viernes, 29 de abril de 2016

00275 Un Plis Plas

QUESO TIERNO CON PIMENTÓN


¿Qué os apetece cenar? Respuestas: "No tengo mucha hambre, pero algo comería", "Cualquier cosa", "Algo ligero"... Vamos, lo normal ante una pregunta de también habituada costumbre. Regreso a la cocina en busca de un consenso gastronómico y frugal. Se me ocurren varias sugerencias pero todas superan, en un principio, a las respuestas recogidas.

En el frigorífico campa a sus anchas un queso tierno. Soso hasta decir basta. Al resto de la unidad familiar les gusta. A mí me la trae al fresco. Soy más de quesos fuertes, curados y con personalidad. Hay materia prima, sólo es cuestión de encontrar algunos partenaires. Oigo una voz que sale del estante de las especias. Es el pimentón quien me llama. Corto el taco de queso a láminas que voy depositando en una bandeja. En una taza vierto un buen aceite de oliva reservado para contadas ocasiones y lo tiño de rojo sucio con pimentón dulce y también picante. Y una pizca de sal. Remuevo y ducho el queso con la mezcla. Acompaño el plato con unas regañas. 

Entro en el comedor y veo caras de satisfacción. El plis plas para un ¿qué os apetece cenar? ha vuelto a funcionar. Queso tierno con pimentón, una respuesta a esos días ligero, sin hambre y de cualquier cosa.

jueves, 28 de abril de 2016

00274 Otros Caminos

SIN TORCEDURAS NI DESALIENTOS


Más llevaderos, menos pesados. Con templanza y definición. No importa cuan largos sean. Hay tiempo para describirlos y recrear su andadura. Como casi todo, comienzan en sombra. La luz irá apareciendo por demandada exigencia. No hay piedras y si alguna hubiera, no molesta.

Al final, siempre la luz. La luz que tantas veces llama y recrea. Hasta llegar a ella, un breve camino sin torceduras ni desalientos. Sólo asombro, placer y gusto por el trazo. Sin querer, el llano camino se hace elevado. No deja de ser un imprevisto que enaltece la austera vereda. Es posible rectificar. Todo se puede remediar en esta vida y más en estos otros caminos. Lo miro, remiro y vuelvo a mirar. ¡Qué importa el leve repecho si no se va a transitar! Sólo lo harán los sentidos y se dejarán llevar.

Espátula y pincel,  trazo y color en una tarde de abril que sestea allí donde un día se soñaron otros caminos más llevaderos, menos pesados.







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miércoles, 27 de abril de 2016

00273 El Puré de Patata Violeta

CON HUEVO POCHÉ


Este puré más que gustarme, que también, me divierte por su originalidad y particular color. Así que tendría que inscribirlo en las cosas que me parecen divertidas, pero va a ser que no. Bastante tengo con esta auto tarea como para emprender nuevos retos escritos. Reconozco que las fotografías son un poco castaña. Había premura por comer el plato y ya se sabe que las prisas son malas consejeras. Espero no repetir tamaña zafiedad.

El caso es que a Gloria hacía días que le rondaba por la cabeza elaborar este puré. Las patatas violeta, por lo menos en Huesca, no son habituales de ver. Las adquirió en una de sus excursiones a Lidl. Como suele pasar en estos casos, había expectación por conocer el resultado de la elaboración gastronómica y lo cierto es que no defraudó más allá de ser un sencillo puré de patatas aderezado y con otro color.

La piel de esta patata Violeta o patata trufa,  es muy fina y de color violáceo, que se torna en un vistoso color azul una vez hervidas o asadas. Su sabor es suave y un poco dulzón. Nosotros las comimos, como ya he comentado, en puré con un huevo poché. De las recetas al respecto que vio Gloria, al horno, en ensaladilla, en ensalada, gratinadas..., en puré con el susodicho huevo fue la que más confianza y apetencia le produjo.

Leo que esta variedad de tubérculo también es conocida como Vitelotte, Négresse, Trufa de China o patata azul, morada o negra. Las hay alargadas como las patatas ratte y redondas. Aunque pueda parecer que la patata violeta es un cultivo joven, lo cierto es que es muy antiguo, poco habitual y menos productivo que las patatas blancas. Se trata de una patata de recolección tardía, con elevado contenido en almidón. El color violeta de estas patatas es debido a las antocianinas, el pigmento vegetal hidrosoluble que se encuentra en las vacuolas de las células. Diversos estudios han demostrado que las antocianinas tienen efectos terapéuticos, son antioxidantes, es decir, reducen los radicales libres y con ello, los riesgos de sufrir enfermedades cardiovasculares y patologías neurológicas.

En cuanto a la receta en sí, muy sencilla. Lavar bien las patatas y poner a cocer con piel. Una vez cocidas las refrescamos en agua fría para poder pelarlas, pero sin que se enfríen las patatas. Una vez peladas las trasladamos a un cuenco y las vamos rompiendo con un tenedor. Añadimos para unos 600 gramos de patatas, un cuarto de litro de leche caliente y 150 gramos de mantequilla que iremos mezclando con la patata hasta que nos quede el espesor del puré deseado. Condimentamos con sal, nuez moscada y pimienta al gusto que mezclamos con el puré.

Para hacer los huevos poché, ponemos un cazo con agua a calentar y cuando rompa a hervir incorporamos los huevos a cocer por espacio de cinco minutos. Cortamos la cocción refrescando los huevos con agua fría y los pelamos con cuidado.

Colocamos el puré en los platos de forma individual y sobre él, el huevo poché. Lo dicho, un plato curioso y original para tratarse de un simple puré de patatas.







00272 Las Prímulas

FLOR DE LA JUVENTUD


Han sido las últimas en llegar a nuestra terraza. Lo han hecho con fuerza y poderío. Se dejan notar. No pasan desapercibidas, y aunque en menor número, ocho a dos, se disputan con los pensamientos la atención y el colorido a la espera de que otras flores despierten en la primavera.

Nunca hasta ahora habíamos tenido prímulas. El nombre de por sí me parece sugerente, delicado  y atractivo. Pri-mu-la. Al descorrer las cortinas de los ventanales del salón por los que se accede a la terraza, son las primeras en dar la bienvenida con su color nazareno que con el tiempo se está tornando en violáceo y hasta rosado. Me entretengo en admirarlas y en ver como cada día se van sumando nuevas y diminutas flores, nuevos pompones de pequeñas satisfacciones. De momento son agradecidas. Avisan cuando tienen sed. Su general abatimiento es la señal inequívoca de que quieren agua. Es entonces, humedecer su tierra,  y a los pocos minutos venirse arriba para volver a enseñorear con su presencia y figura.

Leo que en el significado de las flores esta flor es la de la juventud. Según su color, puede significar pureza en el amor si ésta es blanca. La flor azul, amor dulce, y si es malva, inocencia. Se conocen unas 550 especies.

Por cierto, hoy todavía no nos hemos dado los buenos días.








martes, 26 de abril de 2016

00271 Las Imágenes Esponja

PARA SOBREVIVIR


Ahora cuando parece que todo es inaccesible, sueños, ilusiones, fortaleza, cordura, felicidad, templanza..., se hace más necesario que nunca acudir al archivo de las imágenes esponja. Instantáneas que en algún momento de nuestro vida quisimos convertir en eternas más allá de su belleza o de la sencillez de un capricho furtivo. Imágenes que guardan todavía su olor a mañana fresca y soleada, a salitre, a campiña, a comida lenta en un lugar cualquiera. Momentos capturados en la lejanía de los días y que hoy, en este otro instante más austero de emociones y certezas, se convierten en un respiro inanimado.

Ahora cuando parece que todo es más esquivo,  se hace urgente revisar los días de luz, de un mar bañado de plata, de una arena suave no pisada, de una seguridad malograda, de domésticas escenas de pies al sol y de caras recién lavadas. Ahora que sobrevivir se ha convertido en un arte sin licenciatura, se hace prioritario dejarse atraer por las imágenes esponja. Dejarse absorber hasta ser nube, destello, agua, matorral, horizonte, piedra en el camino, atardecer adormecido, teja, sombra, ola, luz, mar azul, verde olivo. Respirar de nuevo ese alivio que quedó, quizás dormido, en algún lugar de esos instantes bien queridos.

Respiro, aspiro, respiro, inspiro, revivo, aspiro, renuevo, inspiro... hasta ser imagen, hasta ser esponja.







lunes, 25 de abril de 2016

00270 Los Pimientos Asados

OLOR A COCINA VIVIDA


Esta mañana he querido rememorar su olor más que su sabor. Al segundo estoy más acostumbrado. He requerido volver a las viejas cocinas y desaparecidos fuegos donde la carnosa hortaliza invadía las estancias con su inconfundible y reconfortante efluvio. Recuperar un olor a hogar de mañana hacendosa, clara y de contrastes. Un olor penetrante, inconfundible y certero de corta espera y largo esmero. Volver a esos días de embotar para guardar. Hoy es tan sólo un mero capricho para recordar.

La roja hortaliza bien alineada sobre la bandeja de hornear. Caliente el horno espera el fruto. Unos pocos minutos bastarán para reconocer el cálido y recio aroma casi ancestral. Los recuerdo en un crepitar que hoy apenas es un tenue e intermitente chillido, un ligero y sordo silbido. Van perdiendo su oronda fisonomía y tersa compostura, señal de que hay que darles la vuelta. Uno a uno y sin entretenerse en predicados. Rápido y con las manos. Me parece escuchar la voz de mi madre diciendo que "ningún bueno se quema". No es mi caso. Me quemo,  y para disimular y amortiguar el picor, chasqueo los dedos. Sólo queda una breve espera.

Los pimientos, abatidos entre su ahora rugosa piel, expelen su último aliento en medio de pequeñas y chispeantes burbujas. Su olor a recuerdo de cocina vivida lo invade todo antes de afrontar la recta final. Sólo resta despojarles de su piel que se convierte en un curioso entretenimiento como cuando te quitas la propia tras los descuidos veraniegos al sol. Ahora sí, mamá, será que como tu, soy bueno. Ya no me quemo.

Limpios de piel y semilla se amontonan a tiras para su futuro aderezo. En crudo con aceite, ajo y sal. Fritos con ajo y chorizo picante o dulce. Solos o en compañía. Da igual. Sólo quería oler para recordar un olor a hogar de mañana hacendosa, clara y de contrastes.

Aprovecho para significar que la gran demanda del pimiento, para su consumo tanto en fresco como en conserva, ha hecho que nuestro país se convierta en uno de los cinco productores mundiales. La planta del pimiento es originaria de México, Bolivia y Perú. Los pimientos llegaron a Europa en el primer viaje realizado por Colón a América donde los indígenas conocían el fruto por el nombre de "chili". Serían los españoles y portugueses quienes lo bautizarían con los nombres de pimiento y pimiento de Brasil. Su cultivo en España comenzó a realizarse en el siglo XVI. De aquí se extendería a Italia y después a Francia para distribuirse por toda Europa.

Su principal componente es el agua, seguido de los hidratos de carbono, lo que hace que sea una hortaliza con un bajo aporte calórico. Es una buena fuente de fibra y, al igual que el resto de verduras, su contenido proteico es muy bajo y apenas aporta grasas. En cuanto a su contenido en vitaminas, los pimientos son muy ricos en vitamina C, sobre todo los de color rojo. De hecho, llegan a contener más del doble de la que se encuentra en frutas como la naranja o las fresas. También destaca por su contenido de provitamina A que el organismo transforma en vitamina A conforme lo necesita, folatos y vitamina E.










00269 Perder la Noción del Tiempo

CONTEMPLAR SIN CONTEMPLACIÓN


Es el momento de silenciar el tic tac, tic tac de  un tiempo que no ayuda, sólo consume. De disfrazar de disimulo su acompasada y metódica presencia. Hacer, por una vez, del olvido una virtud. Mirar el entorno hasta encontrar el encuadre perfecto donde abandonar sin medida los defraudados sentidos.

Se hace necesario poner en orden las ideas mientras una voz queda aconseja que aleje la impaciencia. Color, horizonte y camino se funden en un cerrado abrazo. ¡Que no pase nadie! Ya no hay sitio ni siquiera para una pregunta. Es entonces cuando el tiempo se vuelve tímido, apocado e inservible.

Entre la espesura del bosque adivino besos acomodados, ojos húmedos de extrema felicidad, emociones desmedidas ante cualquier hallazgo, placeres con los que conquistar el mundo, una letra roja de un abecedario infantil, un rincón cada vez más achicado, unos pasos interrumpidos, un refugio inesperado... Apenas se oye ya el tic tac, tic tac de un tiempo innecesario.

Me dispongo a traducir el lenguaje de las hojas en movimiento y  los caprichosos pigmentos de la cromática naturaleza que sigue su curso ajena a toda presencia. A mirar sin complejos y pronunciar palabras interminables en un idioma donde se disuelven los verbos. A contemplar sin contemplación de manera deliberada una circunstancia extraordinaria. Es reconfortante el silencio y la ausencia. Cómodo el paisaje ajustado al sensual objetivo, siempre sublime y tentador.

Por el camino y entre la maleza algo se mueve, algo llega. No inquieta ni atormenta. Es sólo el tiempo que regresa para recuperar su aposento. Es el tic tac, tic tac que marca, consume y orienta.








viernes, 22 de abril de 2016

00268 La Llamada de la Luz

SIEMPRE ESPERA


Regreso de nuevo a la Fuente de Marcelo. Allí donde mis sentidos encuentran un seguro esparcimiento, una dicha sin comillas, un aireado refugio. Vuelvo a la llamada de una luz precisa y esperanzada al final de un amable camino desprovisto.

El aire hermosea palabras enfrentadas a tanta frase inconexa e interesada, a tanta farsa asumida y permitida. Las sombras del camino enaltecen la luz y abrigan el verdor de una vida sin nombre que se acurruca, también esperanzada, en un manto húmedo de plegarias. Me disculpo, no me entretengo. Voy con ansia para alcanzar una luz que me atrapa. Tengo excesiva premura por llegar, me digo en voz alta para que no sea olvido. No corras, me parece escuchar, esta luz espera, no escapa. Te espera, no engaña.

Y entre tanto, los contrastes se disparan presagiando un futuro prometedor. No hay matices, sólo un todo para llegar a un final soñado. No sé que habrá en esa llamada de la luz después de tanta sombra desdibujada. Confío en que sea una luz arraigada y anclada a un destino de ilusiones. No engaña, no escapa. Siempre espera.






jueves, 21 de abril de 2016

00267 Las Banderillas

DE TODA LA VIDA


Me dice una amiga, "donde esté una buena banderilla, que se quite todo lo demás". La sentencia la pronuncia frente a una barra de bar cargada de variopintas tapas con todo su aceite y fritura. Tapas, en su mayoría, por las que hay que preguntar por su contenido, oculto entre algún rebozado o desapercibido entre panes, cremas, lechugas y alguna que otra excentricidad.

Me cuenta que ella es más de "vinagrillos" y encurtidos, y que echa de menos en la oferta "tapera" unas buenas banderillas, de esas que nos han acompañado toda la vida. El secreto de una buena banderilla, como en todas las cosas, me dice, está en el producto. Calidad, textura, presencia, generosidad y combinación de sabores; este es el quid de una buena banderilla. Mientras todo esto dice, yo examino con la mirada un potente pimiento relleno, una de mis muchas debilidades gastronómicas. Para romper el soliloquio en el que mi amiga está inmersa, hago notar que en casa siempre tenemos un bote de banderillas dispuesto en la nevera y que a Gloria le encantan las "Gildas". Oír la palabra "Gilda" ha sido darle pie a mi amiga para un nuevo monólogo. "Oh, las Gildas", exclama, "me pirran". Me pregunta si conozco su origen. Le contesto que ni la menor idea. Sólo conozco a la "Gilda" de Rita Hayworth y la impresión que me causó la primera vez que vi la película cuando andaba yo buscando amores platónicos sin saber bien lo que eran. Bella, sugerente y sensual, pero sobre todas las cosas, hermosa. Así la recuerdo en esa edad de  imposibles. Y así los recuerdos, la taladradora voz de mi amiga me vuelve al presente de la barra de un bar. Me informa de que las "Gildas" se popularizaron al final de los años 40 del siglo pasado en el donostiarra Bar Casa Vallés. Al parecer, Blas, el propietario del establecimiento, para acompañar el porrón y el vino de sus parroquianos sacaba unas veces guindillas, otras aceitunas y en ocasiones, anchoas. Uno de sus clientes, Joaquín Aramburu, al que se conocía en el barrio como "Txepetxa", empezó a pinchar con un palillo la guindilla con la aceituna y la anchoa. Tanto gustó la combinación de la banderilla a los amigos que acordaron llamarla "Gilda", película que se estrenó en las pantallas en el año 1946, porque era verde, salada y un poco picante.

Ha sido entonces cuando a mi amiga le ha entrado el arrebato de tomar unas "Gildas". No tengo ni idea quien las ofrece ahora. Tras un par de infructuosas incursiones, se ha apañado con un par de banderillas de aceituna y boquerón en vinagre a las que ha sumado un hermoso pepinillo relleno de atún. Yo me he inclinado por un par de buenas anchoas en salmuera más una banderilla de huevo duro con langostino y mayonesa. Frugal, exquisito y sin trampa ni cartón como la cara de satisfacción de mi encurtida amiga.

De vuelta a casa he venido pensando que habría que poner de nuevo de moda la banderilla de toda la vida, apeada ahora de las barras de los bares por la llamada "micro cocina". Mejillones, guindillas, anchoas, calamares, aceitunas, pepinillos, boquerones, cebolletas, sardinillas... en recuerdo del olor a vieja tasca envuelta en vinagres y vermú. Con sabor a humildad y a tiempos de carencias.











miércoles, 20 de abril de 2016

00266 Volver a Empezar

NO QUEDA OTRA



Casi un mes desde la última entrada al blog. Lo he echado en falta,  pero el acopio de  interrogantes,  unido a mi falta de interés y atención por las cosas, me han llevado al total abandono. En los últimos días he intentado algún que otro amago para reiniciar este cometido. Encender el ordenador y mirar alguna que otra fotografía ha sido mi máxima dedicación. Cinco o diez minutos bastaban para abortar la operación reinicio, para dar al traste con con esa necesidad de volver a empezar.

Esta mañana en nada se diferencia a la de ayer ni a la de cualquier día de semanas precedentes para que me encuentre de nuevo sentado frente al ordenador juntando letras. Es tan sólo un cambio de actitud, una obligación y un intento de intentar saldar una cuenta conmigo y con aquellos que sufren con mi silencio y ausencias. Es por esto que me encuentro de nuevo compartiendo mis gustos por la vida en un momento en el que posiblemente me resultaría menos dificultoso pasear mis sentimientos y percepciones por todo lo contrario.

Este particular volver a empezar viene de la mano del sabor y de algo que puede convertirse en una tradición doméstica. Me refiero a las torrijas. El año pasado Gloria nos sorprendió en tiempo de Cuaresma con unas torrijas de cabrales y sidra. Las recuerdo deliciosas y contundentes. De ellas di ya cuenta en este blog. Este pasado Viernes Santo nos volvió a sorprender con otra versión, no menos espectacular; "Torrijas de tomate con cebolla caramelizada y queso de cabra".

Gloria venía anunciando su elaboración hacía ya unos días y en casa había expectación. Así como yo soy un pelín zafio en la cocina, a Gloria le gusta ser metódica y enfrentarse a platos más delicados. Necesita su tiempo y por eso es que aprovecha los fines de semana para recrearse y saciar sus curiosidades gastronómicas. Ese Viernes Santo se pasó toda la mañana en la cocina para obsequiarnos con una espectacular comida de Cuaresma en la que incluyó las mencionadas torrijas de las que poco puedo contar sobre su elaboración y cantidades. Yo sólo fui a comprar el pan. De vez en cuando entraba en la cocina para saciar mi sed y la veía inmersa en su incesante trajín. Observé que bañaba rebanadas de pan en tomate y que antes de freírlas las pasaba por huevo. Mientras, en una sartén y de manera paciente, caramelizaba abundante cebolla que, una vez en su punto, iba depositando sobre las rebanadas de pan. Tras cortar el rulo de queso de cabra y pasarlo por la sartén en modo plancha, colocaba las cremosas piezas sobre las torrijas.

Cosa sabrosa, delicada y de grato recuerdo que me sirve como excusa para un necesario volver a empezar.