lunes, 2 de abril de 2018

00655 Los Chupones de Hielo

CARÁMBANOS

Siempre me han parecido de una inmensa y atractiva plasticidad. Me sorprendo a mí mismo, que huyo de los fríos, hielos y nieves, que puedan producir en mí semejante satisfacción. Ahora menos, tampoco busco muchas oportunidades, pero cuando voy a lugares gélidos, rara es la ocasión que no traiga conmigo algunas imágenes de carámbanos o chupones de hielo. No sé, me parecen un espectáculo único e irrepetible a caballo entre lo maravilloso y terrorífico.

Al ver las imágenes que ilustran esta entrada, las dos únicas que conservo en digital, mis pies me han conducido hasta la estantería que alberga las decenas de albumes con el devenir de mis días en papel. No me ha costado mucho encontrar los chupones que en su día fueron diana de mi objetivo. Los miro y francamente son imágenes espectaculares las que me fui trayendo de la estación de Canfranc, de Formigal, de Cerler, de la Boca del Infierno bajando de Oza y que incluso llegué a pintar sin mucho éxito..., pero sobre todo, el no va más de mis carámbanos, son los captados en el Hotel de Los Llanos del Hospital de Benasque; un clásico en la materia.

Hay en mi caleidoscopio vital otros chupones de los que no guardo imagen física alguna, salvo las que todavía me permite recordar mi memoria. Son esos chupones que me acompañaban en el frío invierno oscense a mi regreso a casa desde el colegio San Viator. Se formaban en la curiosa valla perimetral del parque Miguel Servet. Los había de todos los tamaños y en más de una ocasión sirvieron de refresco para mi boca a modo de insípido sabor. ¡Qué necesidad! Cosas de la infancia que me traen ahora una gélida sonrisa.







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