miércoles, 10 de octubre de 2018

00830 Los Caracoles a la Brasa

CON UN BUEN ALI OLI


Jamás los he cocinado. Ni siquiera he tenido el amago de hacerlo. Con los caracoles me sucede como con la paella que tiene que ser la primera vez que prepare una. Cuando lo cuento la gente se sorprende. No se lo creen. Con lo que te gusta la cocina, me dicen, no entienden cómo no he preparado ni siquiera una. Pero así es, en mi entorno siempre ha habido alguien que las hace de vicio y no es cuestión de competir. Ni me lo planteo.

Con el cocinado de caracoles me sucede lo mismo, siempre hay alguien dispuesto a prepararlos de manera sobresaliente, así que me dejo llevar. Si me pusieran un centenar de caracoles delante, no sabría qué hacer con ellos salvo organizarles una carrera, que es lo que hacía en mi infancia cuando mi madre los preparaba. Siempre le "sisaba" tres o cuatro antes de su purga, para mi particular entretenimiento. En el suelo del cuarto de los juguetes pintaba con una tiza algo parecido a un circuito, situaba a los caracoles en la línea de salida, tras elegir a "mi favorito", y a esperar a que alguno alcanzara la meta. No recuerdo si en alguna ocasión llegué a laurear a alguno. Me temo que no.

Volviendo a los caracoles a la brasa, sin duda alguna es como más me gustan, acompañados, eso sí, de un buen ali oli. Siempre el mismo ritual; coger el caracol, chupar toda la sal, insertar en el palillo, así hasta tres veces, e impregnarlos bien de ali oli. Y entre bocado y bocado, hablar. Sí, hablar, porque los caracoles hay que comerlos en compañía, en grata compañía. En soledad se puede comer una ensalada o unos macarrones, nunca unos caracoles a la brasa.




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