Roma. Yo no fui por mi pavor a volar. Sí, ya sé que me estoy perdiendo muchas cosas, pero no termino por superar esta fobia. Quizás algún día. 

Me quedé cinco días con mi inseparable compañero perruno Humphry y el frigorífico lleno de comida que me dejó preparada Gloria para que no tuviera que hacer nada. Y cuando digo lleno, no es una forma de hablar; podría haber invitado a todo el vecindario. Entre otras cosas, me provisionó con una fuente enorme de melanzane alla parmigiana, berenjena a la parmesana. Debió pensar que con este cocinado, me sentiría un poco parte de la expedición romana. ¡Qué platazo! No eché de menos el viaje, pero sí que deseaba que llegara la hora de comer, algo que ya ha pasado a la historia, para deleitarme con esta exquisitez. ¡Excepcional! Huelga decir, que no tuve valor de acabar con todo lo que Gloria me dejó para sus días de ausencia.

Ingredientes para 4 personas: 3 berenjenas, 600 gramos de tomate, 2 dientes de ajo, 150 gramos de queso parmesano, aceite de oliva virgen extra, orégano, albahaca y sal. 

Elaboración: Cortar las berenjenas longitudinalmente y sazonar. Pelar los tomates y cortarlos en cuadraditos. Picar los ajos y sofreír en una sartén con un poco de aceite de oliva. Añadir los tomates, sazonar y sofreír durante unos diez minutos. En una sartén con un poco de aceite de oliva, pasar las lonchas de berenjena hasta que se hagan un poco e ir colocándolas en una fuente de horno. Sobre las láminas de berenjena, añadir una capa de sofrito de tomate, orégano, unas hojas de albahaca y espolvorear queso parmesano. Repetir esta operación hasta acabar con las berenjenas. Finalizar con una capa de tomate y espolvorear con abundante queso. Precalentar el horno a 180 grados centígrados y hornear durante unos veinte minutos o hasta que observemos la cubierta dorada. Servir caliente.






01666 Feliz Reencuentro

 PINCELES Y PINTURAS


Mi relación con los pinceles y las pinturas me produce bienestar. Consiguen regalarme ese equilibrio tan necesario para afrontar los días. No hay pretensión alguna en mis cuadros, salvo mi propio recreo. Ni demostrar, ni demostrarme. Simplemente, disfrutar, mezclar colores y aprender cada día.

Hace unos años abandoné esta hermosa terapia. Estuve un lustro apartado de los lienzos. Eché en falta esta actividad, al igual que los días que no junto letras, por no decir escribir. Todo tiene su fecha de caducidad, hasta el abandono. Hace dos veranos, en una mañana en la que el huerto me dio un respiro, me reencontré con los pinceles. Solo el olor de las pinturas al óleo y el disolvente, me devolvieron la ilusión. No sabía qué iba a pintar. Solo quería retomar la afición. Tras varios trazos apareció un trocito de mis felices veranos en Somo. Fue un feliz reencuentro. Le prometí que nunca más volvería a suceder.


01665 El Arroz Negro con Sepia y Berberechos

 PARA VARIAR (IRONÍA)


No sé si pasará en muchos hogares, pero en casa, en materia gastronómica, cuando cogemos un carril es que no hay manera de apearnos. Un ejemplo, el arroz negro en cualquiera de sus modalidades. El motivo, se desconoce.

Hasta hace no mucho tiempo, no había sábado o domingo que no nos sentáramos a la mesa en torno a un arroz con mejillones. Resulta fácil de preparar, además de sabroso y rápido de cocinar. Así estuvimos varios meses, hasta que de repente, y sin saber el motivo, el amarillo condimento se tornó en negra tinta de calamar. Igual es que nos hemos contagiado del panorama social y político que nos ha tocado vivir. Yo qué sé. El caso es que raro es el fin de semana que no nos acompaña un arroz negro con algo. Es fin de semana, y para variar, se nos anuncia un arroz negro. En esta ocasión, había en el supermercado unos magníficos ejemplares de berberechos y además, estaban a buen precio. La ocasión la pintaban calva. No había mucho que pensar: para comer, arroz negro con sepia, que es lo que estaba previsto, con berberechos. A mí ya me estaba bien, aun siendo novedad. Los berberechos han sido un plus bien interesante, pues le han aportado al arroz un delicioso sabor a mar, como a mí me gusta. Lo he disfrutado y hasta he repetido, cosa inhabitual en mí en los últimos tiempos.

Ingredientes para 4 personas: 1 taza de arroz por persona y una más de propina, 1 kilo de berberechos, 500 gramos de sepia, 2 bolsitas de tinta de calamar, 1 pimiento verde, 2 dientes de ajo, pimentón, caldo de pescado y sal.

Elaboración: Hacer un sofrito con los ajos y el pimiento bien troceado. A continuación, añadir la sepia troceada y cocina durante unos cinco minutos. En una cazuela, abrir los berberechos al vapor y reservar. Incorporar el arroz al sofrito con la sepia y remover durante un par de minutos. Incorporar el caldo de pescado, así como el de los berberechos, los sobres de tinta, el pimentón y la sal. Dejar cocinar hasta que el arroz esté al punto. Dejar reposar durante de cinco a diez minutos. Servir en los platos y coronar con los berberechos. Acompañar con un alioli.