UNA TARDE CHINESCA
El atardecer mostraba su cara más amable en la plenitud de su fantasía. Sin orden ni consignas, disimuló un pequeño gran escenario donde interpretar un homenaje a la vida. Lució sus mejores gales con una humildad inusitada y se ruborizó al escuchar las silenciosas ovaciones. La tarde chinesca pronosticó el encuentro del aquelarre de las errantes sensaciones.
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