jueves, 1 de octubre de 2015

00132 Improvisar

ANTÍDOTO DE LA RUTINA

Siempre he sentido  la necesidad de improvisar en un intento de huir de la rutina. Si bien es cierto,  que no siempre la improvisación ha sido buena consejera. No es momento de hacer un balance del resultado de mis continuas improvisaciones. Lo dejaremos al cincuenta por ciento.

Sí, me gusta improvisar. Cuando dirijo mis pasos a mis lugares comunes, intento ir variando el lógico itinerario de cercanía. Un cambio de calle o de acera es suficiente. Encuentras a otras gentes, algo parece distinto y a la postre despistas a la pertinaz rutina.

Improvisar una salida al campo. No son necesarios muchos preparativos. Un bocadillo, la cámara fotográfica y los ojos de contemplar y admirar. Improvisar una excursión, palabras sin meditar, un café antes de cenar, un regalo porque sí, una visita inesperada.

La improvisación entiende de sorpresas, es el comodín guardado en la manga de la chaqueta de diario. Será que me gusta porque la he necesitado en multitud de ocasiones. No puedo dejar de acordarme de mis años dedicado a la radio en los que hubo  mucho que improvisar; la tardanza o ausencia del entrevistado, la llamada que no entraba en antena, la carencia de medios, el corte de voz fallido, la mente en blanco, la pérdida del hilo conductor, la grabación no grabada...

Me gusta improvisar un te quiero en el ascensor, una sonrisa en el llanto, un gesto de cercanía, un beso de buenos días. Improvisar en olvidos innecesarios. En situaciones grotescas, difíciles de digerir o en simples y sencillos momentos. Ante la adversidad y lo imprevisto. Ante el fiasco y la decepción. También aquí es necesario improvisar.

Improvisar es crear algo hermoso de la nada, interpretar el lenguaje de los silencios, escapar de los dictados propios y ajenos. Improvisar una cena, una caricia en la espalda, un dibujo en la arena, una canción casi olvidada, una ligera carrera para poner a prueba tus piernas, una tarta para un cumpleaños.

La improvisación es como una puesta de sol, nunca sabes como resultará, cómo serán sus matices, qué nuevas emociones traerán. Improvisar esperanzas, caminos nuevos en viejas tablas, un guiño al horizonte, deseos con la intención de que se cumplan, un fuerte apretón de manos, imágenes para el recuerdo.

Sí, me gusta improvisar. Necesito improvisar. Me siento cómodo en la improvisación aunque en ocasiones me exceda.


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