martes, 16 de octubre de 2018

00840 Los Ahumados

¡BENDITA CASUALIDAD!


Tengo auténtica debilidad por los alimentos ahumados ya sean carnes, embutidos, quesos o pescados. Me resultan especialmente extraordinarios.

El humo aplicado a los alimentos, además de ayudar a alargar su caducidad, les transmite unas características organolépticas únicas y especiales. Se trata de una forma de preservar los alimentos que proviene de épocas remotas y que en la actualidad se incorpora a la cocina y a las mesas con "aires de distinción". Al menos, así me lo parece.

Posiblemente el ahumado naciera por casualidad al comprobar que los alimentos que colgaban sobre los fogones que servían tanto para cocinar como para calentar, duraban más que aquellos que no estaban en contacto con el humo. ¡Bendita casualidad!

Existen dos tipos de ahumados: fríos y calientes. En caliente se realiza entre 70 y 110 grados centígrados, y cocina a la vez que ahúma los alimentos. El ahumado en frío se obtiene con una temperatura entre 10 y 30 grados y a diferencia del ahumado en caliente, no cocina los alimentos; por ejemplo, el ahumado practicado a determinados quesos.

En torno a los alimentos ahumados hay un buen número de sensaciones, presentaciones y combinaciones que los hacen especialmente atractivos. Necesitan muy poco para que dejen un grato recuerdo. No será la única vez que aparezcan por este blog. En mi caleidoscopio vital también tienen su pequeña historia.

Hoy vienen aquí en forma de ensalada: salmón, bacalao, un variado de lechugas y tomate, y  regado sutilmente con unas gotas de aceite de oliva virgen extra y vinagre de Módena. Poco más se puede añadir para un recordado deleite.


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