domingo, 21 de febrero de 2016

00233 Isla Cristina

SÓLO UN PEQUEÑO APUNTE

Apenas la transité unas horas. El objetivo era visitar su lonja y su afamado puerto. Llegamos tarde. Como vulgarmente se dice, "estaba ya todo el pescado vendido". Sólo pudimos ver los últimos restos de la subasta. Una lástima.

Cuando nos disponíamos a abandonar el recinto portuario para dar una vuelta por la población, un impresionante y casi unísono graznido de gaviotas llamó nuestra atención. Tras el edificio de la lonja, cientos de aves sobrevolaban un par de barcos pesqueros que acababan de atracar. Otras, buscaban acomodo sobre los tejados para no perderse detalle de la faena. Unas y otras cedían a la inesperada tarde una plasticidad inhabitual para mí y por lo tanto, motivo de mi máxima atención.

El ajetreo era incesante y muy visual. Mis ojos no sabían dónde detenerse. Camiones y furgonetas frigoríficas aguardaban impacientes los frutos recién llegados de la mar que trasegaban inquietos toros mecánicos. Las incansables gaviotas no paraban de revolotear sobre nuestras cabezas a la espera de capturar su ansiada presa. De vez en cuando, como premio a la constancia, y me imagino también, como maniobra para realzar el espectáculo, algún marinero lanzaba al cemento un par o tres de pescados para así poner en práctica las habilidades y reflejos de las inquietas gaviotas.

Avanzaba la tarde. Entre la tierra y el mar se iba poniendo el sol para incitarnos a la inspiración. Esa misma inspiración que en su día atraparon Rafael Alberti, Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez o Luis Cernuda.

Los marineros se mostraban sonrientes. El patrón de uno de los barcos me contó que estaba siendo un buen año. Y mientras esto me decía, de la bodega del pesquero iban saliendo centenares, miles de plateadas caballas. Hasta 30.000 kilos en una jornada de trabajo que se iniciara a las ocho de la mañana y que finalizaba doce horas más tarde tras navegar 30 millas.

Isla Cristina, lugar manso y cotidiano. A caballo entre su tradición pesquera, vocación sazonera, y su talante turístico. Y en un aparte, las marismas. Mi próxima visita para cazar atardeceres. Dicen,  que los más atrevidos de la península.















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