martes, 13 de febrero de 2018

00640 Al Buen Producto...

... DISIMULO ALGUNO

Pocas ensaladas conozco tan generosas en sabor y sencillez como la compuesta por tomate, cebolla y aceitunas negras, aunque en mi caso, hasta estas últimas sobran. Una ensalada que nos ha acompañado durante toda la vida y que no necesita presentación ni explicación alguna más allá de la relación personal con ella. Con su simple visión comienzan los recuerdos, que como no podía ser de otra manera, se inician en la cocina de mi abuela Genoveva. En esas improvisadas cenas antes del regreso a casa en las que había que comer algo sí o también. Aún puedo escuchar las palabras de la abuela, "cómo os vais a marchar sin cenar, preparo cualquier cosa y cuando lleguéis a casa, un vaso de leche y a la cama". Y allí que se presentaba mi abuela con unas "chullas de jamón", unos huevos fritos y una ensalada de tomate, cebolla y aceitunas negras arrugadas, pongo por caso.

A partir de ese momento, se agolpan más visiones que localizo en Hecho, en comidas campestres, en el huerto o traídas de instantes de antojos. Y es que es una ensalada, como dice una amiga, "rica y apañada". Estoy totalmente de acuerdo. Es de esas ensaladas que solo necesitan de un buen producto, nada de apaños ni disimulos. Solo producto, buen producto, y dejar que actúe el singular sabor de los alimentos. Una ensalada sin trampa ni cartón. Sin red, a cuerpo descubierto. Un buen tomate, de la huerta oscense o de la vecina Barbastro y su color rosa, a ser posible; cebolla, de Fuentes; de aceitunas negras no opino porque no las cato, las aparto, es el único alimento que todavía no he podido superar; un buen aceite de oliva virgen, con cuerpo, de los de almazara cercana; y sal. Bueno, y ya puestos a levitar, un buen pan para mojar y un vaso de vino para acompañar este otro mínimo momento de felicidad.


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