jueves, 18 de enero de 2018

00618 La Tarta de Manzana

TODO UN CLÁSICO

Conózcase aquí una de mis múltiples rarezas. Es extraño verme comer una manzana. Tengo que estar muy inspirado. Y sin embargo, disfruto ver comer una manzana a dentelladas y a ser posible con su sonoro "croac". Puede que envidie también los dientes de quien la muerde.

No es costumbre en mí comer una manzana. No es de mis frutas de referencia, a pesar de lo que me gusta su sabor, sea cual sea su variedad. Creo que el hecho de que no sea un asiduo consumidor de esta fruta estriba en el "incordio" de pelar su piel y de lo que me cuesta masticarla. En cambio, como digo, me encanta su sabor. Me gusta comerla asada, me encanta la sidra, su compota, como acompañamiento a otros alimentos, a la plancha y hasta añoro aquellas manzanas caramelizadas que me compraba en las ferias. Tanto me gusta su sabor, que la manzana, sea cual sea su versión en tarta, me chifla de tal manera, hasta el punto de convertirse en una de mis querencias gastronómicas favoritas.

Creo que ya he comentado en alguna ocasión que no soy muy dado a comer postre, con la excepción de cuando se me ofrece una tarta de manzana o un buen queso. Si solo me dicen postre, paso. Pero como oiga a modo de sugerencia, tarta de manzana, allá que voy aún cuando no pueda ya con mi alma. Es más, hubo un tiempo, como me ocurrió en otro momento con el queso, que era yo el que preguntaba directamente por ella. Mis favoritas, para rematar ya todos los males y sin menos precio de otras propuestas, la tarta de crema pastelera con manzana y la popular apple pie, que ya conoce este blog.

Las fotografías que ilustran esta entrada corresponden a una opípara comida familiar. Al finalizar no me entraba ni una miguita de pan. Pero, ay amigos, entonces apareció de manera imprevista una tarta de manzana, una deliciosa y cremosa tarta de manzana. Os podéis imaginar el final. ¡Qué alegría, qué alborozo y qué tarde del Día del Pilar!





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