El manual recoge las distintas formas de cultivar cada cultivo y en qué momento, la preparación del terreno, los aperos más habituales del hortelano antiguo, dichos y creencias antiguas de vaticinar el tiempo, curiosidades, refranes y versos nacidos de la sensibilidad y sabiduría popular de Daniel, entre otros apartados. Un manual que para mí, que me introduje en este noble y placentero arte de la horticultura desde la más absoluta de las ignorancias, -y sigo anclado en ella-, fue y sigue siendo mi norte y mi guía.
Cada página del manual es de agradecer, pero hoy, no sé por qué, me he detenido de forma especial en las que hacen referencia al apartado que lleva por título y que no he citado en la introducción: "Significado de algunas palabras muy nuestras que quizá alguien no conozca". Efectivamente, del medio centenar de palabras que se escriben por orden alfabético, algo más de una cuarta parte de ellas son para mí nuevas; del resto, un buen número las había escuchado ya en boca de mis tíos Julián, Segundo y Antonio en mis tiempos de Alcalá de Gurrea, aunque ahora dude sobre su significado correcto. Vocablos que en mi boca pierden soltura por falta de dedicación, pero que reconocidas en las voces de quienes nos han precedido y en quienes las mantienen vivas, suenan a raigambre y verdad: Acarguilar, Bardiza, Bribar, Cocullo, Maigar, Paletaño, Porgar, Tajadera, Tomo, Tornallo, Zarachón Verdolaga, Gramén, Chufas... Algunas me costará aprenderlas;, la memoria y retención fallan, pero no cejaré en el intento. El lenguaje de la huerta no puede caer en desuso ni en el olvido.
Todavía recuerdo la media docena de entrevistas que tuve la oportunidad de realizarle. Me resultaría muy complicado reproducir lo que en ellas decía, pero seguro que me hablaría de sus pasiones: la huerta, Huesca, sus coplas o de la amabilidad de la vida a pesar de sus penurias... Pero de una cosa me acuerdo perfectamente, de su eterna y plácida sonrisa.
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