miércoles, 20 de septiembre de 2017

00530 Las Flores de Queso

LA GIROLLE


Si, como ya ha quedado escrito en este caleidoscopio vital, me gusta a rabiar el queso y me encantan las flores... está claro que por fuerza me tienen que gustar las flores de queso. Y así es, me chiflan este tipo de flores. Me parece muy sutil tomar queso con esta presentación. El sabor del lácteo se aprecia y saborea más. Me comería ramos, centros de mesa enteros.

He curioseado acerca de su origen. En el siglo XII, unos monjes benedictinos instalados en la Abadía de Bellellay, perteneciente a la comuna Suiza de Saicourt, con el objeto de aprovechar la abundancia de leche de vaca del verano para los meses de invierno, comenzaron a elaborar un tipo de queso que siglos después se popularizaría con el nombre "Tête du Moine", cabeza de monje, por su parecido al raspado con la tonsura monacal.  El descubrimiento de la técnica del raspado habría que buscarlo en una picardía de los religiosos. Para que sus continuas incursiones nocturnas a la despensa no se notaran en exceso, en lugar de cortar el queso, lo raspaban.

En el siglo XVIII, la invasión de las tropas revolucionarias francesas llevó consigo el desmantelamiento de la abadía. A partir de aquí, el queso comenzó a elaborarse en queserías de la zona y fue en ese entonces cuando adquirió el nombre de "Tête du Moine".

No obstante, el momento clave para esta variedad de queso llegaría en el año 1981, cuando Nicolás Crevoisier creó el aparato de corte que lo lanzó a la fama: la girolle.  Crevoisier era un mecánico de precisión que trabaja en la industria relojera. Cuando esta entró en crisis, dedicó sus esfuerzos a inventar un aparato que facilitara la tarea de raspar el "tête du moine". Con anterioridad se habían fabricado algunos artilugios un tanto estrambóticos, pero poco efectivos. Crevoisier dio con la solución definitiva "al atreverse a clavar la cabeza de monje sobre un eje, acción poco respetuosa con la religión y con los cerebros monacales de la época. Se cuenta que fue un éxito rotundo, con ventas cercanas a los 3 millones de unidades y un brutal efecto potenciador del consumo; en poco tiempo se pasó de producir 200 toneladas de queso a 2.000.

La girolle es un instrumento que consta de una base con unas pestañas que se clavan en el queso, una guía central con un brazo afilado que gira sobre la superficie, sacando raspaduras muy originales en forma de clavel.



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