lunes, 1 de octubre de 2018

00820 Los Apaños

NO SE TIRA NADA


Me encanta el melón. Me chifla el melón, tal y como ya he dejado constancia en algún momento del caminar de este blog. Tanto me gusta, que muchas noches es mi único alimento a la hora de cenar. Y sí, ya sé que el melón en la cena, mata. Es uno de los muchos riesgos que corro.

Este verano, o no ha sido una buena campaña melonera o no he sabido elegirlos bien. De las decenas de melones que he abierto, podría contar con los dedos de las manos aquellos ante los que me he quitado el sombrero; el resto, o auténticos pepinos o sosos como la calabaza. Dicho lo cual, también diré que ni un solo melón, por malo que haya salido, ha acabado en la basura. A todos les he encontrado un apaño. El más tradicional, el consabido arreglo con sal, aceite y vinagre, como si de un pepino se tratara. Consumido así, perfectamente podría añadirse a las diez mil cosas que me gustan.

Apaños a los que haya recurrido este verano y que ahora me acuerde, por ejemplo, con lechuga y atún, con salmón ahumado o con lacón cocido. La cuestión es engañar al melón y proporcionarle alguna compañía que tenga sabor.

El melón de despedida del verano, el que ilustra la fotografía, aparentemente tenía todos los números para que resultara bueno, pero no, salió otro pepinazo. Así que le presenté a unos pequeños langostinos que tampoco andaban sobrados de sabor y que estaban predestinados a ser untados en una salsa mayonesa y todo resuelto. Para hacer esta mezcla más solemne utilicé, además de aceite de oliva virgen, vinagre de Módena y sal Maldon. No estuvo la cosa nada mal.  Y aunque lo estuviera, como decía mi madre: "En esta casa no se tira nada, que no están los tiempos para tirar".




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