miércoles, 8 de julio de 2015

00063 El Magnolio

PERENNE Y SIEMPRE VERDE

Creo que la primera vez que me llamó la atención el magnolio y su flor fue en tierras cántabras, al igual que las hortensias. Hace ya muchos años. Supongo que con anterioridad mis ojos se toparían con algún que otro ejemplar pero pasaría desapercibido. Fue en esta hermosa tierra donde su figura y su fruto dejaron impronta en mí. Grandes, altos, muy floridos. Hermosos y vistosos con un olor difícil de olvidar. El magnolio está en mi larga lista de árboles y plantas de favoritos a la espera de que se cumpla el sueño.

Una de las mayores virtudes de este árbol es su generosidad para con la vista y el olfato. Perenne y siempre verde, salpicado de enormes flores blancas, muy vistosas y de un perfume muy intenso. Cualidades que le han convertido en uno de los árboles ornamentales más cultivados en todo el mundo.

Aunque su utilización más frecuente es la destinada a la decoración de parques y jardines, el árbol en cuestión tiene, además, interesantes aplicaciones terapéuticas conocidas desde la Antigüedad. Así, en la Edad Media se recurría a la infusión de las hojas y las flores para aliviar molestias digestivas y para curar la gota. Leo también que las infusiones de corteza y flores permiten mejorar los problemas cardiovasculares y que hay incluso quienes lo utilizan como un excelente diurético.


Esto me trae a la memoria a mi hermana María Engracia, curiosa y hacendada en sus quehaceres donde las haya. Hace unos años, en una de las opíparas comidas a las que nos tiene acostumbrados, llegado el café,  empezó a sacar licores elaborados por ella. De la casi docena de botellas que prácticamente llenaron la mesa, una de ellas atrajo mi mirada. Se trataba de un licor de flores de magnolia. Todos estaban muy bien, el de café, el de naranja amarga, el pacharán... pero el de magnolia tenía un plus. No recuerdo muy bien cómo quedó la botella. Sí que hago memoria y creo recordar que los escasos metros que separan el comedor de la habitación de dormir se me hicieron largos, muy largos.

Ahora que lo pienso, no lo he vuelto a probar. Será cuestión de hacer una llamadita.





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